El enojo del campo

Mientras que en los países industriales los dirigentes políticos se esfuerzan por apoyar a los agricultores, aquí muchos, encabezados últimamente por los kirchneristas, se han acostumbrado a tratarlos como si todos fueran “oligarcas” riquísimos de mentalidad golpista, enemigos natos del pueblo que nunca han contribuido en nada al bienestar común. Puesto que sin el campo, el único sector económico que es internacionalmente competitivo, la economía nacional se hubiera hundido hace tiempo, es lógico que los líderes de las distintas organizaciones rurales no quieran para nada al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuyo fin aguardan con impaciencia comprensible. Así y todo, motivaron cierta sorpresa las palabras del presidente de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere, que, flanqueado por miembros de la Mesa de Enlace, aprovechó la inauguración de la 128ª Exposición Rural de Palermo para fustigar a un gobierno que en su opinión no ha hecho nada bien por ser cuestión de una banda de “corruptos, ignorantes e ineficaces”. Según Etchevehere, el país ha experimentado una “década depredada”. Aunque la mayoría de los políticos opositores prefiere manifestarse de manera menos frontal por entender que la ciudadanía está harta del furibundo “estilo K”, coinciden con el ruralista los de PRO, radicales como Ernesto Sanz y los disidentes peronistas que se han sumado a las huestes del diputado Sergio Massa. Muchos aún comparten los prejuicios ya tradicionales en contra del campo y, sobre todo, contra la Sociedad Rural, pero saben que los resultados de la gestión de Cristina han sido muy negativos y que al gobierno próximo le espera una herencia sumamente pesada. En efecto, parecería que los kirchneristas han optado por limitarse a “administrar la crisis”, sin intentar solucionar ningún problema significante, apostando a que, transcurrido un intervalo breve, la mayoría culpe a sus sucesores por el estado desastroso en que se encontrará el país. Para defenderse, los oficialistas están tratando de descalificar a la Sociedad Rural por su trayectoria histórica o por sus supuestos vínculos con el menemismo de los años noventa del siglo pasado; a juicio del ministro de Planificación Julio De Vido, la “neoliberal” fue la verdadera “década dilapidada”. El “pingüino” no se equivoca por completo, puesto que, como ya parece rutinario, en aquella década también el país desaprovechó una oportunidad para liberarse del malsano voluntarismo populista que tanto le ha costado. No hay forma de saber si la corrupción kirchnerista fue peor que la menemista, pero el que los dos gobiernos hayan tenido tanto en común a pesar de lo incompatibles que son los “relatos” respectivos hace sospechar que sería un error atribuir todas las muchas lacras del país al accionar desafortunado de un gobierno determinado o, como algunos parecen suponer, a las características personales de la presidenta. Tampoco sería realista confiar en que, una vez concluido el ciclo actual, la recuperación será relativamente fácil. Además de tratar de obrar con más sentido común, como recomiendan Etchevehere y otros dirigentes sectoriales, quienes sucedan a los kirchneristas tendrán que librar una batalla contra una cultura política que, a juzgar por los resultados concretos de una larga serie de gestiones gubernamentales, virtualmente garantiza el fracaso. Acaso por ser tan difíciles los problemas que enfrenta cada gobierno nuevo, sus integrantes suelen caer pronto en la tentación de anteponer sus propios intereses personales o partidarios a aquellos del país en su conjunto, de ahí no sólo la corrupción ya ubicua sino también la propensión a persistir en un “rumbo” cuando ya es evidente que no conduce a ninguna parte. Es lo que hicieron los menemistas, los líderes de la Alianza, si bien de modo menos obsesivo, y, claro está, los kirchneristas que llegaron al extremo de procurar reemplazar el país real por el de su “relato”, adulterando las estadísticas para no registrar ni la inflación ni la depauperación progresiva de millones de familias y negándose a reconocer que todavía existían problemas con los acreedores. ¿Logrará un eventual gobierno encabezado por Massa, Mauricio Macri o, si consigue mantenerse en carrera, Daniel Scioli romper con esta tradición perversa? A menos que lo haga, al país le esperará otra frustración.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.124.965 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Martes 29 de julio de 2014


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