El fuego vivo de una pasión extensa y placentera

Alicia Fernández Rego tiene una trayectoria única en la Patagonia. Reconocida en Latinoamérica, se reencontró con el amor de Ecuador. Regresa para compartir la apertura de la sala teatral Lope de Vega.

NEUQUEN (AN).- Mueve los brazos y se lleva prendida en las manos, sobre todo, la mirada. Una y otra vez, las manos de Alicia Fernández Rego y la mirada de su interlocutor parecen tener un destino inexorablemente unidos durante la charla. Porque la armonía de sus manos, los gestos -esa infinita y variada cantidad de gestos- no son del “común de la gente”. ¿Cómo serlo? cuando se es una de las primeras maestras de actores de estos lares ¿Cómo ser común cuando la maestra subió al tablado a los ocho años y ya no se bajó más? Y a la vez son gestos auténticos, con su marca de femineidad registrada.

Es una actriz de carácter, eso sí. Como la mayoría de los humanos: “la tomas, la dejas o nos entendemos”.

Esa es Alicia en un acercamiento de zoom. Después uno se entera que no se detiene ante casi nada, siempre que sea sobre teatro: dirigiendo, escribiendo, actuando o enseñando. Esa larguísima trayectoria que no ostenta nadie más en la Patagonia (sus discípulos hicieron un raconto hace un tiempo por otras provincias) está alimentada por un fuego vivo. De los fuegos que abrasan a los que abrazaron “algo por siempre jamás”: porque son “eso” y quieren “serlo de por vida”.

El encuentro con Alicia fue a poco de su regreso de Guayaquil en el Ecuador. Parte de diciembre y enero estuvo dictando seminarios y charlas, para afamados del teatro y la televisión y actores profesionales y estudiantes. La casa de la Cultura la invitó para que instruyera sobre “El decir del actor” y cuenta que su reencuentro con los ecuatorianos fue magnífico.

En la década de los setenta y hasta los ochenta, era común que Alicia y Kune Grimberg su compañero (editor y librero) se fueran de recorrida, sea que la actriz llevara un espectáculo o para dictar cursos de formación. Recorrió en múltiples ocasiones toda América, parte de Europa y hasta se dio el lujo de hacer algunos lugares del Asia. Desde entonces no volvió a Guayaquil donde en este principio de siglo, sus amigos y pares, la esperaron en el aeropuerto con cartelones de bienvenida.

Si hay una característica personal, es que esta mujer no puede quedarse quieta. Ni bien llegó se juntó con un excelente actor perteneciente a “Fantoche, Teatro de grupo”, Hugo Avilés Espinoza y armaron, estrenaron y se despidieron con un espectáculo compartido que se llamó “Del centro al sur” o “voces latinoamericanas por los senderos de la poesía y el teatro”. Tal vez lo hagan aquí.

La neuquina regresó subyugada, porque si hay algo que la devela es que en escena se vea siempre, ineludible “la actuación”. Algo así como el esqueleto de todo otro aditamento, el alma y la razón.

Así como tuvo que volver a Neuquén, porque seguramente en marzo se inaugura el teatro “Lope de Vega” en diagonal España 40, de la que es fundadora junto a Darío Altomaro, también la han comprometido a regresar a Guayaquil para julio, a fin de continuar los cursos.

Prioriza su lugar, en agradecimiento a la colaboración de amigos y empresarios, ya que el teatro les requirió un drenaje de dineros. Todo lo recaudado por los cursos dictados por Alicia y Darío en el 2000 fue a parar al edificio.

Este año reabren los talleres para preadolescentes, la juventud y los adultos. (Inscribirse al 156-303711) y una temporada con obras para pibes y adultos, muestras de actores y quizás reponga uno de los más exitosos unipersonales de Alicia (“Déjenla sola”), además de recitales y momentos para compartir a placer.


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