El fútbol, pasión de multitudes
Deporte
A los que no hemos sido adeptos al espectáculo futbolístico nos sorprende habernos visto involucrados días atrás, junto con la mayoría de los argentinos, en la emoción de los encuentros de la Copa de América Chile 2015. Y ese hecho lleva a preguntarnos sobre el poder masivo de un deporte que paraliza ciudades, conmueve hasta el llanto, enciende la pasión de multitudes y termina contagiando a todos.
En primer lugar consentimos que el fútbol une, convoca y propicia la reunión de familiares y amigos y junta las voces de propios y extraños en el grito de un mismo gol.
El fútbol es apasionante y tiene un gran e indiscutible poder unitivo, por lo que nos interesa analizar sus efectos diferentes en unos y en otros, tanto desde un punto de vista sociológico como psicológico.
En primer lugar, ¿por qué el aficionado o hincha de un cuadro siente lo que siente por un club y sus jugadores?
Debemos establecer que lo que siente es una pasión que, como todo lo que se refiere a este sentimiento extremo, se encuentra en franca oposición a la lógica más elemental.
¿Encontraremos razones, entonces? En el fútbol la razón se anula y la pasión se desborda y, aunque por siglos y siglos de patriarcado y discriminación de género se determinó que la razón, un instrumento que garantiza el poder, es propiedad del hombre y lo pasional de la mujer, el fútbol se constituye en el terreno donde los hombres se permiten las actitudes que definen lo femenino: llorar, sufrir, desgarrarse, ponerse melancólicos, “dejar la garganta y la piel en el grito”, como dice Galeano, y hasta liberar las violencias reprimidas.
El fútbol es el territorio perfecto para el dominio de la emoción y las pasiones. Y éstas, en la mayoría de las veces, pueden desencadenar desórdenes emocionales que van desde el sufrimiento que produce el perder un campeonato hasta su exacerbada manifestación triunfalista. No se entiende claramente que el triunfo en este juego depende de una gran cantidad de alternativas tácticas, planteamientos, ni se intenta pensar que el momento que vive cada jugador que corre tras el balón es único y siempre diferente y que se puede ganar o perder con un solo acierto o un simple error.
Nos preguntamos qué es lo que hace a un apasionado del fútbol, al hincha, desde su tierna infancia hasta el final de la vida.
Por el camino de la razón, buscamos cómo se manifiestan en este deporte dos sentimientos esenciales a la madurez humana: el de la identidad y el sentido de pertenencia. Ambos tienen mucho que ver con la necesidad de ser reconocido, por diferente y entre todos, y por otro lado con la satisfacción de integrar un grupo. Veamos:
En la etapa de la adolescencia se busca, y no siempre se encuentra, la propia identidad, lo que define al ser diferente y conduce al encuentro con lo que uno es y quiere ser en la vida, con las potencialidades y posibilidad de autorrealización personal. Cuando este encuentro no se da, el fútbol lo suple y ofrece la posibilidad de fundirse en un solo ser colectivo que lo contiene: el club, la barra, los amigos.
El sentimiento de pertenencia puede satisfacerse dentro del ámbito familiar, en el amor y defensa de un país, el territorio que une tras un mismo proyecto nacional. Cuando está ausente alguna de estas nobles causas, el fútbol cumple la función integradora en que los hinchas se sienten mutuamente comprometidos con sus fanáticos compañeros.
El sentimiento de pertenencia que fomenta el fútbol cumple, entonces, una positiva finalidad. Eduardo Galeano, en su libro “El fútbol a sol y sombra”, vincula la práctica de este deporte como un aporte a la construcción de la identidad: “Juego, luego soy”. El estilo de juego es un modo de ser, que revela el perfil propio de cada comunidad social y afirma su derecho a la diferencia. “Ser aficionado es como ser miembro de una familia: ésta a veces te da alegrías, otras, disgustos. Pero tu apoyo es un compromiso, no le podés fallar al club porque es algo tuyo. Te compensa el hecho de pertenecer a una entidad, porque formás una unión con masa social, jugadores, directivos, aficionados”.
En nuestro país, cuando se habla de fútbol, se habla de pasión de multitudes y la pasión es un sentimiento muy intenso, capaz de dominar la voluntad y doblegar la razón. Por eso, un encuentro de fútbol puede hasta desencadenar una tragedia, como lamentablemente ya ha ocurrido. Esto hace capaces a los hinchas de crear y entonar cánticos agraviantes hacia el oponente o tirar gas pimienta en la cara del contrincante o de quien tiene la responsabilidad de dirigir el partido.
Y este sentimiento se revela, claramente, cuando atruenan los gritos futboleros alentando al equipo o gritando gol y al entonar las estrofas del Himno Nacional. Además, responde a por qué muchos sólo se sienten más argentinos durante las actuaciones del seleccionado, es decir que es el fútbol una de las pocas razones que nos unen como nación y a los jugadores destacados como Maradona o Messi, que nos representan en el mundo como pueblo.
Jorge Valdano, exfutbolista, entrenador y director deportivo, dijo: “Hay muchos elementos que influyen en el resultado de un partido: el árbitro, el terreno de juego, el azar. El fútbol no tiene lógica, por lo menos a corto plazo”, tal vez intentando contraponer razones a la pasión que no tiene consuelo y hasta se desbarranca en insultos contra los jugadores cuando se pierde un partido, como sucedió vergonzosamente hace unos días en Chile.
La irracionalidad de la pasión futbolera ha permitido que muchos gobiernos dictatoriales se sirvieran del fútbol como manera de penetración y propaganda. Fue así en la Italia de Mussolini y en la Argentina de Videla, ambas selecciones campeonas del mundo durante dolorosas etapas en que no se supo ver lo que realmente pasaba tras el espectáculo. Una gran pantalla ocultó calamidades y dejó muchas dudas.
También debe decirse que este juego, convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, se ha transformado en uno de los negocios más lucrativos que, explotando el sentimiento pasional de los aficionados al balón, los transforma, por su sola e impresionante y multitudinaria presencia, en el marco adecuado al espectáculo mismo.
Por último se observa que el comportamiento del hincha del fútbol es diferente en cada persona. Como portador de un sentimiento generalmente heredado, su grado de fanatismo depende del grado de autonomía personal, de la pasión por su equipo, del compromiso que asuma con el mismo, del tiempo que le dedique. Para algunos abarca su misma existencia, la totaliza; para otros es solamente un pasatiempo que le permite exorcizar un interior sobrecargado de presiones.
En nuestro país, es el deporte popular por excelencia y un factor por el cual las clases sociales se unen. Sean ricos o pobres, los que alientan una misma bandera, un mismo club, se sienten unificados en un mismo bando, compartiendo valores, códigos y costumbres propias de cada club. Y ese hecho propicia encuentros, que, orientados, pueden ser altamente positivos para el país.
Gladys Seppi Fernández
Escritora. Educadora
Gladys Seppi Fernández
Deporte
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