El reflejo de una sociedad en transición
La exitosa serie norteamericana “Walking Dead” comenzó su 3ª temporada. Más allá de los zombies, revela cómo la moral tradicional va siendo puesta en jaque por situaciones extremas.
Claudio Andrade candrade@rionegro.com.ar
Ha quedado fuera de discusión que los muertos del cine y la tele no se mueren bien muertos. La esperada tercera temporada de “Walking Dead” es una de las tantas pruebas acerca de esta materia. La serie norteamericana, emitida los martes a las 22 por Fox, es una digna heredera de la pantalla caliente que dejó “Lost” hace ya un tiempo atrás. Los huérfanos de “Lost” no encontrarán en “Walking Dead” un padre adoptivo, pero sí al menos un producto adulto e inteligente. Uno de los hechos más notables de esta tercera parte es que introdujo en el guión algunas situaciones que ponen en tela de juicio el tradicional papel que ha tenido históricamente el héroe en series y películas de origen americano. El adolorido policía Rick Grimes, interpretado por el buen actor que es Andrew Lincoln, se encuentra con dilemas que afectan su propia escala de valores y por extensión la de la numerosa audiencia que lo espera ansioso durante la semana. Por un lado, Grimes enfrenta el embarazo de su esposa Lori (Sarah Wayne Callies), quien lleva el hijo de su (muy pero muy ex) mejor amigo, el peligroso Shane Walsh (Jon Bernthal). Por el otro, debe aceptar que sus funciones como líder del grupo exceden por mucho las de policía de pueblo. Es juez y parte. Desquiciado y psiquiatra. Héroe y villano. Durante el extenuante proceso de supervivencia el personaje es obligado a establecer una flamante normativa de conducta para sí mismo y los demás. De a poco va convirtiéndose en una suerte de Moisés apocalíptico que escribe sus tablas de la ley a medida que saca la pistola de su cartuchera. ¿Debería seguir amando a su mujer que, pensándolo muerto, inició un romance con su ex mejor amigo, el hombre que luego intentaría suplantarlo y eliminarlo? ¿Es correcto apelar a los sentimientos de humanidad cuando la razones prácticas indican que es mejor matar que lamentar? Éste y otros interrogantes son los que el sheriff resuelve con sorprendente audacia. En cierto modo, el guión de la serie irradia una línea de pensamiento que se vincula fuertemente con el 11S o, mejor dicho, con las diferentes corrientes de análisis que emergieron después de los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York. Estados Unidos ha dejado en claro que como país también fue empujado a tomar decisiones drásticas pero necesarias que hacen tambalear los parámetros de lo que considerábamos normalidad. Rick le dispara a boca de jarro a un asesino desarmado que representaba un potencial peligro para su gente. La muerte de este criminal deja perplejos a los otros personajes, que comienzan a entender qué tan lejos está dispuesto a llegar el hombre del sombrero con tal de sobrevivir a esta guerra perdida. Justamente este consabido dato marca la diferencia entre “Walking Dead” y otras series de acción exitosas. Porque la serie ya en su segunda temporada plantea que la enfermedad de los zombies es la enfermedad de todos. Mordidos o no, quienes caminan por la superficie de la tierra terminarán en aquellas tristes condiciones. La aparición del gobernador (David Morrissey) subraya, o fundamenta, la revolución moral a la luz de los hechos. El gobernador rige con mano de hierro su pequeño pueblo y está decidido a eliminar cualquier tipo de competencia sobre todo si es masculina. El personaje esconde dentro de sí tanta violencia como orgullo y dosis de ternura, una mezcla compleja que pocas veces ha sido vista en la televisión norteamericana. En rigor, es más propia de la literatura y del cine de culto. Existen puntos en común entre el gobernador y el desquiciado coronel Kurtz de “Apocalipse now”, de Francis Ford Coppola, basado en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. No es exagerado decir que en “Walking Dead” abundan proyecciones de la política exterior estadounidense de los últimos 15 años. Más aun, la serie, como un verdadero signo de los tiempos, desgrana la época de transición por la que avanza hoy mismo la sociedad norteamericana. El atentado a las Torres Gemelas, las invasiones a Irak y Afganistán, la crisis financiera pensada como una enfermedad dentro del propio sistema económico, las grietas del sistema de seguridad social puestas de manifiesto por las inundaciones y las tempestades que a su vez dejan a miles de personas sonámbulas en medio de la calle sin que nadie pueda socorrerlas, en fin, convergen en una mirada más oscura sobre la realidad. Distinta y distante de la que tuvieron las generaciones de los 50 y los 60 en ese país. En el capítulo que se vio la semana pasada, en un pabellón polvoriento y rodeado de zombies, Lori es sometida a una cesárea de urgencia que le cuesta la vida. Su hijo, el hijo de otro hombre que intentó matar a su esposo Rick y que a su tiempo Rick asesinó, lanza ahora su grito de vida en medio de la muerte. El sheriff tiene un abanico de opciones extrañas ante sus ojos. Un nuevo ser para un mundo en crisis. Un problema moral, sin duda alguna, pero también una de las formas más dulces que adquiere la esperanza.
Una serie que entretiene y a la vez provoca la reflexión, los martes a las 22 por Fox.
Claudio Andrade candrade@rionegro.com.ar
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