El río no espera

La creciente participación de la población en la defensa de nuestros recursos naturales, en grupos de los más diversos, desde niños hasta ancianos nos demuestra la importancia que el tema está teniendo para los ciudadanos. Asimismo, el hecho antes mencionado también ha contribuido para que un número cada vez más creciente de personas pugnaran para que el tema se ponga en la agenda de manera perdurable.

Prácticamente hoy no existe partido político que no tenga el agua y la no contaminación de sus cursos como temas prioritarios de sus plataformas. Ahora, lo que hacen una vez que llegan al poder es otra cosa.

Como la mayoría de los temas de la agenda pública que cuando son tramitados por ineficientes, inescrupulosos o funcionarios desinteresados por los resultados de la gestión, los problemas terminan siendo agravados y sus consecuencias más nefastas aún. Pero también debemos tener presente y no perder de vista que la contaminación de nuestros ríos y cursos de agua también es una demostración grotesca de nuestra vida en sociedad. Y entonces uno puede decir y coincidir en que “es una barbaridad contaminar los ríos” y mientras lo decimos apretamos el botón del inodoro sin preguntarnos qué pasa de allí en más.

Los dirigentes políticos no escapan a esta situación: la población da por sentado que esta gente está trabajando y cuidando nuestra salud.

Nada más alejado de nuestra realidad. La contaminación debiera tipificarse como corrupción y los funcionarios contaminantes sujetos a proceso, porque también comprende a los poderes públicos la decisión política que nos arroja la caca en el vaso de agua que beben nuestros niños. Las responsabilidades no sólo son de los funcionarios del poder Ejecutivo que no invierten en infraestructura para cloacas, plantas depuradoras con vertido cero, planificación urbanística o instalación de una policía ambiental, sino que también comprende al legislador que mira para otro lado y llegan al juez que tiene que resolver un amparo por contaminación.

Las pruebas son tan contundentes que la Justicia no tiene modo de salvar a ninguno de estos culpables: ni a los que envenenan el río ni a los que talan los bosques nativos. Sin embargo aún no hay ninguna condena. Es raro.

El caso de Neuquén es todavía más grave y no sólo porque la responsabilidad de esta contaminación flagrante que padecemos es administrada exclusivamente por la provincia, sino por ser confluencia de ríos y productor de contaminación desde la cuenca, en ríos y cursos de agua que terminan en el mar.

¿Y qué hace el gobierno provincial con esta realidad? La oculta.

Nos mienten como mienten los informes del EPAS cuando Prefectura Nacional indica que nuestros ríos están contaminados diez veces más que los informes provinciales. Nos mienten como vienen mintiendo sistemáticamente con nuestro gas.

Nos mienten como vienen mintiendo con las inversiones por regalías. Nos mienten en la cara.

Hoy nuestros vecinos tienen que andar mendigando por una garrafa de 10 kg en una provincia productora que tiene como próximo acto de gobierno mirar la inauguración de un polo petroquímico en Buenos Aires con el gas de Neuquén. Unos verdaderos campeones del federalismo.

En muchas partes del mundo, inclusive en la vecina Río Negro se implementa poco a poco el vertido cero. Hoy es una necesidad imperiosa.

La puesta en valor de nuestros cuerpos de agua, debe comenzar con un cambio de paradigma en materia de saneamiento urbano, donde se abandone aquella vieja pretensión acerca del gran poder de depuración de nuestros ríos, por una mirada que ponga énfasis en la recuperación de los líquidos residuales de nuestra vida urbana, antes que en un punto de descarga.

La ausencia de controles significa en los hechos la imposibilidad de verificar los vuelcos autorizados, o los parámetros de descarga permitidos. Hoy todos esos valores por las nubes con altísima toxicidad.

Plantas cloacales desbordadas, colapsadas, cuando no prácticamente inexistentes.

Un caño de cloaca que llega al río como en el caso Rincón de Los Sauces recientemente denunciado en el diario “Río Negro” y sin sanción de ningún tipo.

En nuestra visión, consideramos que esta inversión del paradigma actual significa garantizar recursos, ya no para que las plantas descarguen líquidos residuales con niveles permitidos, sino, lisa y llanamente que se destinen los fondos públicos para aplicar las tecnologías que permitan la reutilización de estos desechos.

Por eso decimos que esta problemática tiene solución. Pero se requiere comprensión de la fatalidad que acecha y una firme decisión política para revertirlo desde ahora.

El río no espera.


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