En Bariloche, la escuela de arte La Llave se reinventa para adaptarse a la pandemia

Mantiene una oferta de cursos y talleres combinados entre lo presencial y lo virtual. La matrícula cayó y hoy hay unos 500 alumnos de todas las edades.

La educación artística sintió como pocas el impacto del aislamiento y la virtualidad, que la obligó a redefinirse para cumplir su roles y atender una demanda que no merma, a pesar de todo. Por allí pasa la experiencia de la escuela municipal de arte La Llave, de Bariloche, que hoy trabaja con una matrícula de alumnos más reducida, pero mantiene sus cursos y talleres abiertos para todas las edades.

La directora, Alejandra Schneebeli, dijo que el año pasado la escuela estuvo cerrada varios meses y limitada a las clases por zoom, hasta la esperada reapertura de noviembre, con mucha actividad al aire libre. Este año empezaron igual hasta mayo pasado, cuando el gobierno nacional impuso nuevas restricciones.

Desde entonces mantienen una propuesta “combinada”, que alterna clases presenciales con otras virtuales, cuando lo imponen el número de alumnos o la situación de los docentes, que en algunos casos deben trabajar desde su casa por razones de salud.

“Todo esto ha sido un gran aprendizaje, un esfuerzo permanente por mantener el contacto, un ejercicio de creatividad que nos permite valorar mejor las cosas -dijo Schneebeli-. Esta pandemia, me parece a mí, ha puesto la cultura en otro lugar. Queda claro que la cultura es esencial, que no puede estar relegada. Todo esto nos hizo ver cómo sana, y lo vital que es”.

La escuela La Llave mantiene activos todos sus talleres, para niños, adolescentes y adultos, con una gama de opciones que van desde el teatro, la cerámica y el dibujo, a la música y la fotografía. Los talleres de guitarra y ukelele están entre los más requeridos, también el de “cuentos y canciones”. Pero hay vacantes, por ejemplo, para instrumentos más específicos como el trombón.

Su emblemático edificio de Onelli y Sobral cuenta también con una sala para espectáculos con 90 butacas, que entre otras cosas alberga los ensayos de la camerata municipal, cuyos 27 músicos volvieron a reunirse esta semana luego de largo tiempo, en una celebrada recuperación de los ensayos presenciales.

En las paredes del vestíbulo y los pasillos se luce también por estos días una muestra de arte textil, con trabajos generados en plena pandemia por el taller a cargo de la profesora Liliana Zermathen.

Para Schneebeli “es hermoso y conmovedor que los alumnos puedan seguir adelante a pesar de este contexto, y con estas producciones” aunque lamentó que “todavía no es posible volver con las muestras abiertas al público”.

Dijo que para la escuela entre las consecuencias más graves de la pandemia estuvo la pérdida de matrícula. Durante años albergó entre 1.000 y 1.200 alumnos, pero actualmente tiene unos 500, atendidos por 25 docentes. La limitación se relaciona con el aforo de las aulas y la dificultad que imponen las modalidades remotas.

Schneebeli dijo que un saldo positivo fue la reformulación en los métodos de ingreso e inscripción. “Históricamente fue muy tortuoso, con inscripción presencial y la única forma de conseguir lugar era luego de una cola de varias horas. Muchos quedaban afuera, pendientes de la lista de espera -recordó-. Era tal vez la forma más justa, pero no era muy inclusiva, porque no todos podían hacer esa cola”.

El año pasado, para la reanudación de noviembre, la reemplazaron por una inscripción telefónica. Y este año, más adaptados a los formatos virtuales, llamaron a inscripción on line. También quedaron interesados sin cupo, pero ese mecanismo les permitió tener una matrícula de alumnos más heterogénea y no tan concentrada en los barrios cercanos a la escuela.

“Cada cosa tiene sus problemas y sus ventajas. Con esta forma de inscripción mucha gente descubrió la escuela y viene por primera vez”, aseguró la directora.

Dijo que el trabajo que desarrolla La Llave no se detiene y es “un enorme desafío” cumplir con los proyectos sin saltearse las pautas de cuidado. “Es maravilloso ver cómo se adaptan las cosas para mantener lo que uno considera valioso. Somos una escuela de arte comunitario, donde la gente viene a encontrase y a producir con otros, y eso no se perdió”, sostuvo Schneebeli.


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