“En cada lugar, siempre”

Lunes 7 de septiembre.

“Convierte en oro todo lo que toca”, dice desde Bariloche un colega que lo conoce desde hace años.

La frase cae y se acomoda entre los diarios del día, donde aparecen las fotos del hombre levantando la mano de Gustavo Gennuso. La misma imagen que habían lanzado semanas atrás cuando empezaron la campaña para quedarse con el poder en la ciudad más grande de Río Negro.

Alberto Weretilneck “tocó” a Gennuso. Y el ingeniero nuclear que había buscado otras dos veces la intendencia se llevó el 47% los votos para ser uno de los jefes comunales con mayor respaldo popular desde 1983.

Ahora bien. ¿Todo lo que toca Weretilneck se convierte en oro o Weretilneck es un avezado buscador de oro?

Una visión irreverente sobre el sistema de partidos políticos le permitió al gobernador enterrar todos y cada uno de los vaticinios de una vida corta en el poder luego de la muerte de Carlos Soria.

No bastó con vaciarle el gabinete de kirchneristas por su acercamiento a Sergio Massa. No alcanzó con cerrar las puertas de la Casa Rosada ni con la mismísima presidenta saludando al “futuro gobernador de los rionegrinos” en Roca. No fue suficiente con “el poder de los intendentes peronistas” y su aval a quien les abrió puertas en Buenos Aires.

Weretilneck marchó en contra de esa lógica verticalista y construyó de abajo hacia arriba.

Esa ausencia de prejuicios ante los carnets de afiliación le permitió acompañar en mayo al peronismo que ganó en Cinco Saltos, a los vecinalistas que desbancaron al FpV en Regina y también a los radicales de la Línea Sur, sin soslayar otras simpatías menos explícitas, como las construidas en Viedma.

En la segunda estación, el 14 de junio, puso el cuerpo. Y siguió al pie de la letra el consejo de sus asesores, que insistían en exaltar su imagen de cercanía al rionegrino medio, evitando el fango de las políticas macro.

Le ocurrió en el debate con el resto de los candidatos en Bariloche, cuando –confesó después– se mordió la lengua para no contestar los embates de Miguel Pichetto y Horacio Massaccesi y mantener el eje de su mensaje: “Yo vine 45 veces a Bariloche en tres años, algo que no hizo ningún otro gobernador”. No importaba para qué. Importaba cuántas veces.

Y así como en Bariloche, recorrió pueblos y parajes como nadie, mezclando acción de gobierno con campaña, repartiendo subsidios y promesas de obras, pero sobre todo apretando manos y sellando alianzas locales.

El 14 de junio a la noche tuvo premio: 53%, mayoría legislativa y un camino allanado hacia fin de año, donde pudo –entre otras estrategias– asociarse a Gennuso para sacar del Centro Cívico a María Eugenia Martini.

Y rumbo a la última estación, el 25 de octubre, Weretilneck lanza hoy su último desafío. No solo arrebatarle al FpV rionegrino más municipios, sino también el protagonismo ante un eventual triunfo de Daniel Scioli a partir del “acuerdo programático” que firmará con el candidato presidencial en pocas semanas.

Antes con Massa, ahora con Scioli. Otra vez ausencia de rubor. Otra vez el resultado por encima de las metodologías.

Un reflejo que habla de un gobernador alejado de la imagen de estadista, para abrazar la efectiva fórmula de aparecer “en cada lugar, siempre”, aunque sea para resolver problemas de menor cuantía o coyunturales.

Un reflejo que también debería interpelar a los rionegrinos sobre sus prioridades a la hora de elegir representantes.

Weretilneck suma. Acá y allá. Con radicales, peronistas, izquierdas y derechas.

Una cosecha fácil en una sociedad que en su mayoría pareciera desinteresada por el largo plazo.

Un estilo de gestión

HUGO ALONSO

halonso@rionegro.com.ar


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