En el año más trágico, el choelense Tomas Ceppi hizo cumbre en el Everest

Llegó a la cumbre del Everest el domingo pasado y junto a Ignacio Montesinos, se convirtieron en el 25° y 26° argentinos en alcanzar la meta. En esta temporada, camino a la cima se armaron filas con temperaturas bajo cero y 11 alpinistas murieron en el intento. Mirá la galería de fotos:

“Si hacer cumbre en el Everest es una hazaña, hacerlo con el tránsito de la 9 de Julio es una genialidad”, dice un comentarista en las redes sociales del choelense Tomás Ceppi y lo felicita.

Es que se acaba de convertir en el argentino número 25 en alcanzar la cima del monte más alto del planeta al escalar 8.848 metros. Lo logró con ingenio, gambeteando entre cientos de montañistas y con clima adverso.

Foto: Gentileza.

El Everest está ubicado en la cordillera del Himalaya y marca la frontera entre la República Popular China y Nepal. En los últimos días fue noticia porque casi medio centenar de personas se apiñaron en su cumbre y 11 escaladores murieron, pero el montañista valletano logró llegar y batir un nuevo récord en su vida.

Foto: Gentileza.

“Es pisar el techo del mundo, el sueño de todo montañista o amante de la actividad. Personalmente siempre quise subir el Everest a nivel profesional. De todos modos no es mi techo, es un paso más que no sé dónde termina, pero es un gran logro”, dice Tomás a horas de bajar del gigante blanco.

Tomás, tiene 38 años es un guía de montaña formado en Argentina, preparado en el país y está a la altura de los mejores del mundo. Eso lo llevó a trabajar en este cerro para la empresa norteamricana Climbing The Seven Summits. En estos días pisó la cima, junto a su compañero, el argentino Ignacio Montesinos, pero también guió a seis clientes.

Foto: Gentileza.

Durante dos meses los prepararon para la altura. Subieron a un cerro de seis mil metros, escalaron y bajaron para generar una buena aclimatación del cuerpo. En la tercer prueba recorrieron desde la base a campo uno, a campo dos, tres y cuatro, que es el famoso Collado Sur y el domingo pasado atacaron la cumbre.

Hace una semana llegaba a tierra firme el mensaje de su compañero Nacho desde Campo 4.“¡Collado Sur! Mucho viento. Estamos solos. Esto es un cementerio de carpas y restos de comida. La idea es salir a las 21 (12.15 horas de Argentina del domingo). Recen para que se abra la ventana”, decía.

Foto: Gentileza.

Y el rionegrino lo recuerda. “Vimos como venía la mano con mucha gente que quería escalar. Hubo 381 permisos vendidos, una carga alta para el cerro. El clima que no daba tregua, sin muchas buenas ventanas para subir. Es la montaña más alta del mundo, tiene grietas, avalanchas, dificultades técnicas y con tanta gente la temporada se volvió trágica con 11 muertes. Nosotros nos la jugamos a tener una ventana de buen clima retrasada y decidimos ir el 27 y no el 22 o 23”, relata.

Mientras esperaban en la nieve el mejor momento para subir, los accidentes y la locura de lo que pasaba se replicaba en el mundo. La foto con la cola de personas en la cumbre con frío llegaba a sus familiares, pero la paciencia y la fe en la montaña, le darían un premio.

Foto: Gentileza.

“Con la estrategia evitamos estar con 150 personas el día de cumbre. Nos salió bien. El 27 fue el mejor día en cuanto al clima y estuvimos solos en el cerro. Estaba mi expedición, con tres guías, cuatro clientes y los sherpas locales que nos acompañaron. Arriesgamos mucho, porque podíamos no tener una buena ventana y eso implicaba que después de dos meses de trabajo no podamos hacer cumbre, pero pusimos un pleno y nos salió de diez”, dice Tomás.

El montañista especializado, no es la primera vez que está en el Himalaya. En 2012 alcanzó la cumbre del Monte Lhotse, la cuarta montaña más alta del mundo, junto a Luco Badino, aunque en esa oportunidad lo hizo a nivel deportivo y sin oxígeno.

Foto: Gentileza.

“Eso fue un compromiso con la montaña y generó que pueda darme a conocer. En todos estos años logré hacer de mi pasión mi trabajo y puedo trasmitirle a la gente lo que significa un desafío”, dice y agrega que ese logro lo ayudó mucho, porque su nombre comenzó a aparecer entre los mejores guías del mundo después de lo del Lhotse.

Para María José o Teté, su mujer, los días de espera fueron largos y ahora explica lo que significa la cumbre en el Everest. “Con el Everest, Tomas completó el circuito de las “7 summits” que consiste en escalar las montañas más altas de cada continente más la Antártida y América dividida entre Norte y Sur. Objetivo que logró como guía en cada una de ellas. Es decir, profesionalmente con clientes”, escribe.

Foto: Gentileza.

Tomás bajó hace unos días y no se detuvo. Responde desde el aeropuerto de Nepal, en los momentos en que agarra señal. Dice que está bien, pero “le agarra el mal del llano y la cabeza duele”. Sabe que su familia no duerme mientras está arriba, y por eso no deja de agradecer el apoyo.

“Sé que sufren, pero eso hace que me cuide más. Uno siente la preocupación, si tengo que arriesgar arriesgo, pero soy el guía más precavido. A cada paso me acompañan”, concluye.

Foto: Gentileza.

El sendero más empinado del montañista


Tomás nació en un valle de bardas bajas en Choele Choel. Hasta los diez pasó su infancia en la chacra de la isla de Luis Beltrán y luego se fueron a vivir a Cipolletti. Recuerda que sus primeros contactos con la montaña los tuvo a los 5 años, cuando lo llevaron a esquiar, y que dos tíos fueron los que le mostraron el camino hacia la pasión.

“Por parte materna el tío Tono llevaba a chicos de Burzaco a hacer trekkin al sur y nos llevaba. Y el tío Luis, hermano de papá, todavía recuerdo sus charlas con pasión por la montaña, la Patagonia y el aire libre”, dice.

Pasada la infancia, lo sedujo la pelota de rugbie. Jugó en Neuquén Rugby Club y después se fue a vivir a Buenos Aires y jugó en el Alumni. Después se anotó en la escuela de guías de montaña en Mendoza y desde ahí nunca dejó. Comentó a trabajar como porteador en el Aconcagua, a asistir y abrió su propia empresa.

Foto: Gentileza.

Su profesión iba para arriba hasta que en 2010, otro desafío gigante se puso frente a él. Se preparaba para a ir a trabajar a la Antártida, se hizo unos estudios de rutina y le diagnosticaron cáncer de tiroides. A la semana lo estaban operando, debió dejar de lado la montaña, pero a la distancia piensa que fue un impulso a nivel vida.

“Muchas veces la palabra cáncer asusta, pero en mí generó algo contradictorio a lo que suele pasar. Cuando me enteré pensé que tenía que ser el soporte de mi familia. Le puse el mejor humor y confié en los doctores. Fue un antes y un después. Ver a mi familia llorando y el apoyo que me dieron mis viejos, mi mujer Teté, mi hermano fue increíble. Ahí supe que si uno está fuerte puede generar algo bueno”.

Foto: Gentileza.

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