Las Grutas: 37 fotos del impactante vergel que crearon en el patio de su casa, a orillas del mar
Subyuga el planteo de paisajismo, donde prima el respecto por la flora y fauna autóctona. Jarillas, moyes, yaoyines, piquillines, efedras, melosas, cactus, suculentas... un mundo fascinante e inspirador.
A la hora de pensar el diseño de nuestros parques y jardines en casa hay una tendencia que parece imponerse, enhorabuena. Hay un retorno de las ecologías alrededor de nuestros entornos, cambiando así aquellas superficies de céspedes tan bien cuidados y regados con litros y litros de agua por cultivos que fomentan la flora nativa.
De este modo, la toma de conciencia ambiental y el uso racional del agua es parte del diseño.
Estos nuevos aires lo constatamos en este patio/vergel marítimo de la casa de una pareja que vive en la costa de Las Grutas.
Visitamos su casa, que está enfrente al Atlántico. A metros de la casa… el sonido de las olas y la brisa, en esta primavera que va terminando, se oye, huele y vive aquí la serenidad y la maravilla natural de Las Grutas, en este mini paraíso familiar.
El impacto visual es sorprendente. Las suculentas y cactus entre las jarillas, los moyes y las melosas atraen latención por su vigoridad y variedad. Entre ellas surcan caminos para recorrer el espacio que fueron pensados donde menos vegetación autóctona había y para generar espacios para disfrutar de día o de noche -tanto para refugiarse del viento sur o mirar las estrellas-. Es así como también se arman sitios cobijados donde hay reposeras o mesas con sillas para armar una rica comida mirando el mar.
“Frente al inmenso océano y alejados del bullicio del pueblo, Martín y yo hemos encontrado nuestro paraíso. No es un jardín en el sentido tradicional de la palabra sino más bien un vergel, un espacio donde la naturaleza autóctona convive en perfecta armonía con nuestra vida diaria. Aquí, las jarillas, moyes, yaoyines, piquillines, efedras y melosas son parte del paisaje y protagonistas de nuestra historia de amor por la tierra”, comenta Ana Buyayisqui, la enfitriona.
Desde el primer día la prioridad fue preservar la flora nativa, evitando el error común de “arrasarlo todo con una topadora antes de construir”. “Mantener la vegetación original no solo es una declaración de respeto hacia el entorno; es también un acto de responsabilidad frente a las especies que habitan estas tierras”, refuerza Ana.
“Nuestro espacio es también hogar de la fauna autóctona: aves de todo tamaño, lagartijas curiosas, tortugas, cuises y hasta serpientes discretas. La naturaleza, cuando es respetada responde con generosidad”, dice.
Además de la flora autóctona, Ana Martín cuentan con una huerta orgánica y un estanque con peces y plantas acuáticas como las totoras, el papiro y los nenúfares, que no solo embellecen el lugar sino que nos conectan con prácticas sustentables como la acuaponia. “El agua del estanque, rica en nutrientes, riega nuestras plantas, cerrando un ciclo natural y eficiente que nos llena de orgullo”, dice Ana.
Vale recordar que la acuaponía es una técnica de cultivo de alimentos que combina la hidroponía y la acuicultura para crear un sistema sostenible y sin necesidad de productos químicos, pesticidas ni combustibles fósiles. Se basa en la idea de que la combinación de estas dos técnicas puede reforzar los efectos positivos de cada una y anular los negativos. En este sistema, los peces y sus desechos alimentan las plantas, mientras que las plantas purifican el agua. cada una y anular los negativos.
Las flores tienen su espacio especial: no solo decoran, también atraen mariposas, garantizando la polinización y recordándonos que todo en la naturaleza está interconectado.
“Cuidamos este espacio con mucho amor, mucho trabajo y mucho disfrute porque para nosotros no es solo un lugar donde vivir, sino una extensión de quienes somos. Mientras Martín se dedica a los detalles técnicos del espacio, yo he desarrollado una fascinación especial por las crasas y los cactus, que las mantenemos mayormente en macetas para integrarlos de forma armónica al vergel”, acota la anfitriona.
“Este lugar nos ha enseñado que es posible habitar el mundo sin invadirlo, creando en lugar de destruir, sumando en lugar de restar. Ojalá inspire a otros a repensar cómo interactúan con la naturaleza porque más allá de los muros y los límites de las propiedades, está la tierra que nos sostiene a todos”, piensa Ana en voz alta.
“Esperamos que nuestro vergel sirva como ejemplo de que otra manera de construir y habitar es posible. Preservar la flora autóctona, integrar prácticas sustentables y convivir con la fauna local no solo es un acto de amor por la naturaleza, sino también un compromiso con las generaciones futuras”.
Y concluye: “En este rincón junto al mar, cada día reafirmamos que cuidar lo que nos rodea es cuidar de nosotros mismos. Y en cada jarilla que florece o cada colibrí que vuela, encontramos la recompensa de vivir en armonía con lo que verdaderamente importa”.
Las fotos de esta producción pertenecen a Martín Brunella.
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