Hacia el centro
Aunque la mayoría de las encuestas de opinión sigue brindando la impresión de que es más que probable que el próximo presidente sea un peronista, con los ex mandatarios Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem ocupando las posiciones de privilegio, la ferocidad creciente de la interna del movimiento supuestamente hegemónico podría favorecer las pretensiones de Elisa Carrió, política que según parece se ha arrepentido de su alianza coyuntural con el ultraizquierdista Luis Zamora y, quizás, de la proximidad excesiva del sindicalista estatal Víctor de Gennaro, factores que le costaron el apoyo de muchos que antes la habían respaldado cuando lo testimonial parecía pesar más que lo programático. Por lo tanto, podría resultar importante la conversión aparente del ARI que lidera la diputada chaqueña en un partido moderado que está dispuesto a tomar en cuenta la realidad del país y del mundo. Es que además de distanciarse de dos personajes que siempre han estado más interesados en organizar protestas que en intentar redactar un programa de gobierno presuntamente factible, el ARI ha optado por emular al Partido de los Trabajadores del presidente electo del Brasil, Luiz Inácio «Lula» da Silva, que desde sus orígenes en buena medida contestatarios ha evolucionado en una fuerza de «centroizquierda» que ya no aspira a reemplazar el capitalismo con un «modelo» distinto de su propia confección, sin duda por entender que en el caso de que tratara de llevar a la práctica las recomendaciones de los extremistas las consecuencias para su país serían nefastas.
En su reaparición reciente, Carrió y sus colaboradores, entre ellos el joven economista Rubén Lo Vuolo, se han propuesto dedicarse a asegurar que haya un entorno macroeconómico propicio para las empresas pequeñas y medianas. Si bien los aristas siguen siendo propensos a confiar demasiado en la sabiduría de los burócratas locales que, según parece, se encargarían de definir estrategias de inversión, en términos generales sus planteos no se asemejan mucho a los insinuados apenas un año atrás cuando el ARI libraba una cruzada destructiva contra la banca por considerarla un mero instrumento en manos de los deseosos de lavar dinero mal habido. Por motivos comprensibles, tales nociones resultaron muy atractivas para sectores habituados a atribuir los gravísimos problemas económicos del país a nada más que las deficiencias morales de un puñado de malhechores vinculados con el capital extranjero, pero, como es natural, han fracasado por completo todos los intentos de concebir, para no hablar de construir, un «modelo» viable sobre la base teórica así supuesta. Si bien exageran los aristas cuando dicen ser los únicos que se han dado el trabajo de pertrecharse de un programa -el de Recrear Argentina de Ricardo López Murphy es mucho más detallado, mientras que los menemistas tienen una multitud de propuestas concretas- es positivo que hayan comenzado a pensar en serio en lo que podrían hacer si su líder triunfara en las elecciones, eventualidad ésta que no se puede descartar.
De cualquier modo, la decisión de los seguidores de Carrió de hacer del «capitalismo moderno» su bandera de lucha significa que, mal que les pese a los obsesionados por la fantasía de un «cambio de modelo» que, dan a entender, nos alejaría de los males del mundo capitalista, virtualmente todos los candidatos con alguna posibilidad de triunfar en las próximas elecciones se han comprometido con una versión no muy heterodoxa del capitalismo liberal que, es innecesario decirlo, constituye el único sistema que funciona en todas las naciones desarrolladas del planeta. Aunque en un período preelectoral los aspirantes a gobernar el país suelen competir formulando promesas demagógicas que no tardan en abandonar, cuando de la economía se trata la retórica de los candidatos o precandidatos actuales se ha vuelto relativamente sobria, sin duda porque sus asesores de imagen entienden que a esta altura el grueso del electorado no se siente atraído por la idea de protagonizar una «epopeya» principista. Si bien tanto los aristas como la mayoría de sus rivales continúan sobreestimando las capacidades del Estado que efectivamente existe en el país, el que casi todos hayan optado por apostar a la moderación es, dadas las circunstancias, una muy buena señal.
Aunque la mayoría de las encuestas de opinión sigue brindando la impresión de que es más que probable que el próximo presidente sea un peronista, con los ex mandatarios Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem ocupando las posiciones de privilegio, la ferocidad creciente de la interna del movimiento supuestamente hegemónico podría favorecer las pretensiones de Elisa Carrió, política que según parece se ha arrepentido de su alianza coyuntural con el ultraizquierdista Luis Zamora y, quizás, de la proximidad excesiva del sindicalista estatal Víctor de Gennaro, factores que le costaron el apoyo de muchos que antes la habían respaldado cuando lo testimonial parecía pesar más que lo programático. Por lo tanto, podría resultar importante la conversión aparente del ARI que lidera la diputada chaqueña en un partido moderado que está dispuesto a tomar en cuenta la realidad del país y del mundo. Es que además de distanciarse de dos personajes que siempre han estado más interesados en organizar protestas que en intentar redactar un programa de gobierno presuntamente factible, el ARI ha optado por emular al Partido de los Trabajadores del presidente electo del Brasil, Luiz Inácio "Lula" da Silva, que desde sus orígenes en buena medida contestatarios ha evolucionado en una fuerza de "centroizquierda" que ya no aspira a reemplazar el capitalismo con un "modelo" distinto de su propia confección, sin duda por entender que en el caso de que tratara de llevar a la práctica las recomendaciones de los extremistas las consecuencias para su país serían nefastas.
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