Martín y la Escuelita de Fútbol en Allen que fue su terapia durante el cáncer 

A poco de cumplir su cumpleaños N°50, este DT aficionado mira hacia atrás y se emociona al ver cómo creció su sueño, el mismo que le sirvió para mantener la lucha por su salud.

Empezó con apenas un puñado de chicos y ahora son casi 70. “67 para ser más exactos”, dijo en diálogo con Diario RÍO NEGRO. Su nombre es Martín Currumil, de Allen, y “El Fortín” es la vocación que, junto a su familia, lo sostuvo cuando no daba más. Conoció esta sección, “Historias de nuestra comunidad”, y entusiasmado, quiso también compartir la suya.

Hasta 2019, cuando registró la primera alerta en su salud, pesaba 98 kilos, pero el cáncer de lengua lo hizo bajar a la mitad. Hoy, convive y se adapta a las secuelas que esta enfermedad le dejó en el habla y en la alimentación, pero nada le quita la sonrisa cuando disfruta poder abrazar a sus seres queridos y a esos “hijos del corazón que integran” “El Fortín”. Los ve cinco de los siete días de la semana, entre entrenamiento lunes, miércoles y viernes, y las fechas en distintos torneos, que se juegan los fines de semana. 

El recuerdo de otro tiempo, con su esposa y dos de sus hijos. Foto: Facebook.

Exjugador del Club Alto Valle, el “tangaroa” de la zona norte allense, Martín había pasado por varias experiencias previas a este grupo infantil, pero jamás como DT. Sólo tenía en el recuerdo lo vivido junto a su padre, Raúl “Chiva” Suárez, en la década del ‘80, cuando jugaban con “El Fortín” original, en el predio del Hospital y en la canchita que existía detrás de la Escuela 80, antes de la construcción del Centro de Salud. Pasaron muchos años desde entonces, pero de allí quiso tomar el nombre y los colores azul y blanco, para que volvieran a salir a la cancha con orgullo. 

Martín y la Escuelita de Fútbol que lo sostuvo | La premisa social


El inicio de este grupo, legalizado con Personería Jurídica y todo lo necesario para participar en los Torneos regionales, fue con una tanda de jugadores mayores, pero después se amplió a los “junior”, desde los cinco a los 14 años, incluidas varias niñas. Sólo los 2011, 2012 y 2013 participan en instancias competitivas, mientras los demás, asisten por el disfrute de lo recreativo.

Con el nuevo «Fortín» volvieron a la cancha los colores que alentó el padre de Martín, hace 40 años.

Sin el cobro de cuotas ni aportes gubernamentales fijos, “El Fortín” se sostiene con actividades benéficas, porque justamente nació con la premisa social. “Yo tenía a mis ‘mellis’ jugando en otra Escuelita, pero pagando, y notábamos que muchos no podían cubrir ese costo”, relató Martín. Alentado por cada paso que pueden dar, celebró por ejemplo que en el último tiempo lograron mandar a confeccionar nada menos que 50 conjuntos de indumentaria, en parte gracias al aporte de un sindicato, en parte con dinero del grupo. “Está complicada la situación económica, pero hacemos el intento”, dijo, para seguir apostando, lento pero sostenido.

En medio del tratamiento oncológico, meses de dolor persistente y deterioro, las alegrías que Martín fue cosechando con estos pequeños le dieron ánimo para seguir. En 2023 fue el momento más crítico, cuando una compleja intervención sirvió para extraer el tumor, pero le impuso la sonda gástrica como única forma de alimentarse. Pero, ¿cómo pensar siquiera en dejar a sus niños? ¿Qué destino correría la ilusión de ellos si él bajaba los brazos?

Martín y la Escuelita de Fútbol que lo sostuvo | Semillero regional


Trabajador independiente, similar a la labor de Silvia López, su compañera de vida, los Currumil tuvieron que reestructurar hasta la propia economía de su hogar, para seguir sosteniéndose. Pero los logros, como el grito de “Campeón” en un “Mundialito” en 2007, les recordaron el potencial que tienen en sus manos. Han viajado desde Añelo hasta Villa Regina, “siempre con respeto y buen comportamiento”, destacó Martín. 

En el poco tiempo que llevan, ya acumulan trofeos y reconocimientos, incluso en el tradicional «Mundialito».

A falta de cancha propia, el césped del Parque Integración, detrás de las dársenas del colectivo en pleno centro, es el escenario donde se encuentran para seguir aprendiendo y superándose. También el predio de “Pampa Club”, a la vera de la Ruta 65, en la salida hacia Fernández Oro. Los que ya crecieron pasaron a otros espacios, como los clubes San Francisco, Unión Alem Progresista, Alto Valle y también Pillmatún, pero guardan este semillero en el corazón

Consciente de que su situación no tenía casi esperanza de vida, Martín ve en “la misericordia de Dios” la llave que le permitió llegar hasta este presente, en el que no registra metástasis y confía que pronto le den el alta definitiva.

“Estar con los nenes para mí fue como una terapia, que me ayudó mucho a pesar de todo lo que costó, así como también Silvia, mi señora, se ganó el cielo con todo lo que hizo. Hoy yo sé que ésta se la gané al cáncer”,

cerró, ya con la cabeza puesta en el partido que se viene, este fin de semana en Roca.

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