Victor, la muerte de su papá y el deporte: un relato de resiliencia desde Tierra del Fuego

Patagónico hasta la médula, nació en San Martín de los Andes, se crió en Villa La Angostura y ahora vive en Ushuaia. Desde el fin del mundo confió cómo salir a correr le dio un propósito desde la adolescencia.

Desde 2018 la capital de Tierra del Fuego lo tiene entre sus habitantes, como profesor de Educación Física y chofer de traslados. Pero hace 20 años, Víctor Marchisio era apenas un adolescente intentando asimilar la partida de su papá.

Entre el diagnóstico y el último adiós con quien supo al menos darle la vida, pasó tan poco tiempo que ese jovencito, nacido en San Martín de los Andes, no alcanzó siquiera a adaptarse a lo que le tocaba atravesar. Una más en la lista de recuerdos dolorosos, después de una infancia difícil en la que su padre, venido desde Buenos Aires y convertido en guardafauna, se arriesgó a retomar excesos que trajeron consecuencias, todas juntas, sin margen de recuperación. 

Resiliencia desde Tierra del Fuego | Correr en la noche en medio del dolor


Primera Copa Provincial de Montaña, San Martin de los Andes 2005.

En esa instancia de desolación para Víctor y su mellizo, que enfrentaban el duelo junto a su hermana mayor y a su madre Adriana, la invitación a una carrera nocturna de parte de Samuel Ayala, un amigo de Villa La Angostura, la localidad que lo vio crecer, llegó como la excusa justa para descargar tantas emociones apretadas en el pecho. Corrieron, sí, con Rodrigo, su hermano, incluso con más condiciones físicas que él, pero Víctor se aferró del deporte y no lo soltó más

Sin familia “de sangre” en la región, con una mochila difícil de cargar, se dio cuenta que los desafíos con el camino a sus pies, en medio del bosque, en esa soledad que lo habilitaba a mirarse por dentro, sin intermediarios, le marcaban un propósito a seguir, o al menos a explorar. Y si bien al principio fue inexperto como todos, los aportes de Carlos Quintana le dieron las técnicas y los consejos para mejorar el rendimiento, al punto de convertirse en un atleta federado.

En 2005 pasó por el Campeonato Nacional de Montaña. Allí salió segundo, detrás de un gran exponente, que si bien clasificaba con ese puesto para probarse en el Sudamericano de esa modalidad, no pudo viajar y por eso, fue la oportunidad de Víctor para llegar a esa primera instancia internacional, en tiempos en los que la actividad no había experimentado aún el despegue que disfruta actualmente. 

Desde entonces, la competencia y el entrenamiento se volvieron parte del día a día, con podio cinco años seguidos en pruebas como el K42 y otras tantas. Cumplida esa etapa, optó por seguir estudiando el profesorado en Educación Física, con el apoyo de aquellos que lo sostuvieron allá lejos en el tiempo, cuando parecía que su mundo terminaba de desmoronarse.

Resiliencia desde Tierra del Fuego | Rodearse de afectos, en memoria de los que partieron


El orgullo de su madre esperándolo en la línea de meta está entre las satisfacciones que más extraña, ahora que ya no puede compartir con ella, una de tantas víctimas de la pandemia del Covid 19. Recuperado de lesiones, más sabio para conocer su propio ritmo y convencido de que el logro reside en superarse a sí mismo, hoy proyecta y asume nuevos desafíos de la mano de Eugenia, su esposa, y de «Mara Trail», el equipo de entrenamiento que conduce en forma particular.

Recuerdo junto a Carlos Quintana, el mentor para la etapa de Víctor como Federado.

Viajar, seguir corriendo y transmitir lo que aprendió en cada sendero es su anhelo y si tiene que sugerir una posible fórmula para la vida, en su caso funcionó hermanarse con la actividad física, rodearse de afectos, esquivar la “mala sangre” y las “peleas absurdas”. En el horizonte, las pruebas de velocidad y alguna fecha en el norte de Italia, para agosto, ya le renovaban la expectativa. “En sus marcas, listos, ¡ya!”.

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