Isadora Duncan: hechicera de los pies descalzos

“Miss Duncan(…) hace la Danza sensible a la línea y ella es simple como lo antiguo, sinónimo de belleza. Flexibilidad, emoción, esas grandes cualidades que constituyen la propia alma de la danza en el arte completo y soberano” (Auguste Rodin).
Isadora nació en California, en una familia de clase media empobrecida. Era enemiga del Ballet por considerarlo una mecánica sin alma, que bloqueaba los impulsos naturales del cuerpo. Autodidacta, basó su búsqueda en teorías de la expresión de F. Delsarte, considerando el torso, centro emocional del cuerpo, lugar de expansión de la energía, y considera el “Arte de Bailar”, derivación del conocimiento de la Cultura y la Filosofía.

Escribió acerca de la moral, la alimentación, la relación del arte con la naturaleza. Encontró su motivación en el arte griego. Luego de probar suerte en N.York, inició una travesía errática por Europa, Londres, París, Berlín, Múnich, Budapest,etc, pasando penurias económicas, incluso noches a la intemperie que la obligaron a bailar para las aristocracias, a su pesar. Sin embargo, fue la entrada para ser reconocida por artistas consagrados y productores, lloviendo luego contratos y promesas de dirigir escuelas de Danza.


Construyó un templo de enseñanza en una colina en Grecia, que fracasó. Tuvo muchos amores y dos hijos que murieron trágicamente. Durante la Primera Guerra Mundial, habiendo alcanzado un éxito extraordinario en Europa, viajó a la Argentina, país que se hallaba sumergido en una enorme crisis social y económica. Aquí no fue como esperaba, se encontró con un público amante de la Danza Clásica y en plena función, interrumpida por el murmullo de los espectadores, la bailarina se refirió a ellos de manera despectiva. “Me habían advertido sobre que los sudamericanos no entendían nada de Arte. No son más que negros”(Laura Falcoff, 2008).
Sin duda, Isadora Duncan logró el reconocimiento que buscaba, no sólo por su Danza sino también por poseer una personalidad avasallante. Hoy la reconocemos por su intervención en el Arte del movimiento con todas sus  contradicciones, por momentos libertaria y en otros sorprendentemente racista y conservadora. Su final coincide con la vida intensa que vivió. Murió accidentalmente en Niza ahorcada con su chalina al viento, mientras paseaba en un auto descapotable.

Por María Laura Balmaceda. Bailarina y Coreógrafa. Profesora Nac. Sup. de Danza Clásica y Contemporánea. Especialista en Comunicación y Culturas Contemporáneas.


Temas

Danza

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios