Juicio al ginecólogo: la víctima contó el drama que vivió

Conoció la ayuda del personal de Salud Pública. Pero también sufrió las trabas y la burocracia. Esperó meses un simple análisis de embarazo, y estuvo internada en tres hospitales hasta la cesárea. Conversó con "Río Negro"

Las largas semanas internada bajo blancas sábanas y paredes amargas, R.P. aprendió a dibujar. “Pero no me sale dibujar personas”, se excusa con el aire de sonrisa que le ronda a veces por la cara.

Los hospitales, las salas de internación, están ligadas a su vida de manera indisoluble. Quisiera no volver nunca a transitarlas. Quienes en esta etapa de su vida la acompañan y contienen lo saben, y con cariño la asustan como a una niña con el cuco: “si no comés, te van a internar”. Entonces R.P. hace un esfuerzo, y come algo. Una balanza delataría que no supera los 40 kilos, pero no quiere saberlo.

Ella conoció lo mejor y lo peor del sistema de salud pública.

Antes de cumplir los 19 años se cruzó con quienes la ayudaron y con quienes virtualmente la tomaron de rehén. Su cuerpo delgado es el vértice sobre el que algunos intentan apoyar un inmenso debate en el que se cruzan intereses pesados. Pero R.P. elude las banderas y no se siente heroína. Trata de construir su futuro y ser feliz después de una vida atravesada por experiencias traumáticas. Sabe que cuando el estrépito que genera este caso se apague y los ojos que ahora la miran se concentren en otra chica, en otra parte del país o aquí mismo, ella deberá continuar adelante con sus dolores, sola.

“Río Negro” conversó con R.P. la soleada tarde del viernes en el consultorio del psicólogo Claudio Marín, quien la asiste, y en presencia de Paola, quien se define como “una persona creyente que le presentó al Señor” y la considera una hija.

Como se vio en el juicio, y en el breve contacto que tuvo con la prensa, le cuesta expresarse con la palabra hablada. Pronuncia frases cortas después de largos silencios, y a veces pide que Marín o Paola respondan en su lugar.

La semana que pasó fue distinta para ella. Asistió el juicio contra el ginecólogo Leandro Rodríguez Lastra, acusado de incumplimiento de los deberes de funcionario público.

De acuerdo con la acusación de la fiscalía, R.P. llegó a la guardia del hospital de Cipolletti el 2 de abril de 2017 a las 20 con un aborto en curso y le expresó que era víctima de violación y que deseaba interrumpir el embarazo. El médico no cumplió con su deseo, pese a que ella tenía derecho y lo había expresado por escrito, y en cambio le suministró una medicación para interrumpir las contracciones.

Para la defensa, en cambio, Rodríguez Lastra la atendió por el cuadro febril que presentaba debido a una supuesta infección e impidió que desarrollara una sepsis que podría haber derivado en “la pérdida de la capacidad reproductiva” de la joven e incluso su muerte.

R.P. es integrante de una familia numerosa: seis varones y cuatro mujeres, una de las cuales falleció cuando tenía 8 meses.

Le cuesta decir su edad y hasta la fecha de cumpleaños porque “no quiere crecer”, y se tapa la cara, un gesto que será habitual a lo largo de toda la charla.

Fue a la primaria en la 102 y a la secundaria en el CEM 41, ambas de Fernández Oro. «Me gustaba la escuela», dice con voz segura.

Ahora estudia un profesorado y se imagina trabajando en un futuro cercano. Vive sola, le escapa siempre que puede a la cocina (la comida es un tema conflictivo en su vida) pero se destaca por tener todo limpio y en orden en su departamento.

Durante la entrevista no se le preguntó por el abuso, que según datos judiciales fue en noviembre de 2016 en Roca. La denuncia está hecha, y lo investiga una fiscalía de esa ciudad.

Sobre lo que sí habló R.P. fue sobre las razones por las cuales el sistema público de salud tardó cuatro meses en confirmarle que estaba embarazada.

“Fui al hospital de Fernández Oro en enero (de 2017) porque estaba descompuesta, pero no me atendieron. No me dijeron por qué”, contó. Volvió a ir en febrero, la mandaron a Cipolletti a hacerse análisis porque en Oro no había reactivos, y los resultados se perdieron.

En marzo fue dos veces más al hospital de su localidad, la primera vez le dijeron que el resultado del examen era negativo, pero ella insistió porque para entonces ya sospechaba sobre su estado. Y recién el 27 de marzo se lo confirmaron. De inmediato avisó que no lo quería tener.

Como se sabe, el 2 de abril la derivaron a Cipolletti donde la atendió Rodríguez Lastra. “Me dijo que estaba a punto de romper bolsa, que me faltaban minutos, que esperara”, dijo R.P. “Pero pasaban las horas y nada. Me mintió”.

Quedó internada, a los pocos días cumplió 19 años, y no volvió a salir por tres meses. Durante ese período, que en el juicio fue descripto como “una novela de terror”, el “caso R.P.” empezó a convertirse en un problema para el sistema.

Intervinieron la justicia de Familia y el ministerio de Salud de la provincia, pero nadie resolvía.

El tiempo pasaba, y el estado de salud de la joven era crítico. Se negaba a alimentarse, sólo recibía suero, y su embarazo avanzaba. Estuvieron a punto de trasladarla a un centro privado para una interconsulta, pero la autorización de Salud Pública para cubrir el gasto llegó tarde. “Un día fui a visitarla y ya no estaba: la habían mandado a Roca”, contó Marín. “No, primero a Cinco Saltos”, lo corrigió R.P.

En efecto, estuvo deambulando por hospitales. Para la joven es una nebulosa porque “me pusieron una inyección para dormirme, pero me acuerdo”, dijo.

Sabe que del hospital de Cipolletti la derivaron al de Cinco Saltos por cuatro días, de nuevo al de Cipolletti, de allí al de Roca, y de vuelta a Cipolletti. Luego la cesárea, un complejo posoperatorio, el alta, varias internaciones más…

El jueves pasado, luego de los alegatos, Rodríguez Lastra le hizo señas con intenciones de acercarse.

“Lo vi. Quería hablar conmigo, pero no era el momento”.

P:Ese día vos querías volver a declarar pero no te dejaron.

R:No me dejaron.

P:¿Y el martes? (día en que se conocerá el veredicto)

R:El martes capaz que hable.

P:¿Con Rodríguez Lastra?

R:Sí.

P:¿Qué le querés decir?

Mira a Paola, a Marín, y se encierra en un silencio del que no vuelve a salir.

“Nunca se cruzaría por la mente de una mujer embarazada como consecuencia de una violación el matar, ni siquiera hacerle daño a alguien, salvo como en este caso a su propia persona. Lo que pasa por la mente de una persona abusada solo lo entiende lamentablemente otra persona abusada, ni el psicólogo ni el psiquiatra”. Así lo expresó el psicólogo Claudio Marín, quien atiende a la joven R.P. en esta etapa.

En un escrito que entregó a este diario, agregó entre otros conceptos que “de algo tiene que servir esta experiencia:se tiene que terminar el largo y penoso peregrinar de mujeres jóvenes, adolescentes que exponiendo su integridad física, psíquica y emocional, la mayoría de las veces en soledad, inundadas de angustia, tristeza y desesperación, buscan una solución”.

Datos oficiales

8.30
el martes 21 a esa hora se conocerá el veredicto del juez Álvaro Meynet. Las partes podrán apelar.
19
la cantidad de testigos que declararon en el juicio. La mayoría profesionales de la salud.

En el juicio declararon varias profesionales que atendieron antes a la víctima. Paula Salto dijo, por ejemplo, que “a ella le cuesta hablar por la doble situación traumática que atravesó:la violación y el embarazo no deseado”.

Analía Calvo declaró que en el hospital de Cipolletti “no quería comer y le costaba hablar, pero escribía cartas con mucha angustia. Decía ‘no quiero esto, sáquenme esto’ (por el embarazo). Era lo que esperaba todo el tiempo”.

Viviana Cufré, quien la atendió en el hospital de Fernández Oro cuando R.P. tuvo una crisis al enterarse de que estaba embarazada, declaró que “la vi muy muy mal, le pedí que se quedara tranquila, que la íbamos a ayudar. No fue así”.


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