La científica que conoció de cerca a los cocodrilos que hubo en Patagonia

Es la paleontóloga Zulma Gasparini. Sus descubrimientos le valieron un reconocimiento internacional. Inclusive en su honor hay un dinosaurio que lleva su nombre: Gasparinisaura cincosaltensis, un herbívoro que estaba en Cinco Saltos, Río Negro.

Zulma Brandoni de Gasparini es la paleontóloga que desde la década del 70 no ha parado de desentrañar la vida que había hace millones de años. Entre tantos aportes, uno de los que se destaca es su contribución sobre la paleontología marina. Fue pionera entre las mujeres, al integrar las expediciones en el campo, una actividad que era más común ser realizada por hombres. Sus investigaciones y descubrimientos le valieron un reconocimiento internacional e inclusive en su honor hay dinosaurios que llevan su nombre, uno de ellos el Gasparinisaura cincosaltensis, un pequeño herbívoro. Ha recibido distinciones de la comunidad científica y es Ciudadana Ilustre de la Ciudad de La Plata. Es profesora emérita de la Universidad Nacional de La Plata y además investigadora superior del Conicet. También trabaja en la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata.
 
P. ¿Cómo fue su comienzo cuando no había muchas paleontólogas mujeres?
R. Fue una historia muy rica precisamente por las pocas mujeres dedicadas a la paleontología de los vertebrados no solo en nuestro país sino en el resto del mundo. Por un lado era un mundo de hombres, pero tuve la suerte de ser aceptada y apoyada tanto en mi desarrollo como científica.

P. Gran parte de su tarea profesional fue en la Patagonia, y especialmente en Neuquén. ¿Qué la atrajo de la zona?
R. Cuando estaba llevando a cabo mi trabajo de tesis tuve la oportunidad de conocer una gran diversidad de cocodrilos fósiles en distintos museos del país. Pero me llamaron la atención los cocodrilos marinos, adaptados totalmente a la vida en el mar, de los que se conocía muy poco aquí pero mucho en Europa occidental. Esa distribución me llamó la atención y pensé que debíamos buscar evidencias en las costas del Pacífico de nuestro continente y analizar si entre estos y los de Europa había alguna relación. Obviamente el marco geológico era muy distinto al actual. El megacontinente Pangea se estaba separando en sectores menores y se abrían conexiones marinas entre ellos, por lo que también se abría la posibilidad de dispersión de la biota marina a través de los nuevos océanos. Salí entonces a buscar evidencias en la Cuenca Neuquina, en especial en la provincia de Neuquén y me contacté con geólogos chilenos que colaboraron con el proyecto.

P. ¿Qué se logró descubrir? 
R. Con los descubrimientos, los estudios anatómicos y la comparación con los especímenes frecuentes en los museos europeos pude advertir que había entre ellos una estrecha relación, y esa relación reflejada en la morfología podía estar reflejando relaciones biogeográficas. Cuando encontré las primeras similitudes en los cocodrilos marinos jurásicos, las busqué también en los ictiosaurios y los plesiosaurios, y fue cuando se sumaron mis primeros discípulos , los doctores Marta Fernández y Marcelo de la Fuente, que al especializarse encontraron mucha información que comprobó o rechazó mis primeras observaciones.

P. Con respecto a reptiles marinos prehistóricos en Patagonia, ¿qué nuevos datos aportó?
R. A pesar de que hice mis comienzos en soledad, la incorporación de paleontólogos y geólogos al programa lo hizo crecer con resultados de relevancia mundial. Descubrimos una gran variedad de cocodrilos y tortugas marinos, ictiosaurios de distintos tamaños, incluso un neonato. También plesiosaurios del grupo de los pliosaurios que fueron los predadores más impactantes de aquellos tiempos, con tamaños que tal vez sobrepasaran los 15 metros de largo. Esta etapa del programa se llevó a cabo con la participación y apoyo logístico parcial del Museo Profesor Olsacher de Zapala. Fue una etapa muy productiva que continúa bajo la dirección de la doctora Marta Fernández y varios discípulos como el geólogo Alberto Garrido, director del museo y activo integrante del equipo. No solo se ganó en el conocimiento de la diversidad de los reptiles que vivieron en la cuenca neuquina desde el Período Jurásico a principios del Cretácico, sino también que se pudieron abordar trabajos paleobiológicos tales como comprobar que tenían glándulas de la sal para expeler la que recibían al alimentarse en ambientes salinos, o la conformación paleohistológica, en varios de ellos en función de la conformación del esqueleto en su adaptación a la vida en el mar.

P. ¿La Patagonia se distingue de otros lugares del mundo?
R. La Patagonia, con su paisaje semiárido deja al descubierto gran parte de la historia de la vida en los últimos 300 millones de años o más. Hay mucho, habrá más y fundamentalmente se están formando recursos humanos, científicos y técnicos, en toda la Patagonia que le está dando aún más relevancia al área. Patagonia, Mongolia, el oeste norteamericano y algunas localidades africanas están, hoy en día, entre las más ricas del mundo desde el punto de vista paleontológico.

P. ¿Qué significó en tu vida el hallazgo de Dakosaurus andinensis, apodado “Godzilla”?
R. Ese descubrimiento fue llevado a cabo por los técnicos del Museo Olsacher de Zapala y los hermanos Sergio y Rafael Cocca. Fue increíble. A medida que se los preparaba, es decir, se desprendía la roca de los restos fosilizados, más raro nos parecía.

P. ¿Cómo era?
R. Era una mezcla de cocodrilo marino gigante y un dinosaurio, por su rostro alto y por sus dientes comprimidos y de bordes aserrados. Busqué en los museos europeos algo parecido pero encontraba en las colecciones algunos dientes similares sueltos. No mucho más. Mi desconcierto fue grande y los especialistas eran reticentes a darme una opinión. Se lo veía muy dinosauroide para ser un cocodrilo marino. Fue entonces cuando convoqué al doctor Diego Pol, especialista en cocodrilos y dinosaurios, actualmente en el Museo Paleontológico Feruglio de la ciudad de Trelew, en Chubut. Con Diego, y Luis Spalletti que le dio el marco paleoambiental, dimos a conocer al “Godzilla”, en la revista Science y en la Revista de la National Geographic en 2006.
 
P. ¿En qué nuevos proyectos estás trabajando? 
R. Estoy jubilada pero todavía soy Investigadora Superior del Conicet. Disfruto leyendo y eventualmente participando de los estudios de mis discípulos de segunda y tercera generación. En estos momentos, con la doctora Julia Desojo del Museo de La Plata y el doctor Leonardo Salgado, que es un conocidísimo paleontólogo patagónico –actualmente en la Universidad Nacional de Río Negro–, estamos editando un libro. Será un volumen especial, que publicará la Asociación Paleontológica Argentina, sobre la Historia de la Paleoherpetología argentina a lo largo de los últimos 150 años.

P. ¿Eran diferentes los ecosistemas de Neuquén y Río Negro en el pasado?
R. Sí. Eran muy diferentes entre sí y también distintos a los ecosistemas actuales. Hace 148 millones de años Neuquén era un territorio que se encontraba bajo las aguas de un mar poco profundo. Aún no se había formado la cordillera. Ese engolfamiento fue un excelente ecosistema para una biota muy diversa y por las características de los reptiles que descubrimos pensamos que ha sido un área protegida para la parición de esas grandes bestias. Aunque como reptiles, y la mayoría de ellos ponía huevos, las formas marinas parían la cría viva.

P- ¿Cómo era Río Negro?
R. Hacia mediados del Período Cretácico fue invadida por el océano Atlántico, una situación que persistió hasta hace 66 millones de años. En esos terrenos invadidos por el mar hemos encontrado plesiosaurios de cuello largo, tortugas marinas y mosasaurios, lagartos predadores de gran tamaño. También se han encontrado restos de anuros, tortugas de agua dulce, lagartos, ofidios, dinosaurios, aves y mamíferos que marcaban la proximidad de los ambientes continentales conformando entre ambos un archipiélago que se extendía hasta la parte austral de la Argentina.

Hace 148 millones de años Neuquén era un territorio bajo un mar poco profundo. Río Negro, en cambio, fue invadida por el Atlántico, situación que persistió hasta hace 66 millones de años.


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