La familia Palmieri-Palmieri, pioneros en Roca


Segunda generación de “gringos”, forjadores de trabajo genuino y de espíritu de sacrificio como todo inmigrante que se atreviera a estas tierras.


La comunicación oral y/o escrita con los descendientes de estas familias pioneras, permite reconstruir el relato de vida familiar.

Los inicios nos llevan al año 1895, cuando arribaron al puerto de Buenos Aires Constantino Palmieri y Ana Catani con sus tres hijos: Palmira, Luis y Enrique. Habían salido de Cingoli, Macerata, región de Marche, Italia. Venían con recomendaciones para ir a la estancia Fuerte Argentino en Torquinst, Buenos Aires.

Poco tiempo después arribó Pacífico Palmieri, sin relación con Constantino, llegó solo, proveniente de Filotrano, Ancona, y años más tarde lo hacen su señora Anunciata Cornelio e hijas María y Palmira. Allí trabajaron como agricultores en campos con plantaciones de trigo y otros forrajes .

En la zona de Roca estaba radicado Ramón Flores, gran emprendedor de la región, dedicado al desmonte y a administrar chacras: además, instaló la primera balsa sobre el Río Negro.

Ramón compró máquinas en Bahía, pues realizaba tareas en distintas chacras de productores que habían adquirido muchas hectáreas impulsadas la venta por la Presidencia de la Nación. Luis Palmieri, que se había especializado en el armado de esas maquinarias agrícolas y ya había conocido a otra Palmieri, María, le propone hacia 1909 casarse para venir a Roca a trabajar en el desmonte de tierras. Lo hacen con Enrique. Eran todos muy jóvenes (Luis, que era el mayor, tenía 21 años). Se lanzaron a un destino incierto, con los sueños intactos, buscando alguna casilla para vivir y soportar las inclemencias del tremendo viento patagónico.

Ramón Flores le ofreció a Luis casilla y sueldo para que trajera a su familia, por eso también vinieron sus padres, Constantino y Ana. En Torquinst quedó Palmira, la hermana de María, que se había casado con Pedro Rossini.

Para 1910 los Palmieri se instalaron en un paraje llamado Las Cañitas, y allí Luis trabajó en la chacra el señor Juan José Paso, desmontando y emparejando su chacra, donde realizó las primeras plantaciones de manzanas y viñas.

Hacía varios años que se habían establecido muchos pobladores y productores principalmente españoles e italianos, y ya había bodegas como la Canale, Freydoz, Runge, Kauffmann, Zevallos, cada una con sus viñedos. Los vientos azotaban la casilla de madera en donde vivían, y la Nona María contaba que debían cubrir los platos con trapos o pañuelos para que no se llenaran de tierra. Ella les cocinaba a los peones.

En Las Cañitas construyeron un pequeño rancho de adobe como primera vivienda y allí nació Alejandro en 1912.

Luego de unos años trabajando en la chacra de Paso, los hermanos Palmieri le propusieron elaborar un poco de vino para cuenta propia, así le podían comprar la chacra. Así fue: en marzo de 1921 firmaron el contrato de compraventa. De este modo empezaron con la elaboración de vino que almacenaban en bordalesas en un galpón-rancho hecho de ramas de álamos.

Luego, en 1923, hicieron un cuerpo de bodega en mampostería, con piletas de cemento, cubas y toneles de roble: comenzaron con envíos fuera de General Roca (a Bahía Blanca). Si bien Luis y Enrique contaban con un libro de referencia, Principii della viticoltura, fueron guiados en el inicio por Valentín Serati, propietario de la bodega El Trébol. La foto nos muestra épocas de vendimia. La bodega de los Palmieri se fue ampliando, la chacra se pobló de hijos, pero Luis falleció muy joven y quedaron María (40 años) y Enrique.

El mayor de los hijos tenía 19 años, el menor 3. Luego de Alejandro nacieron Alfredo, Rosa, Rómulo, Aurelio, Remo, Irma, Laura, Amalia y Dante. Se educaron en el Colegio Padre Stefenelli, Escuela N° 32, Colegio María Auxiliadora. Ellos fueron segunda generación de “gringos”, forjadores de trabajo genuino y de espíritu de sacrificio como todo inmigrante que se atreviera a estas tierras.

Numerosas anécdotas echan luz a esta narración de más de 100 años, en la que se entrecruzan historias ejemplares de vida, y tanto la bodega como la casa se mantienen en pie, como símbolo testigo de trabajo fecundo de Luis, María, Enrique e hijos.


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