La Luna se puso de moda

Eduardo Tempone*

Cuando la misión Apolo 11, el 20 de julio de 1969, se preparaba para que el módulo Eagle descendiera lentamente sobre la Luna, el Centro de Control -en Houston- encomendó a la tripulación estar atenta para identificar a una encantadora dama y a su acompañante, un conejo blanco.


Y les recordó una antigua leyenda china: hace cuatro mil años una mujer, conocida como Chang´e, bebió el elixir de la inmortalidad. Su cuerpo se hizo tan ligero que voló al cielo y se convirtió en una diosa. Deseosa de estar lo más cerca posible de la Tierra, paró finalmente en la Luna. Su mascota, un conejo, sería fácil de reconocer –indicó Houston- porque suele pararse sobre sus patas traseras a la sombra de un árbol de canela.


Quizás para el piloto del módulo de mando del Apolo 11, Michael Collins, quien por aquellos días daba vueltas a la Luna en soledad -mientras Neil Armstrong y Edwin Aldrin cumplían la primera hazaña lunar- esa tarea hubiera resultado más sencilla cincuenta años después.
Desde enero de este año, Chang´e y el conejo de jade se pasean por la cara invisible de la Luna.


El programa espacial de exploración lunar de China, lleva el nombre de ese personaje mítico (Chang´e 4) y el vehículo autónomo de exploración, el de conejo de jade (Yutu-2). Y como la diosa de la leyenda -que hizo de la Luna su hogar-, el plan a largo plazo es establecer una presencia permanente en el satélite de la Tierra.


Varios países planean visitar nuestro satélite. La exploración lunar ha pasado a ser una paradoja. Encierra competencia pero también cooperación internacional.



Mientras tanto, la misión no tripulada china transmite imágenes y datos que permitirán esclarecer algunos de los principales interrogantes sobre la composición geológica de nuestro satélite y la estructura de la superficie de su cara oculta. Algo que hasta ahora no se había hecho.


También, por estos días, la nave Chandrayaan-2 -la segunda misión lunar de India- repetirá esa travesía, pero con una trayectoria diferente. El viaje finalizará en septiembre, con la llegada al polo sur, donde liberará un módulo cargado de instrumentos para analizar esta zona menos conocida. Se sospecha que es propicia para algún futuro asentamiento humano.


India, si todo va bien, se convertirá en el cuarto país en alunizar una sonda, tras la Unión Soviética, los Estados Unidos y China, después del fracasado intento de la empresa israelí SpaceIl que, en abril, minutos antes de posar la nave Beresheet se estrelló contra la superficie lunar.


Hay otros programas en curso, como el de Japón, Corea del Sur, la Agencia Espacial Europea, o el de la sonda que Rusia planea enviar en el 2021 -el primero desde 1976- para revivir su programa de exploración lunar.
¿Por qué a medio siglo del primer paso del hombre en la Luna y cuando parecía ya no importar, de repente, resucita esta pasión por la musa inspiradora? ¿Será que se ha puesto de moda?


En la década de 1960 y 1970, durante los años de la Guerra Fría, fueron razones ideológicas, y asociadas a la superioridad tecnológica o de seguridad las que lanzaron a los estadounidenses y soviéticos a la carrera espacial.

Punto de partida
Pero hoy no se trata solo de repetir lo que hizo la misión Apolo. Llegar a la Luna no es el objetivo final sino el punto de partida para establecer una presencia humana permanente en el satélite y utilizarlo como trampolín para llegar a Marte, o a un horizonte más remoto.


Nuestro satélite vuelve a estar en el punto de mira.
Y esta vez, hay otros países o grupos de países interesados y también grandes emprendedores con intereses comerciales -como Jeff Bezos (Amazon), Richard Branson (Virgin Galactic) y Elon Musk (Tesla)- que con un entusiasmo inusitado planean alcanzar las estrellas embarcados en sus propias compañías.


La exploración lunar ha pasado a ser una paradoja. Encierra competencia pero también cooperación internacional. La rivalidad económica y geopolítica ocurre porque la Luna es percibida como tierra de nadie, aunque el Tratado del Espacio Exterior de 1967 -del que son parte 107 países-, impide que nadie pueda reclamar su apropiación.


Por eso, es casi seguro que en los próximos años regresen los vuelos tripulados, pero no solo de los Estados Unidos. Hombres y mujeres de otras nacionalidades podrían seguir el largo camino de los doce estadounidenses que, entre 1969 y 1972, recorrieron el suelo lunar y describieron su verdadera belleza y misterio.


Pero ya no irán a comprobar si está hecha de queso, si hay abejas o árboles, como dijo Neil Armstrong en las líneas de un poema que un grupo de niños le pidió para conmemorar el noveno aniversario del Apolo 11 (My Vacation, 1978).


Quizás descubran a la diosa y a su mascota que hace cuatro mil años habita en el lado oculto de la Luna.


(*) Diplomático


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