La naturaleza tiene nombre de mujer

Por María Laura Balmaceda*

No siempre a la historia la escribieron los soldados que construyeron imperios, los caudillos que se rebelaron a las conquistas, los mártires que dieron la vida por la patria, la ciencia con patente masculina, la cultura y las artes impresas por el genio y creatividad del hombre. Hombres son los dioses a quienes se rinde culto. Tanto en el cielo como en la tierra, son ellos quienes ponderan su imagen relegando la figura de la mujer a otra categoría de valor, siempre inferior. Para la historia oficial, la figura femenina ha sido invisible. ¿Cómo podremos descifrar la verdadera historia si no la habitan también las mujeres? Desde esta perspectiva, los hechos cambian, develándonos acciones audaces de mujeres que se destacaron en todos los ámbitos, transgrediendo paradigmas culturales y enfrentándose a múltiples adversidades. En el campo artístico, más concretamente la Danza, la consideración ha sido la misma. Sin embargo, si miramos en retrospectiva, el rol de sus intérpretes y creadoras destacadas, sus intervenciones traspasan la obra artística o los sistemas de enseñanza-aprendizaje. Loui Fuller, Isadora Duncan, Mary Wigman, Maud Allan, para dar ejemplos de las primeras innovadoras del siglo XX, precursoras de la Danza Moderna, mantienen un diálogo social con su época, encarnando personajes que se valen de su obra cautivante y transgresora, pero fundamentándose en sólidos principios filosóficos e ideología feminista, quizá sin advertirlo! Me pregunto: ¿hubiesen trascendido sus producciones sin estas bases de pensamiento?

Durante casi tres siglos la Danza Clásica consideró al cuerpo según el pensamiento mecanicista de Descartes. Estableciendo una comparación de la estructura y funcionamiento de la naturaleza con las máquinas. Isadora Duncan es la primera que habla del cuerpo como una totalidad expresiva, rompiendo con el concepto de la época! Y coherente con sus dichos, ejerció su vida, alejada de las tradiciones y convenciones morales.

Peleó por los derechos de la mujer. Vivió un amor “libre”. La vestimenta que usaba para bailar era translúcida y dejaba a la vista su cuerpo desnudo. Fue atea declarada. Su arte y su vida, acorde con sus cualidades personales, provocaron también su debacle. Aislada socialmente, empobrecida, sumida en el alcoholismo y con una historia familiar trágica. ¿Fue Isadora un genio incomprendido por ser mujer?

*Bailarina y Coreógrafa. Profesora Nacional Superior de Danza Clásica y Contemporánea. Especialista en Comunicación y Culturas Contemporáneas.

marialaura.balmaceda@yahoo.com


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