«Las reuniones», el nuevo libro de Rosario Bléfari

Rockera indie antes de que el indie fuera escena y artista multi facética, en su faceta de escritora acaba de editar “Las reuniones”, un libro de relatos con personajes siempre en movimiento.

El libro «Las reuniones» agrupa cuentos de la cantante emblema del rock independiente, actriz y escritora Rosario Bléfari, quien constela una hoja de ruta singular, con personajes siempre en movimiento, una bitácora sobre la soledad personal resaltada a través del vínculo con los demás. 
Publicado por Rosa Iceberg, el libro habla también del gusto por viajar, y sobre el tránsito, como si las tramas de estos cuentos (las intrigas, hallazgos y pérdidas de «Hudson», «Alca», «Agenda suspendida», «Lámparas de oca»), desplegadas, mostraran que todo es movimiento, vislumbraran la órbita de cada personaje en esa constelación planteada por Bléfari, donde a veces se cruzan y en otras permanecen en paralela indiferencia.
Bléfari (Mar del Plata, 1965) lideró en los 90 la banda Suárez que legó al pop experimental álbumes icónicos como «Horrible», «Hora de no ver» y «Excursiones»; de su etapa solista, a partir de 2001, suenan discos como «Estaciones» y «Misterio relámpago»; y a partir de 2010 lideró bandas como Sué Mon Mont y Los mundos posibles, con las que grabó «Contratiempo» y «Pintura de guerra».
En el cine fue actriz fetiche de Martín Rejtman, y trabajó con directoras como María Luisa Bemberg y Albertina Carri. 
Además, publicó libros de poemas como «Antes del río» y «La música equivocada», y obras de teatro como «Somos nuestro cerebro»; antes de este libro publicó «Mis ejemplos», en Chile, volumen que amplió en esta edición argentina.

– Télam: «Las reuniones» parece un libro de ruta que pone el foco en los desvíos, ¿cree que esa mirada tangencial está en su trabajo con la música y el cine? 
– Rosario Bléfari: Los personajes o situaciones de mis canciones son más celebrados, hay cierta exaltación, aún cuando haya zonas sombrías. Al mismo tiempo están más enmascarados, y es más fragmentada su aparición. En cambio en los cuentos hay más distancia, los personajes van por su cuenta de alguna forma, es como si al tener más tiempo que en una canción pudiera dejarlos vivir un poco, y no solamente tomar lo instantáneo. Tienen sus reflexiones, sus problemas, y no son los míos, me pertenecen como inventos nomás. Son cuestiones inventadas para darle sustancia a los personajes, no es mi manera de ver la vida. De todas maneras, acerca del desvío podría decir, más allá de los cuentos, que muchas veces me encuentro recordándome a mí misma algo que sé, y que es que disponemos de mayor libertad de la que tenemos en cuenta. De continuo, todo parece encargarse de decirnos que no es así, desde las limitaciones materiales hasta el miedo disfrazado de prudencia, puede pasar que no sepamos distinguirlos, no tengo idea cómo hacerlo, hay que prestar atención y también arriesgar.

– T: Los textos de «Las reuniones» vuelven sobre lo cíclico, como si quien narra se parapetara en distintas instancias de cada proceso personal, muchas veces desde la parte más oscura, donde pareciera haber nada o caos, como si entendiera que para dar sentido hay que inventar, construir. 
– R.B.: Como narradora lo que hago es hacerlos hacer cosas, los hago hablar, contarse incluso a sí mismos, subir y bajar, ir y venir y así toman existencia, eso es lo más lindo de escribir, ver eso, ver cómo una cadena de actos transforman «algo» en «alguien», y una vez que ya es un alguien es posible que empiece a dictar nuevas acciones que construyen su rumbo. Y después, para terminar, es cuestión de dejarlos de seguir, pero tratando, y no siempre sale bien, de que dejen estela, la ilusión de que seguirán sus vidas más allá de nuestro seguimiento, es como poner una cámara de reverberación a las últimas notas, o terminar con un acorde que no da sensación de conclusión. Confieso que también tengo algo de tango y a veces me tienta el chan chán del punto final, del cierre definitivo.
– T: También aparece lo siniestro, el humor negro y un absurdo que a veces linda con ciencia ficción, un realismo que se completa con ensoñaciones, como en los foto-montajes de Grete Stern.
– R.B.: Es algo que supongo que viene de los primeros amores de la literatura. Un dejo de extrañeza. Con respecto a la crueldad o egoísmo, me gusta que los personajes puedan tener comportamientos inaceptables porque no están ahí para ser aprobados, queridos o darnos un modelo de lo que debería ser la humanidad: son mosaicos, collages, tonos, al servicio del relato, disponibles para causar asombro, empatía, rechazo o lo que puedan causar.

– T: ¿Cómo es transitar por el rock, como líder femenina?
– R.B.: Es un territorio que atravesé y atravieso todavía, pero lo que yo veo andando por mi camino es único, no documenta el «panorama». El «ambiente» no sé quién lo ve, son muchas realidades simultáneas, una suma de parcialidades. Se suele fijar un imaginario, una representación del mundo del rock construida por hombres, músicos, críticos, público masculino y que tal vez corresponde a una realidad de bandas de hombres solos, pero aún así es una forma de narrar. Y esa es la única representación que se populariza. Nunca tuve oportunidad de verla y sé que existe, pero porque me la contaron, y ojalá sea pronto algo de otras épocas, cuando se habla de rock muerto se habla de ese rock, algo asociado a ese imaginario que siempre me pareció bastante estúpido. Pero en mis camarines siempre hubo hombres y mujeres, y las mujeres eran músicas que tocaban en la banda (Andrea Di Napoli, María Ezquiaga, Jésica Ojeda, Nina Suárez) o pasaban de visita como Daniela Zahra, Mora Riel, Flopa, Paula Maffia… o artistas haciendo una escenografía o vestuario (Alejandra Seeber, Cecilia Biagini, Vivi Tellas), sacando fotos (Paula Cala, Natalia Berninzoni, Euge Kais), técnicas de sonido (Inés Laurencena), iluminadoras, realizadoras de visuales y collagistas (Leticia Skrycky, Elisa Porley, Laura Córdoba, Romina Lareo). Mi vida del rock no se parece para nada a la de las películas de rock, tal vez porque yo estoy ahí, y soy una mujer y soy la líder de mis bandas. En todo caso soy la prueba de que hay otro mundo del rock que existe hace rato y tiene menos prensa porque no pertenece al imaginario conservador del rock. Volviendo a lo que los cuentos toman de mis experiencias, reconozco cierto asombro que mantengo encendido como alarma y visor. Y me interesa observar mundos que en apariencia conozco pero tratando de armarlos desde una periferia como en el caso de «Miniturismo».

Soy la prueba de que hay otro mundo del rock que existe hace rato y tiene menos prensa porque no pertenece al imaginario conservador del rock”

Rosario Bléfari

Una rockera independiente

Rosario Bléfari (Mar del Plata, 1965) lideró en los 90 la banda Suárez que legó al pop experimental álbumes icónicos como “Horrible”, “Hora de no ver” y “Excursiones”; de su etapa solista, a partir de 2001, quedan discos como “Estaciones” y “Misterio relámpago”; y a partir de 2010 estuvo al frente de grupos como Sué Mon Mont y Los Mundos Posibles, con las que grabó “Contratiempo” y “Pintura de guerra”.
En el cine fue actriz fetiche de Martín Rejtman, y trabajó con directoras como María Luisa Bemberg y Albertina Carri. 
Publicó libros de poemas “Antes del río” y “La música equivocada”, y obras de teatro como “Somos nuestro cerebro”; antes de este libro publicó “Mis ejemplos”, en Chile, volumen que amplió en esta edición argentina.


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