Los guardianes de la cadena de frío de las vacunas en Bariloche

Fundación Invap diseñó el prototipo y los jóvenes del San José Obrero se involucraron en este proyecto para ayudar a los centros de salud periféricos de la ciudad.

La rueda comenzó a girar con una necesidad. Los recurrentes cortes de luz en El Frutillar, en Bariloche, generaban preocupación desde hacía tiempo en la sala de salud del barrio. La incertidumbre por la interrupción de la cadena de frío de las heladeras llevaba constantemente a desechar lotes completos de vacunas.

Cuando esa inquietud se trasladó a la Fundación Invap dos años atrás, Erio Schweickardt dirigió el diseño y desarrollo del prototipo de un aparato al que llamaron “Supervisor de temperatura”. Y en El Frutillar ya no deben tirar vacunas. O al menos, saben qué es lo que no pueden usar.

La intención fue replicar el equipo para otros centros y se fabricaron tres más, con el aporte económico de Fundación Nutrir y el Rotary Club Bariloche. Pero requiere personal que haga el mantenimiento, los repare, programe y en un futuro no tan lejano, pueda fabricarlos.

El ingeniero en Electrónica de la Fundación Invap, entonces, contactó a la Fundación San José Obrero del barrio Malvinas para capacitar a seis jóvenes que serán los encargados de llevar a cabo cada una de las fases del proyecto.

“El grupo de Reparadores de Electrodomésticos de la Fábrica de Futuro de la fundación estará a cargo del servicio de control y programación de los equipos que controlan la temperatura de las heladeras que contienen las vacunas y los medicamentos”, explicó Fernando Fernández Herrero, referente de San José Obrero.

Jóvenes de la fundación San José Obrero, de Bariloche, hacen el control de la cadena de frío de las vacunas de los centros de salud. Foto: Chino Leiva

A fin de que los jóvenes entiendan la dimensión social de su trabajo, se convocó al director del centro de salud de El Frutillar, Felipe De Rosas, que dio una charla. El médico contó que muchas veces, los cortes de electricidad se producen los fines de semana, cuando el centro de salud está cerrado, y el personal no tenía forma de saber si se había perdido la cadena de frío o no.

“Les explicó que, por protocolo, ante la inseguridad, debían tirar las vacunas. Miles y miles de pesos. Plantearon esta inquietud a Erio que desarrolló un equipo electrónico que controla el estado de la heladera cada 20 minutos y guarda esa información en un chip. A través de una aplicación, avisa a los teléfonos, entonces se cuenta con la información exacta”, detalló Fernández Herrero.

De Rosas también habló sobre la importancia de las vacunas y la cadena de frío. “Les dijo lo difícil que es que la gente se vacune y que ellos no pueden perder ninguna oportunidad. Si alguien acude a vacunarse y le piden que vuelva en tres días, esa persona no vuelve más. No se nos tiene que escapar uno solo porque la vacuna puede llegar a salvar la vida”, mencionó.

Tras la puesta en marcha de los aparatos, se requiere trabajo de mantenimiento, recuperación de datos y configuración; en una segunda etapa, se aspira a que los chicos se capaciten en la reparación de los equipos y en una tercera, a la fabricación

¿Quiénes se sumaron a la capacitación? Tres meses atrás, un grupo conformado por tres chicos y tres chicas, de 18 a 25 años, inició un taller de reparación de aparatos electrónicos y ya cuentan con una base de conocimientos de electricidad y electrónica.

Este proyecto funciona desde el lado personal pero la maravilla es la construcción colectiva. Empiezan a hacerse amigos, tienen un proyecto común”.

Fernando Fernández Herrero.

Este grupo de trabajo recibe aparatos electrónicos que funcionan o no y si logran repararlos, los venden a precios más que accesibles. “La gente de los barrios nos compra computadoras viejas por 1000 pesos. O batidoras o caloventores. Hay un triple impacto: ecológico porque no se desecha nada, la capacitación de los chicos y el recupero social a través del trabajo y a la gente de los barrios les llega aparatos baratos”, resumió Fernández Herrero.

El desafío del grupo es adquirir una impresora 3D a futuro y que los mismos jóvenes puedan fabricar los equipos para proveer al gobierno provincial para los centros de salud.

“Todo es ganancia pura. Porque más allá del valor que tenga el equipo, ese dinero se tira en vacunas”, sintetizó el referente de la institución.


Los materiales necesarios cuestan entre 100 y 150 dólares. Un equipo similar en el mercado cuesta más de 500 dólares. 


Un prototipo mejorado con doble rol social


Erio Schweickardt, integrante del equipo ejecutivo de la Fundación Invap, desarrolló el equipo que supervisa la temperatura en las heladeras. Se trata de una caja pequeña de unos de 20 por 20 centímetros y 15, de altura.

Desde el celular se hace el seguimiento de la cadena de frío de las vacunas. Foto: Chino Leiva

“Desde 2018, fue mejorándose y puliéndose. Es un prototipo pero tiene todas las mejoras incluidas que el usuario fue pidiendo”, puntualizó este ingeniero en electrónica y continuó: “Cuando se corta la luz, avisa por mensaje de celular y sobre todo, cuando el interior de la heladera entra en zona de peligro en cuanto a la conservación de vacunas”.

Contó que “no había ningún grupo formado en el tema de instalación y mantenimiento y son cosas complejas de programar. Por eso, surgió la idea de proponer a San José Obrero ya que contaban con un grupo interesante de reparadores”.

Hay que aclarar que no es un equipo médico sino que asiste al personal médico”.

Erio Schweickardt, fundación Invap.

“No tienen miedo de meter mano, de desarmar. Hay mucha capacidad y el grupo está muy entusiasmado”, indicó.

La idea es transferirles el conocimiento para que programen los equipos y dado que están en la zona, puedan atender alguna necesidad de primera mano que tenga el centro de salud.

Schweickardt admitió que la capacitación en programación demanda mucho conocimiento y que la idea es, a futuro, “transferir el conocimiento acerca de cómo se arman e incluso, mejorarlas”.


Una fundación que trabaja en la inclusión de los jóvenes


En febrero, la Fundación San José Obrero cumple 3 años desde que empezó a funcionar con el eje en la inclusión social de los jóvenes y la articulación con las instituciones del estado.

Hoy unos 80 jóvenes participan de las actividades de la fundación del barrio Malvinas. Foto: Chino Leiva

Hoy funcionan talleres de herrería, carpintería, construcción, gastronomía, reparación de electrodomésticos y un proyecto de huerta e invernadero.

El terreno donde funciona, en Soldado Olavarría y José Obrero, fue cedido en comodato por el Municipio de Bariloche a la comunidad salesiana que, a su vez, lo cedió a la fundación.

El trabajo fuerte comenzó a fines del 2016 cuando cerró el programa País de la Sedronar para darles un lugar a los chicos que se quedaban sin ese espacio. Un año después se conformó la fundación y empezamos a arreglar el lugar. Después lo ampliamos. Pensamos en un aula más y otra más. Y hoy son 280 metros cuadrados”, contó Fernández Herrero.

Reconoce que este año “explotó el laburo. Tiene que ver con el agujero negro de la cuarentena y la crisis. Pasamos de 15 chicos a 80”.

Las becas para los jóvenes son aportadas por el municipio, el gobierno provincial y nacional. Y hoy la fundación avanza con un proyecto de construcción de viviendas sustentables, coordinados por equipos del Conicet, una iniciativa maderera con Parques Nacionales y la construcción de jaulas para controlar la población de jabalíes y la construcción de un “invernadero escuela” junto con el INTA.

Dos semanas atrás, se hizo un acuerdo con el Ministerio de Trabajo de Nación ya que el año próximo se realizarán alrededor de 12 capacitaciones. “La idea es mezclar a los pibes estables de la fundación con otros y con gente que venga de otros sectores de la ciudad, como los kilómetros por ejemplo, a aprender mosaiquismo. El proceso de integración es una de nuestras prioridades”, expresó.


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