Los jóvenes son los abanderados de la solidaridad en Neuquén

Forman grupos a través de las redes sociales y juntan donaciones para los más necesitados.

El coronavirus agravó la crisis que ya vivían algunos sectores de la sociedad, pero también hizo que germinaran gran cantidad de acciones solidarias. Muchas de ellas son encabezadas por jóvenes que, espontáneamente, se organizan para colaborar con los más necesitados.

“No me puedo quedar en mi zona de confort, cuando sé que hay un montón de gente que la está pasando muy mal”, expresó Ángela Gutiérrez, quien junto a Alen, Agustín, Vanina, Ezequiel, Laura y Marcelo, llevan adelante el grupo “Donaciones nqn”. Son todos jóvenes de entre 23 y 30 años que residen tanto en Neuquén como en Cipolletti.

A través de sus cuentas de facebook y de un grupo que crearon en la red social, los jóvenes valletanos reúnen alimentos, elementos de limpieza y de higiene, juegos, ropa, abrigo y también materiales que permitan resguardar del frío a las personas que viven en casillas. Allí publican las necesidades y luego con sus autos particulares se encargan de recogerlas y repartirlas.

Una buena parte de mercadería y ropa que recibieron durante este tiempo, la donaron al comedor Ruca Antu, donde asisten 200 personas por día. Aunque también tratan de asistir a las mujeres que están solas con sus hijas e hijos, atravesando situaciones de vulnerabilidad; así como a mujeres trans que no tienen acceso a un trabajo formal, y que están pasando una situación muy complicada al no poder ejercer ningún trabajo durante la cuarentena.

“Ahora lo que vamos a hacer es recolectar toallitas femeninas y pañales. Y también vamos a ir, una vez por semana, a comedores o merendero a ayudar en los que se necesita”, comentó Ángela.

Dentro de la ciudad, fueron varios los puentes de solidaridad que se originaron.  “Yo también doy una mano”, fue la campaña que impulsaron Lourdes Salazar y Daiana Ramos, y a la que luego se sumó Yamila Gutiérrez. Todas ellas movidas por un solo propósito: ayudar a las familias más carenciadas.


Se puede colaborar, con ambas campañas, comunicándose a través de las páginas de facebook “Yo también doy una mano” y “Donaciones nqn”.


Vamos por las casas y pasamos a buscar las donaciones. La gente las deja en la vereda y la retiramos”, explicó Lourdes Salazar sobre la metodología que aplican para ayudar a quienes más lo necesitan.

La campaña inició a fines de marzo y, como suele suceder en épocas de cuarentena, lo primero fue organizarse a través de redes sociales, para luego juntar las donaciones y repartirlas en los lugares de la ciudad que requerían más ayuda. “Había familias que llevaban una semana sin comer nada, estaban a puro té o mate”, recordó con tristeza Lourdes.

Con el paso del tiempo y la flexibilización de la cuarentena se fueron multiplicando las campañas de ayuda. Es así que “Yo también doy una mano”, comenzó a destinar su colaboración a comedores y merenderos. Uno fue Ruca Antu y otro Croki Croki. Pero en este tiempo, su mano también se extendió a los adultos mayores. “Nos escribieron abuelos que estaban solos, que tenían cáncer, y como son pacientes de riesgo no pueden salir ni a comprar. Nos pidieron ayuda y entonces les armamos unos módulos de alimentos y se los dejábamos en la vereda para que ellos los buscaran”, relató la joven.

 Para junio están preparando, junto al merendero Croki Croki, una “chocolatada popular”. Las facturas las tienen ya que varias panaderías se contactaron para donarlas, pero aún están juntando leche en polvo y chocolate.

En estos dos meses, las iniciativas para ayudar a los sectores más vulnerables proliferaron. Aunque día a día, también, se acentúa la crisis en los sectores más necesitados.



Christian (21) y Federico (23) Goenaga, desde su casa de Villa Pehuenia, decidieron que la pandemia no era excusa para cruzarse de brazos. Con los medios que tenían comenzaron con la fabricación de máscaras faciales de protección para personal de salud, bomberos y policía. Ya donaron más de 500 a personal de la primera línea de la zona, pero algunas también fueron enviadas a Buenos Aires.

“Con la impresora 3D hacemos la vincha, que es lo que sostiene el acetato. Al principio armábamos todas las máscaras con materiales que nos donaba la gente y después los compramos nosotros”, contó Federico que trabaja junto a su hermano y con la ayuda de su mamá.


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