Mes de la dislexia: el trastorno que sufre uno de cada diez alumnos

La detección temprana de esta condición, ya sea a través del médico o en la escuela, permite un abordaje que años atrás era impensado.

Años atrás, los chicos simplemente repetían de grado. Se consideraba que tenían dificultades, que no estudiaban porque no querían, no les importaba, e incluso que eran en extremo distraídos. Muchos, a medida que crecían, terminaban abandonando el colegio.

En el último tiempo, pediatras y maestros comenzaron a capacitarse en dislexia, un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura. Octubre se convirtió en el mes para visibilizar, concientizar y lograr mayor inclusión del 10% de la población que padece esta condición.

La psicopedagoga Valeria Badolato advirtió que “la dislexia es constitutiva de la persona y lo va a acompañar a lo largo de su desarrollo. Es una alteración de base neurobiológica que afecta los procesos cognitivos”.

Reconoció que “muchos padres de sus pacientes se han diagnosticado como disléxicos a partir del diagnóstico de sus hijos”.

Paula Luongo es madre de un niño disléxico de 12 años que fue diagnosticado en forma temprana, a los 6. “Como soy maestra de nivel inicial, tuve una alerta roja que me indicó que algo le pasaba. En sala de cinco, Marcos fue a la fonoaudióloga porque hablaba muy mal. Tampoco se alfabetizaba. Después de las vacaciones de invierno en primer grado, más de la mitad ya está alfabetizado”, detalló la mujer.

En ese momento, la pediatra sugirió hacer una consulta con una psicopedagoga y un test determinó que era disléxico y tenía un déficit de atención. “No está relacionado con la inteligencia. El coeficiente intelectual puede ser de medio a alto”, explicó Luongo.

Hay chicos disléxicos que terminan la primaria, la secundaria y la universidad. Pero para superarlo, el chico debe tener la autoestima alta. Por eso, el tratamiento debe iniciar precozmente».

Gabriela Arista Farini, pediatra

Por lo general, los casos de dislexia sin diagnóstico llegan a los consultorios pediátricos ya con varios síntomas. El niño siente que ir al colegio es una tortura, sienten fatiga escolar, empiezan los dolores de panza y de cabeza, vómitos, insomnio. El problema es que muchos pediatras no están formados en dislexia.

“Muchos chicos llegan muy afectados emocionalmente, con baja autoestima. Los padres les explican tarea, los chicos olvidan y los padres se enojan. Aprenden las tablas, al día siguiente no las recuerdan. Lo primero que hay que hacer es intervenir para reconstituir el vínculo familiar”, señaló Badolato.

«Muchos chicos llegan muy afectados emocionalmente, con baja autoestima», advierten. Foto: archivo

Luongo aseguró que “las familias sufrimos a la par de los chicos”.

La pediatra Gabriela Arista Farini, especialista en neurodesarrollo, aclaró que la dislexia “no es una enfermedad sino una condición y no tiene que ver con carencias emocionales, afectivas o sociales”.

“Antes, cuando los chicos repetían de grado no se investigaba demasiado la dificultad de aprendizaje. Ahora, con el conocimiento en neurociencias se sabe que el 10% de los chicos que van al colegio tienen trastornos de aprendizaje. Y de ese total, el 80% corresponde a la dislexia”, detalló.

Una ley para las dificultades específicas de aprendizaje

Cuando Marcos pasó a sexto grado, su madre decidió cambiarlo de escuela porque sufría maltrato por parte de sus compañeros que no aceptaban su dificultad. “Sucede que hasta tercer grado son chicos y no se dan cuenta. Pero después, sufren mucho”, relató.

Pese a que los primeros indicios de la dislexia se dan en el jardín de infantes, aún hoy se detecta en forma tardía cuando el niño ya pasó a segundo, tercero o cuarto grado.

A veces, hay un poco de desidia y se confunde por ignorancia. Imaginá todo lo que sufrió un niño hasta ser diagnosticado. Algunos llegan a la adultez sin saber que son disléxicos”.

Paula Luongo, madre

En 2016, se aprobó la primera ley nacional que garantiza el derecho a la educación de las personas con Dificultades Específicas de Aprendizaje (DEA). Tres años después, la Legislatura de Río Negro aprobó una reglamentación de la ley nacional a fin de que los sistemas de salud y educativo cuenten con herramientas para diagnosticar en forma oportuna y se adecuen los contenidos del colegio para estos niños.

“Pueden adquirir conocimiento de manera diferente a la léxica. No pueden leer a la velocidad de otro chico. Pero hay dispositivos, como las computadoras, tablets y material gráfico. No se trata de que tengan ventajas sino igualdad de oportunidades”, indicó Arista Farini, que integra la Asociación Disfam (Dislexia y Familia) Argentina, que se creó siguiendo el formato de Disfam España.

Muchos municipios de España, recalcó, “cuentan con adecuaciones en la universidades para que los chicos con dislexia que quieren dar el examen universitario tengan más tiempo. No les cambian el examen sino que les dan tiempo. Esto hace una gran diferencia porque el tiempo de lectura es mayor”.

Badolato, que, además es profesora en educación especial, contó que “cuando se diagnostica dislexia, los mismos chicos se relajan. ‘Ah, no soy un tonto’, te dicen. Al día de hoy siguen llegando chicos en sexto o séptimo grado que te plantean: ¿para qué me esfuerzo si igual me va mal?”

Señaló que ante un caso de dislexia, se trabaja con adecuaciones e intervenciones y se asesora a las escuelas. “Algunos maestros tienen una amplitud muy buena que solo necesitan aprender y con ellos, tenemos una buena ida y vuelta. A otros les cuesta flexibilizar”, reconoció.

La evolución, dijo, “es buena en la medida que haya acompañamiento de la escuela y familia. El tratamiento solo por sí solo no hace magia. Necesitamos una responsabilidad ineludible de la escuela para arbitrar los medios para minimizar las barreras del aprendizaje y la participación”.


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