Niños enchupetados: ¿Quién se ocupa de sus emociones?

La psicopedagoga Laura Collavini representa, en base a cientos de charlas con padres y con una historia ficcional (pero con hechos reales), los miedos y la sobreprotección a la que muchos niños son sometidos. ¿Qué carencias dejamos de lado?

Hoy comparto con ustedes una historia basada en hechos reales. Armé un diálogo y van a encontrar en varias ocasiones paréntesis con una reflexión de mi parte a ese pensamiento.


Progenitor: Quiero que mi hijo/a sea feliz.
Entrevistadora: ¿Qué es ser feliz?
P: Que sepa encontrar lo que quiere en su vida y luchar por eso. Que pueda desenvolverse. (¿Luche o disfrute?)

E: ¿Qué es desenvolverse?
P: Que pueda encontrar caminos que lo lleven al destino que quiere. (¿Mirada al destino incierto o apuntar al proceso presente, cierto?).

E: ¿Cómo podría saber qué destino quiere?
P: No sé, eso tendrá que verlo él. (¿Cómo se puede descubrir algo que no se vivencia? Solemos basar nuestra realidad en algo abstracto y nos olvidamos el presente que para la niñez es lo fundamental).

E: ¿Cómo harías para ayudarlo a encontrar lo que quiere?
P: Con ejemplo de trabajo digno y responsable. Le damos todo, su responsabilidad es estudiar, solo eso. Nosotros le damos todo lo que pide y más, todo lo que necesita. (Con argumentos de “todo lo hago por vos”, con expresión de sufrimiento les transmitimos culpa y deseos de hacer algo diferente, sin sufrimiento, no es el camino para lograr que el otro sepa qué hacer de su vida y le coartamos la posibilidad de contar su emoción, sensación).

E: ¿Y ustedes cómo identifican que necesitan?
P: ¿Qué pregunta es esa? Pide un juguete lo tiene, pide un dispositivo, lo tiene, lo que quiere, tiene. (Solemos tapar con cosas lo que no podemos ofrecer en otra forma: buen trato, diálogo, escuchar otra forma de ser, etc.).

La conexión con los hijos no siempre es la idónea.


E: ¿Y usted considera que es el camino para desenvolverse?
P: No lo sé. Pero es escuchado en sus deseos. Tiene padres que hacen mucho esfuerzo para darle los gustos. (Confundimos deseos con caprichos. Cuando un chico es mirado de verdad por su entorno se ve claramente en su mirada y forma de expresión).

E: ¿Darle los gustos es indispensable para saber qué quiere?
P: Por lo menos no tiene que padecer como hicimos nosotros.

E: ¿Padecer es no tener lo que quiere en cuestiones materiales?
P: Si ves que otro lo tiene y yo no, sufrís. (Entramos en una carrera que anula al ser humano, solo vemos producción).

E: ¿Cómo sabés si tu hijo sufre?
P: Cuando llora sufre. Cuando se queja. (El llanto, el expresar frustración es parte de las emociones lógicas de las personas, que solemos tapar porque les tenemos temor)

E: ¿Cómo sabes?
P: ¿Que sufre? Y, obviamente no va a llorar porque está feliz. (Cuando alguien llora solemos decir “no llores”, sin embargo todos experimentamos que después de un buen llanto nos sentimos más aliviados).


E: ¿Qué sentís cuando llora?
P: Impotencia. Quiero que no suceda. Me duele. Me hace sentir impotente. (Es una fantasía que como padres podamos lograr que no sufran. Sólo podemos acompañar a que armen herramientas para manejarse en adversidades)

E: ¿Y al darle lo gustos te hace sentir mejor?
P: Por supuesto, ¿A qué padre no le gusta darle todos los gustos a sus hijos? (Vivencio la felicidad de los chicos cuando sus padres juegan con ellos y se divierten, cuando comparten actividades que ambos disfrutan y cuando son escuchados y juntos charlan y se cuentan experiencias, cuando los papás ayudan a resolver un problema).

E: ¿Cuántos años tienen?
P: 5 y 8.

E: ¿A qué les gusta jugar?
P: A la play, a los jueguitos del celu. (No los considero juguetes, carecen de simbolización).

E: ¿Tienen juguetes?
P: Algunos, pero no le dan mucha bolilla.

E: ¿Juegan con otros chicos?
P: Poco, en el cole. La maestra dice que el más chico se enoja mucho cuando algo no le sale y rompe las cosas y a veces no quiere jugar. El más grande juega en la escuela, pero ya no tanto. No cuenta mucho de los chicos, cada uno está en la suya, como son los chicos ahora… (La ausencia de socialización y juego en veredas, clubes, esquinas, escuelas produce un impacto intenso y profundo en el desarrollo de la niñez. Una persona que no comparte, debate, discute, coopera, compite va limitando sus posibilidades de armar estrategias sociales y cognitivas, si lo que nos preocupa es el futuro, deberíamos empezar estimulando, fomentando y respetando el juego).


Esta es una historia inventada basada en hechos reales, de cientos de charlas con padres que relatan más o menos esto. Padres ocupados por el futuro y sostener económicamente un presente que garantice una supuesta estabilidad… económica.

Niños enchupetados. Inventé el adjetivo pero debería estar en el diccionario. Infancia y adolescencia conectada a un dispositivo que desconecta las emociones.

Bebés en el súper con el celu y los dibujitos mientras los padres revisan los precios. ¿Qué genera? Que el niño no tenga ni la menor idea dónde está ni qué está pasando a su alrededor. Sus conexiones cerebrales están con menor movimiento a falta de estímulos. No hay caprichos. Padres comprando tranquilos, ¿y de los estímulos y emociones del niño quién se ocupa?

Cuando hablamos de “conexión” deberíamos hacerlo primero conectándonos con nosotros mismos y tratando de conocer qué nos pasa con lo que vemos.

Por Laura Collavini (lauracollavini@hotmail.com)


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