¿Puede un algoritmo crear y reclamar derechos de autor?
La IA solo reorganiza lo aprendido: no sueña, no siente y no comprende el impacto ni la intención detrás de lo que genera.
La IA ya no es solo una herramienta para automatizar tareas repetitivas o procesar datos. Ahora, compone música, pinta cuadros y escribe historias ¿Estamos ante una verdadera revolución creativa o frente a lo que ya conocemos? La IA imita, combina y reproduce, pero ¿puede realmente crear algo nuevo? Y más importante aún, si una máquina genera una obra, ¿quién tiene derecho sobre ella?
Los algoritmos de IA analizan grandes volúmenes de información para detectar patrones y combinarlos de nuevas maneras. Una IA que pinta, por ejemplo, estudia miles de cuadros y los reorganiza en función de lo aprendido. Aquí nos detenemos: no hay inspiración, emoción, ni intención detrás de su creación, su originalidad se basa en la recombinación de datos preexistentes.
La creatividad humana surge al fusionar nuestras experiencias, emociones y percepciones del mundo. La imaginación nos permite romper patrones y crear una obra que es tanto original como única. En cambio, la IA solo reorganiza lo aprendido: no sueña, no siente y no comprende el impacto ni la intención detrás de lo que genera.
¿La automatización está matando nuestra imaginación?
Integrar la tecnología en el proceso creativo puede ser una ventaja, pero también puede volverse una barrera. La comodidad de recurrir a respuestas rápidas, soluciones predefinidas, puede hacer que dejemos de lado la innovación y el pensamiento crítico. Si dependemos de la automatización, corremos el riesgo de perder la originalidad y la búsqueda que surge cuando nos enfrentamos a los desafíos creativos.
Sin embargo, la IA, lejos de ser una amenaza, es una herramienta que potencia y complementa la creatividad. Un claro ejemplo es “A Film For The Future”, un proyecto en el que Coldplay y Microsoft combinaron música, arte e IA. Esta experiencia permite a los fans crear sus propios clips personalizados, haciendo de cada fragmento un reflejo individual dentro de una galería comunitaria. No solo redefine cómo interactuamos con la música, sino que transforma la experiencia en algo inmersivo e interactivo.
En el ámbito del marketing, BMW sobresalió con su campaña de arte, “The Ultimate Masterpiece”. En este caso, un algoritmo aprende de estilos artísticos históricos y contemporáneos para crear una obra que fusiona lo clásico con lo moderno. El resultado es una pieza digital única, proyectada sobre el BMW Serie 8 Gran Coupé, que redefine la interacción entre arte, innovación y tecnología.
Otro ejemplo interesante es el de “Théâtre d’Opéra Spatial”, una pintura creada por Jason M. Allen con IA, que ganó el primer premio en el concurso de bellas artes de la Feria Estatal de Colorado. Este reconocimiento marcó un hito, al ser una de las primeras imágenes generadas por IA en ganar un concurso de arte, desafiando las nociones tradicionales sobre autoría y creatividad.
La autoría: ¿Quién es el verdadero creador?
Hoy en día, las máquinas no solo asisten en la creación artística, sino que, en algunos casos, parecen ser capaces de “crear” por sí solas. Un ejemplo es el proyecto “The Next Rembrandt”, donde una IA fue entrenada con miles de obras del pintor holandés para generar una pintura nueva siguiendo su estilo característico. Aunque la máquina ejecutó el proceso creativo, éste estuvo completamente guiado por humanos. Entonces, ¿quién debería ser considerado el autor de la obra: los desarrolladores que diseñaron el software o la propia máquina?
En EE.UU, por ejemplo, la Oficina de Derechos de Autor ha establecido que solo se otorgan derechos de autor a obras en las que exista una contribución creativa humana significativa. Sin embargo, en el Reino Unido, consideran autor a quien toma las decisiones más importantes para la creación de la obra, como los desarrolladores de sistemas de IA. Este planteamiento podría abrir un camino hacia el reconocimiento de los diseñadores y operadores de IA, lo que podría cambiar radicalmente el paradigma sobre la propiedad intelectual.
En Argentina, la Ley 11.723 de Propiedad Intelectual protege exclusivamente las obras creadas por seres humanos, dejando un vacío legal respecto a las creaciones generadas con la asistencia de IA. A su vez, ni la “Ley de Marcas y Designaciones”, ni la “Ley de Patentes de Invención y Modelos de Utilidad”, tampoco abordan el reconocimiento de estas nuevas formas de creación. Otro interrogante es ¿Qué sucede cuando una IA produce una obra sin intervención directa de una persona? La legislación actual no contempla a las máquinas como titulares de derechos de autor. Si un algoritmo produce una pintura, un poema o una canción, ¿quién es el propietario de esa obra? ¿El programador? ¿El propietario del sistema de IA? ¿La empresa que financió el proyecto? Y, en un futuro no tan lejano, ¿deberíamos considerar reconocer derechos a la propia IA?
Creatividad, sello humano
El verdadero valor de la creatividad sigue siendo profundamente humano. Si eliminamos el papel del humano en la creatividad, solo quedaría el azar de combinaciones aleatorias de datos sin intención ni significado. Debemos encontrar el equilibrio entre el potencial tecnológico y la esencia de la creatividad. Al mismo tiempo, es crucial repensar y adaptar la legislación para definir quién o qué puede ser considerado autor en la era digital.
* Integra el Instituto de Derecho e I.A. del Colegio De Abogados y Procuradores de Neuquén dirigido por Vanesa Ruiz.
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