Política exterior “alberdiana”: vigencia de su visión estratégica

Pablo Benítez Jaccod*


Como en el siglo XIX, las instituciones del “Rule of Law”, o Estado de Derecho, son las que posibilitan la inversión, la innovación y chances de progreso y libertad a sus habitantes.


Aunque muchos no lo sepan, la Constitución de 1853 y el pensamiento de Juan Bautista Alberdi a través de sus libros “Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución 1853” y política exterior argentina: según su Constitución de 1853 contienen los lineamientos y objetivos centrales de la política exterior, a la que el autor consideraba “la llave de riqueza y prosperidad, para vencer el desierto, atraso material y la pobreza”.

Repasar su pensamiento es de vital importancia para clarificar los temas de la política exterior argentina que son tan centrales al desarrollo del país y su futuro, es un mandato sano sobre todo en este tiempo de grandes disputas públicas. Si podemos fijar los principios sobre los que debe regirse sería un paso importante en la búsqueda de la normalidad internacional. A pesar de un puñado de esfuerzos, lo que ha caracterizado a la Argentina es el perfil autárquico, de confrontación, irrelevancia y decadencia en lo que respecta a la inserción en el mundo.

La diplomacia en Sudamérica no es ciencia ni profesión. Debería ser unas de las partes más cuidadas de la enseñanza del derecho público”

Juan Bautista Alberdi

Alberdi planteaba: “Donde no existen intereses extranjeros, la política exterior no puede existir, porque no tiene objeto”. ¿Cuál es ese objeto al que Alberdi hace alusión? “El objeto de la política exterior consiste en las reglas, en la legislación, en los actos dirigidos a desarrollar y agrandar más la afluencia de los capitales, de las poblaciones, del comercio, hacia los países nacientes y despoblados de la América del Sur”. Claramente el interés nacional y sus objetivos, a los que hace alusión Alberdi, son equivalentes al principio de supervivencia como nación. Interés al cual es necesario darle una base económica sólida, la única forma de que esta no quede en un compendio de buenas intenciones retóricas.

Consideraba sumamente importante el perfil y la preparación de la diplomacia nacional: “Lo que son los diplomáticos y cónsules de Sudamérica en Europa. Las legaciones son destinos de ambiciosos o canonjías de caudillejos envejecidos; o favores hechos a fatuos que viven del humo de las cortes. Rara vez son dados a hombres inteligentes y patriotas”. Advertía que “La diplomacia en Sudamérica no es ciencia ni profesión. Debería ser unas de las partes más cuidadas de la enseñanza del derecho público”.

Alberdi visualizaba que nuestra política exterior debe ser económica y comercial por excelencia, consideraba que debía buscar en Europa, que liderada por Gran Bretaña en el siglo XIX era la síntesis de comercio, apertura, cultura y progreso, tratados de comercio y navegación: “Tratados que rodeen de igual inmunidad todo banco, todo ferrocarril, canal, muelle, fábrica, en que flote una bandera de la nación amiga a que pertenezca el que explota esas industrias, ejerciendo un derecho civil que ha consagrado la Constitución, y que deben garantizar los tratados en favor de los capitales extranjeros. Será el único medio de colocarlos al abrigo de nuestra guerra civil inacabable”.

El análisis de Alberdi marca una clara comprensión de las ventajas de anclarse a países de alta calidad institucional. Al igual que en el siglo XIX, siguen siendo las instituciones del “Rule of Law”, conocidas genéricamente como Estado de Derecho, las que posibilitan la inversión, la innovación y ofrecen más oportunidades de progreso y libertad a sus habitantes.

El efecto de estos tratados sobre las inversiones sería según Alberdi el “de atraerlos del extranjero, de fijarlos en el país y de obtener la baja del interés por la disminución de los riesgos que hacen subir al interés. Eso es colocar bajo la garantía de los tratados la civilización material de la República Argentina que, como se ha dicho, consiste en los capitales transformados en ferrocarriles, telégrafos, canales, puentes, muelles, fábricas”. Acá vemos una clara conciencia de lo que hoy se conoce como “riesgo país”. El cual aumenta cuando hay riesgo de default, devaluación, inseguridad jurídica, repentinos cambios de reglas impositivas, falta de respeto a los derechos de propiedad, etc.

Sobre la mención a la “guerra civil inacabable”: aunque en la Argentina no hay guerra civil, ha prevalecido algo muy similar, la “barbarie política”. Los bárbaros según Alberdi roban a sus pueblos el derecho a la paz, la seguridad y la verdad. Décadas de inestabilidad institucional reflejada en golpes de estado y violencia política confirmaron sus temores. El populismo económico ha destruido el capital, la riqueza y ha condenado a la pobreza e indigencia a buena parte de la población.

Por esta razón Alberdi deja bien en claro que “el sistema económico de la Constitución argentina debe buscar su más fuerte garantía de estabilidad y solidez en el sistema económico de su política exterior”. Temía que sin esa “garantía internacional, la libertad económica argentina se verá siempre expuesta a quedar en palabras escrita y vanas”. Alberdi advierte el costo de repudiar estos tratados. Para un país pequeño e inestable más cerca del polo sur que de los centros económicos de importancia desconocer un tratado con una superpotencia implica quedarse a la intemperie, sin ancla en el mundo, desenchufado de la corriente mundial del comercio y la inversión. “El día que la Confederación desconozca que esos tratados valen más para su riqueza y prosperidad que la constitución misma que debe vivir por ellos, puede creer que su suerte será la misma que bajo el yugo de los reyes de España y de los caudillos como Rosas”. Para Alberdi, toda política opuesta al libre comercio o a la inversión extranjera es “un cambio reaccionario” que atenta contra el desarrollo y el futuro de la Argentina.

Otra mención notable en este libro es la que hace sobre la búsqueda de los mercados del Asia Pacífico en asociación con la República de Chile, su visión estratégica de futuro en este punto es de vanguardia: “Los ferrocarriles que hoy se hacen en Chile servirán a la explotación de las minas argentinas, que tal vez están llamadas a exportar sus productos por la costa del Pacífico, mediante tratados que en materia de industria hagan de Chile y de la Confederación un solo país indivisible. Los grandes caminos no tienen patria; los de Chile son tan argentinos como los de aquel país chileno. El artículo 27 de la Constitución nacional argentina se respalda en estos fundamentos, es hora de comenzar a honrar esta visión estratégica de total actualidad.

*Fundación Progreso y Libertad (Neuquén)


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