“Ponete en mi lugar”
Muchas veces uno escucha decir la frase “ponete en mi lugar” o “ponete en su lugar” y ciertamente encierra un mensaje por el cual alguien quisiera que otro intente comprender determinada situación, haciendo el esfuerzo de situarse en el lugar y el sentir del otro en determinada circunstancia. A través de estas frases se pueden tratar de entender desde las situaciones más simples (se golpeó el dedo con un martillo, ponete en su lugar) hasta situaciones complejas, como lo es una sociedad con problemas de diferente índole que destruyen a la misma. Verificando las edades de los jóvenes que delinquen o están cooptados por las drogas y el alcohol, se puede visualizar que estas edades varían entre los 17 y los 25/27 años promedio. Si bien existen numerosos y muy serios estudios al respecto, quisiera tomar esas edades para establecer un punto de partida entre el nacimiento de estos jóvenes y las políticas que imperaban en esas épocas. Quienes tienen 17 años nacieron durante el gobierno de Menem (1996) y quienes tienen 25 años, durante el gobierno de Alfonsín (finales) y comienzo del menemismo. Casi se podría decir que la edad promedio de nacimiento de un joven delincuente pertenece a la era menemista y particularmente no creo que sea una casualidad. Durante la dictadura militar del 76 al 82/83, el país sucumbió ante un nivel de violencia institucional pocas veces experimentado y a su vez fue sometido económicamente a tal punto que sus industrias fueron diezmadas y la deuda externa creció 460%. Durante el menemato pasó algo similar en cuanto a la planificación económica, ya que la deuda creció 185%, cerraron más de 20.000 empresas y se volvió a la cultura del dólar, la especulación financiera, el cierre de escuelas técnicas y la importación indiscriminada que terminó de sepultar lo que quedaba de esa industria nacional que nunca termina de hacerse grande. Para quienes no entienden el tema de la deuda externa, les puedo decir que si no existiese en nuestro país, tampoco habría pobres. La deuda es una herramienta de dominio cuyo fin es empobrecer, generar violencia civil y dominar a los pueblos. Nuestra deuda, dicho sea de paso, es ilegítima, inmoral y fraudulenta, tal cual lo dice el fallo del juez federal Jorge Ballesteros en la causa Alejandro Olmos y que, en mi opinión, debería ser materia de estudio en todos los colegios de la Argentina. Prosiguiendo, el régimen menemista tuvo una “cualidad”: postulaba la viveza argentina por sobre todas las cosas. Un presidente corriendo por una ruta arriba de 200 km/hora o codeándose con la farándula y modelos famosas parecía un modelo a seguir. La cultura del trabajo fue defenestrada por planes sociales que comenzaron a ocuparse de los miles de desempleados que el neoliberalismo arrojaba a la calle todos los días. En este contexto –y mucho peor aún– nacieron nuestros jóvenes delincuentes del 2013. Padres desempleados, escuelas cerradas, industrias en desaparición, empresas estratégicas argentinas rifadas al extranjero, planes sociales sin contrapartida de trabajo, denigración de la escuela pública y una paridad mentirosa y cipaya con el dólar fueron amoldando a los padres y luego a los jóvenes que hoy en día no conocen otra forma de vida que el quedarse con lo del otro, quienes bien nos podrían expresar “ponete en mi lugar”. A todo esto por supuesto agreguemos el crecimiento mundial de la producción y comercialización de estupefacientes y una cultura del consumo indiscriminado y del individualismo, que también ciertamente aportaron lo suyo. Está claro que el Estado nacional de la década de los 90 generó un ejemplo que si hoy lo queremos extrapolar, podríamos decir que mínimamente merecía el mote de delincuencial, porque no encuentro otra definición para quienes nos vendieron atados de pies y manos al extranjero y se dedicaron a promover un país ficticio que terminó de derrumbarse definitivamente con la Alianza, merced a seguir fielmente el modelo impuesto por el menemismo, que en definitiva seguía a pie juntillas los designios del Banco Mundial, el FMI y toda la parafernalia financiera internacional que hoy no sabe cómo explicar las bondades de un modelo que, como un boomerang, les pegó en la cabeza a los países europeos, EE. UU. y la mismísima China. Jorge Luis Fernández Avello DNI: 12.862.056 – Bariloche
Jorge Luis Fernandez Avello DNI: 12.862.056 – Bariloche
Muchas veces uno escucha decir la frase “ponete en mi lugar” o “ponete en su lugar” y ciertamente encierra un mensaje por el cual alguien quisiera que otro intente comprender determinada situación, haciendo el esfuerzo de situarse en el lugar y el sentir del otro en determinada circunstancia. A través de estas frases se pueden tratar de entender desde las situaciones más simples (se golpeó el dedo con un martillo, ponete en su lugar) hasta situaciones complejas, como lo es una sociedad con problemas de diferente índole que destruyen a la misma. Verificando las edades de los jóvenes que delinquen o están cooptados por las drogas y el alcohol, se puede visualizar que estas edades varían entre los 17 y los 25/27 años promedio. Si bien existen numerosos y muy serios estudios al respecto, quisiera tomar esas edades para establecer un punto de partida entre el nacimiento de estos jóvenes y las políticas que imperaban en esas épocas. Quienes tienen 17 años nacieron durante el gobierno de Menem (1996) y quienes tienen 25 años, durante el gobierno de Alfonsín (finales) y comienzo del menemismo. Casi se podría decir que la edad promedio de nacimiento de un joven delincuente pertenece a la era menemista y particularmente no creo que sea una casualidad. Durante la dictadura militar del 76 al 82/83, el país sucumbió ante un nivel de violencia institucional pocas veces experimentado y a su vez fue sometido económicamente a tal punto que sus industrias fueron diezmadas y la deuda externa creció 460%. Durante el menemato pasó algo similar en cuanto a la planificación económica, ya que la deuda creció 185%, cerraron más de 20.000 empresas y se volvió a la cultura del dólar, la especulación financiera, el cierre de escuelas técnicas y la importación indiscriminada que terminó de sepultar lo que quedaba de esa industria nacional que nunca termina de hacerse grande. Para quienes no entienden el tema de la deuda externa, les puedo decir que si no existiese en nuestro país, tampoco habría pobres. La deuda es una herramienta de dominio cuyo fin es empobrecer, generar violencia civil y dominar a los pueblos. Nuestra deuda, dicho sea de paso, es ilegítima, inmoral y fraudulenta, tal cual lo dice el fallo del juez federal Jorge Ballesteros en la causa Alejandro Olmos y que, en mi opinión, debería ser materia de estudio en todos los colegios de la Argentina. Prosiguiendo, el régimen menemista tuvo una “cualidad”: postulaba la viveza argentina por sobre todas las cosas. Un presidente corriendo por una ruta arriba de 200 km/hora o codeándose con la farándula y modelos famosas parecía un modelo a seguir. La cultura del trabajo fue defenestrada por planes sociales que comenzaron a ocuparse de los miles de desempleados que el neoliberalismo arrojaba a la calle todos los días. En este contexto –y mucho peor aún– nacieron nuestros jóvenes delincuentes del 2013. Padres desempleados, escuelas cerradas, industrias en desaparición, empresas estratégicas argentinas rifadas al extranjero, planes sociales sin contrapartida de trabajo, denigración de la escuela pública y una paridad mentirosa y cipaya con el dólar fueron amoldando a los padres y luego a los jóvenes que hoy en día no conocen otra forma de vida que el quedarse con lo del otro, quienes bien nos podrían expresar “ponete en mi lugar”. A todo esto por supuesto agreguemos el crecimiento mundial de la producción y comercialización de estupefacientes y una cultura del consumo indiscriminado y del individualismo, que también ciertamente aportaron lo suyo. Está claro que el Estado nacional de la década de los 90 generó un ejemplo que si hoy lo queremos extrapolar, podríamos decir que mínimamente merecía el mote de delincuencial, porque no encuentro otra definición para quienes nos vendieron atados de pies y manos al extranjero y se dedicaron a promover un país ficticio que terminó de derrumbarse definitivamente con la Alianza, merced a seguir fielmente el modelo impuesto por el menemismo, que en definitiva seguía a pie juntillas los designios del Banco Mundial, el FMI y toda la parafernalia financiera internacional que hoy no sabe cómo explicar las bondades de un modelo que, como un boomerang, les pegó en la cabeza a los países europeos, EE. UU. y la mismísima China. Jorge Luis Fernández Avello DNI: 12.862.056 - Bariloche
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