“Prestar atención desde el jardín”
Profesora de Educación Especial y directora de Nivel Inicial, Gabriela Mures sostiene que en el jardín de infantes no hay bullying, pero desde su experiencia admite que en ese espacio se pueden prevenir conductas agresivas que a la larga podrían encuadrarse en aquel fenómeno. En diálogo con “Río Negro”, señaló: • No existe el bullying en el jardín de infantes; sí conductas que van definiendo estilos de los niños de relacionarse entre sí. Se trata de roles que permiten reflexionar sobre qué chicos se insinúan como líderes y cuáles como sumisos potencialmente blanco de agresiones. Éste es el fundamento que hace del jardín de infantes, en el marco de la función educativa, un espacio para la prevención. • Aun en el reconocimiento de esta realidad, hay que advertir sobre ciertas conclusiones que de ella se pueden extraer; es decir, que un chico evidencie ciertas conductas – como naturaleza agresiva– no implica que potencie esas conductas en el Nivel Primario. • En el jardín, la sala de 5 años suele ser un espacio donde emergen perfiles de liderazgo y otras conductas. Se expresa –por caso– el líder negativo, que es aquel nene que organiza para molestar a otro nene, por ejemplo, diciendo “vamos a jugar a esto” pero en la práctica del juego el otro nene queda excluido. • Cuando se reflexiona al jardín de infantes desde ciertas conductas de los nenes hay que tratar de determinar si son expresiones de un vínculo con algo cotidiano. Esto se relaciona con una realidad: el niño imita lo que ve; es decir, si por razones familiares, por influencia incluso de la televisión, se está formando en un ambiente donde la relación pasa por la violencia física, verbal, en la vida de relación que ese nene teje en el jardín es posible –si no seguro– que prime a escala de niño ese tipo de conductas. • Relacionado con esto está lo que generalmente se denomina el “modelo de éxito”. Si un nene logra, en su vinculación con sus compañeritos, lo que él quiere en términos agresivos y sin que nadie le diga nada, sin que nadie le señale que no se tiene que vincular de ese modo, ese nene asimilará que está en el camino correcto; de ahí lo de “modelo de éxito”, aunque él no lo conceptualice en esos términos. Él lo que percibe son los resultados. Si no hay corrección a esa conducta y ésta se reproduce, es posible que a la larga ese estilo derive en un patrón de bullying. Pero aquí también hay una salvedad: es cierto que en esta etapa –la jardinera– difícilmente pueden sostener en el tiempo, a largo plazo, una conducta de hostigamiento. Pero esto no implica no intervenir desde la familia y la docencia si hay atisbos de situaciones de esa naturaleza. • Hay que dejar claro que el “modelo de éxito” es una manifestación de la cultura, la conducta imperante en el ámbito familiar y en la cotidianidad que el nene vive en ese espacio y en el afuera. Si el nene va en el auto con el papá y ve que el papá ante cualquiera de las vicisitudes propias del tránsito reacciona agresivamente, gritando, insultando, amenazando… bueno, irá asimilando que ésa es la conducta a seguir. El nene no conceptualizará si el papá logró algo con su reacción, simplemente asume que ése es el camino a seguir. Con independencia de lo que el nene va asimilando en términos de palabras con escenas de esa naturaleza, también asume la gestualidad física, las formas en que, desde lo físico, se expresan esas reacciones. • ¿Cuáles son las “ganancias”, por así denominarlo, de una conducta agresiva por parte de un nene? Sin que esto implique circunscribir la respuesta a estas “ganancias”, digamos que el nene busca que le presten atención, conseguir lo que desea en un sentido más amplio, no ajustarse a normas, controlar, manejar el círculo de nenes que lo rodea y, en consecuencia, que éstos cedan. • ¿Qué hacer desde el jardín de infantes ante este tipo de conductas que eventualmente podrían –reitero, podrían– alentar el bullying cuando el nene esté en otros planos del sistema educativo? Partamos de que el jardín solo no puede tratar el problema, es una tarea que requiere de la familia. El jardín es un espacio importante en la prevención, pero lo es también la familia. La maestra jardinera juega un rol importante en la detección del problema y mediante entrevistas con los padres puede determinar naturalezas, contenidos de cómo es esa familia, qué lugar ocupa el nene en ese ámbito, etcétera. La comunicación docente-familia ayuda si ésta asume que también forma parte del problema. Yo participo, además, del convencimiento de que hay problemas de conducta que no se resuelven admitiendo el clásico “son cosas de chicos”, una frase inconducente para acercarse a la realidad. Hay conductas que no conviene minimizar, deben ser advertidas sin temor como cuestiones en las que hay que intervenir. También participo, en relación con la prevención, de la utilidad que tiene lo que llamo “el reglamento de sala”. Es un instrumento, una herramienta, que sirve para establecer normas que hacen a la convivencia, un acuerdo que debe conocer la familia. No se trata de cortar alas, de rigorear a los nenes; tampoco de la aplicación de formas y estilos autoritarios para trabajar con ellos. Se trata simplemente de que conozcan límites, comprendan que los actos de uno tienen que ver con los demás. (Norma Mures es docente especializada en discapacitados mentales y sociales y directora de Nivel Inicial en una escuela en Capital Federal. Integra el equipo Bullying Cero Argentina del Cidep).
Carlos Torrengo carlostorrengo@hotmail.com
Mures puso énfasis en que los chicos incorporen pautas de convivencia y normas desde los primeros años.
Profesora de Educación Especial y directora de Nivel Inicial, Gabriela Mures sostiene que en el jardín de infantes no hay bullying, pero desde su experiencia admite que en ese espacio se pueden prevenir conductas agresivas que a la larga podrían encuadrarse en aquel fenómeno. En diálogo con “Río Negro”, señaló: • No existe el bullying en el jardín de infantes; sí conductas que van definiendo estilos de los niños de relacionarse entre sí. Se trata de roles que permiten reflexionar sobre qué chicos se insinúan como líderes y cuáles como sumisos potencialmente blanco de agresiones. Éste es el fundamento que hace del jardín de infantes, en el marco de la función educativa, un espacio para la prevención. • Aun en el reconocimiento de esta realidad, hay que advertir sobre ciertas conclusiones que de ella se pueden extraer; es decir, que un chico evidencie ciertas conductas – como naturaleza agresiva– no implica que potencie esas conductas en el Nivel Primario. • En el jardín, la sala de 5 años suele ser un espacio donde emergen perfiles de liderazgo y otras conductas. Se expresa –por caso– el líder negativo, que es aquel nene que organiza para molestar a otro nene, por ejemplo, diciendo “vamos a jugar a esto” pero en la práctica del juego el otro nene queda excluido. • Cuando se reflexiona al jardín de infantes desde ciertas conductas de los nenes hay que tratar de determinar si son expresiones de un vínculo con algo cotidiano. Esto se relaciona con una realidad: el niño imita lo que ve; es decir, si por razones familiares, por influencia incluso de la televisión, se está formando en un ambiente donde la relación pasa por la violencia física, verbal, en la vida de relación que ese nene teje en el jardín es posible –si no seguro– que prime a escala de niño ese tipo de conductas. • Relacionado con esto está lo que generalmente se denomina el “modelo de éxito”. Si un nene logra, en su vinculación con sus compañeritos, lo que él quiere en términos agresivos y sin que nadie le diga nada, sin que nadie le señale que no se tiene que vincular de ese modo, ese nene asimilará que está en el camino correcto; de ahí lo de “modelo de éxito”, aunque él no lo conceptualice en esos términos. Él lo que percibe son los resultados. Si no hay corrección a esa conducta y ésta se reproduce, es posible que a la larga ese estilo derive en un patrón de bullying. Pero aquí también hay una salvedad: es cierto que en esta etapa –la jardinera– difícilmente pueden sostener en el tiempo, a largo plazo, una conducta de hostigamiento. Pero esto no implica no intervenir desde la familia y la docencia si hay atisbos de situaciones de esa naturaleza. • Hay que dejar claro que el “modelo de éxito” es una manifestación de la cultura, la conducta imperante en el ámbito familiar y en la cotidianidad que el nene vive en ese espacio y en el afuera. Si el nene va en el auto con el papá y ve que el papá ante cualquiera de las vicisitudes propias del tránsito reacciona agresivamente, gritando, insultando, amenazando... bueno, irá asimilando que ésa es la conducta a seguir. El nene no conceptualizará si el papá logró algo con su reacción, simplemente asume que ése es el camino a seguir. Con independencia de lo que el nene va asimilando en términos de palabras con escenas de esa naturaleza, también asume la gestualidad física, las formas en que, desde lo físico, se expresan esas reacciones. • ¿Cuáles son las “ganancias”, por así denominarlo, de una conducta agresiva por parte de un nene? Sin que esto implique circunscribir la respuesta a estas “ganancias”, digamos que el nene busca que le presten atención, conseguir lo que desea en un sentido más amplio, no ajustarse a normas, controlar, manejar el círculo de nenes que lo rodea y, en consecuencia, que éstos cedan. • ¿Qué hacer desde el jardín de infantes ante este tipo de conductas que eventualmente podrían –reitero, podrían– alentar el bullying cuando el nene esté en otros planos del sistema educativo? Partamos de que el jardín solo no puede tratar el problema, es una tarea que requiere de la familia. El jardín es un espacio importante en la prevención, pero lo es también la familia. La maestra jardinera juega un rol importante en la detección del problema y mediante entrevistas con los padres puede determinar naturalezas, contenidos de cómo es esa familia, qué lugar ocupa el nene en ese ámbito, etcétera. La comunicación docente-familia ayuda si ésta asume que también forma parte del problema. Yo participo, además, del convencimiento de que hay problemas de conducta que no se resuelven admitiendo el clásico “son cosas de chicos”, una frase inconducente para acercarse a la realidad. Hay conductas que no conviene minimizar, deben ser advertidas sin temor como cuestiones en las que hay que intervenir. También participo, en relación con la prevención, de la utilidad que tiene lo que llamo “el reglamento de sala”. Es un instrumento, una herramienta, que sirve para establecer normas que hacen a la convivencia, un acuerdo que debe conocer la familia. No se trata de cortar alas, de rigorear a los nenes; tampoco de la aplicación de formas y estilos autoritarios para trabajar con ellos. Se trata simplemente de que conozcan límites, comprendan que los actos de uno tienen que ver con los demás. (Norma Mures es docente especializada en discapacitados mentales y sociales y directora de Nivel Inicial en una escuela en Capital Federal. Integra el equipo Bullying Cero Argentina del Cidep).
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