¿Qué hará la señora cuando sólo sea Cristina?

Si ya ha pasado la mejor hora del kirchnerismo, lo dirá la historia. Pero queda claro que a partir del 2015 la presidenta enfrentará un futuro lejos de la cima del poder, algo que no les ha resultado sencillo a otros exmandatarios en la historia.

Redacción

Por Redacción

Sucedió el miércoles a la noche. Y fue durante un homenaje al jurista Carlos Nino, un pensador de talento fallecido hace 20 años. Corrillos. Abogados. Gente de las ciencias sociales. Políticos. Recuerdos de días de la transición que se desvanecen. Las elecciones recientes. Las por llegar. El drásticamente podado proyecto de poder eterno para el kirchnerismo. Y claro, ¿qué hará Cristina cuando ya no esté en la Rosada? Entonces, más conjeturas que certidumbres. “Debates” ofrece en esta edición reflexiones sobre el derrotero seguido tras dejar el poder por hombres que ganaron la Rosada por medio de los votos. • Juan Perón. El 14 de octubre del 45, desde su prisión en Martín García, le escribe a Eva. Le propone casamiento. Y marchar a Chubut a trabajar en campos de la familia. “Me retiro del Ejército”, le informa. Pero el 17 la historia pega una voltereta cuya gravitación sigue caracoleando en la vida del país. Él comienza a construir poder. Y, como decía Félix Luna, “trabajó y trabajó para reproducir su poder aun en la adversidad más extrema para su poder”. Entonces, en la derrota, cohesionó al peronismo. Tarea paciente, tuvo un colaborador que trabajó para él con intensidad: el todazo y rústico antiperonismo. Lo demás es conocido. “La historia del peronismo siempre está fresca”, suele señalar el catedrático americano Nicolas Shumway. • Arturo Frondizi. “Fue la esperanza de que la razón reemplazara la pasión encarnada en el prejuicio, el resentimiento y la demagogia”, escribe desde Inglaterra la historiadora Celia Szusterman. Doctrinario. Inteligente, hizo de la modernización del país su apuesta. Pero su poder tenía un origen con pecado: el peronismo estaba proscripto. Procuró avanzar para restarle al sistema político esa negatividad. Lo derrotó la convergencia de contradicciones propias y la furia de una sociedad con mirada furiosa y lineal de los problemas nacionales. Estuvo preso injustamente durante 17 meses. No se fue de la política, pero fracasó en su intento de inyectarle ideas, argumentación. Y desde lo político terminó mal sus ideas. A su patética declaración en el juicio a las Juntas, en la que no cuestionó el terrorismo del Estado, le sumó su respaldo al trasnochado carapintadismo. • Ricardo Illia. Llegó al poder con debilidad de poder –23% de los votos– y porque el peronismo seguía proscripto. Hizo un gobierno digno, pero sobre el que siempre pesó la amenaza de estar bajo consenso de salida. La Argentina de la furia, enemiga de mayor reflexión sobre sí misma, lo derrotó. Fuera del gobierno, sólo fue referencia de la dignidad con que hizo política. • Cámpora. Pagó fuerte su lealtad con Perón. • Isabel Perón. Responsable de mucha sangre. Desplomado su gobierno, se borró de la política, a la que sólo llegó por su marido, y decidió refugiarse en España. La impunidad que le garantiza el sistema sostiene sus días finales. • Raúl Alfonsín. Entrega terminante a favor de la vida, la libertad. Digno. Lo borró del poder su propia visión de la política. Ese convencimiento que James Neilson ha definido con acierto: creer que de alguna manera el tiempo soluciona los problemas. El apurado día en que entregó la banda a Carlos Menem dijo “hasta luego”. Pero ya era historia. Desde el llano no dejó de seguir y seguir en la política. Y en esa insistencia le generó mucho daño a la UCR impedir la autocrítica sobre lo sucedido con ese gobierno que tan bien definiera Joaquín Morales Solá: “asalto a la ilusión”. Y tampoco quiso dar un paso al costado. Terminó asfixiando al partido que tanto amó. • Carlos Menem. Fue poder y más poder. Nunca se resignó a no volver. Pero no entendió que la historia computaba su frivolidad en el manejo de las cuestiones públicas. Ganó por escaso margen la primera vuelta de la presidencial con Kirchner pero, sabiéndose perdedor, esquivó la segunda. Decidió ser senador por su provincia y mantener los fueros, en idas y venidas con el kirchnerismo. Hoy es algo menos que una figura errante y lastimosa. • Fernando de la Rúa. Su historia como poder se resume en una referencia: diciembre del 2001. No es misión de la historia juzgar. Pero juzga, y no necesariamente con indulgencia. • Eduardo Duhalde. Manejó sobriamente la mayor crisis de la Argentina del siglo XX y comienzos del siguiente. Hizo presidente a Néstor Kirchner. Después lo combatió. Y, si hoy se hunde en el marasmo de la historia, desbrozó sí la disidencia en el peronismo para con su anterior prohijado. • Néstor Kirchner. Nunca le interesó la política. Sí el poder, en su práctica más antidemocrática de ser necesario. Incansable. Apostador terminante en ese camino. Fundador no de un gobierno sino de un régimen que aún perdura. • Y Cristina. Su poder navega con escora. Fisurado, pero todavía navega. Y el kirchnerismo no se rendirá fácilmente, después de diez años de decidir sobre la vida de los argentinos, para bien o para mal. Y ella, luego de dos años finales en el gobierno, estará afuera del poder, pero seguirá en política mientras recorre tribunales. En fin, el poder y sus días.

Carlos torrengo carlostorrengo@hotmail.com

La escora del kirchnerismo


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