Amancay, el teatro que no se marchita en Neuquén

El grupo de aficionados a las tablas se formó en 1940 en Neuquén. Agregó a su currículum el radioteatro con “La novela de la semana”. Veinticinco años de trayectoria que siguen vivos.

Amancay, la humilde joven integrante de la tribu Vurileche que habita el Cerro Tronador. Esa joven mapuche que se enamoró del hijo del cacique y que como en otras leyendas locales, tuvo un final de amor trágico. Amancay es la brillante flor amarilla que abunda en la zona de la cordillera. Y es también, el nombre de la semilla que vio vida al teatro de Neuquén.

Por allá, por 1940, bajo la entusiasta dirección de Nicasio Arsenio Cavilla, se formó uno de los elencos pioneros de las tablas neuquinas, el grupo ”Amancay”, que a lo largo de los años se convirtió en símbolo de resistencia y lucha cultural. Eran algunos cuantos vecinos aficionados al quehacer teatral que se reunían para “despuntar el vicio” en el club Independiente. Al poco tiempo las ganas fueron creciendo y subieron a escena con sus primeras obras, “Monte en puerta” y “El sostén de la familia”.

La trayectoria de Amancay es muy extensa, no solo por sus presentaciones sino porque en su interior surgieron grandes referentes de la cultura de Neuquén, como Alfredo de Martín, Raúl Truchuelo, Ángel Della Valentina, Amalia Hernández, y la lista podría seguir.

Fue un grupo que siempre buscó ir por más y por eso quedó inscripto en las páginas de la historia. En 1945, con el surgimiento de la emisora LU5, el elenco teatral se animó a incursionar en el radio teatro y armaron el ciclo “La novela de la semana”, un espacio físico pequeño, muchas personas delante del micrófono y de pie y otras tantas en el fondo del salón a cargo del sonido y de la creación de los sonidos ambientes necesarios para dar vida a historias que eran seguidas fielmente por miles de oyentes.

Los escenario no se abandonaron y por allí desfilaron otros cientos de obras de la cuales algunos recibieron premios nacionales. Los éxitos se multiplicaban ya que las piezas teatrales antes de subirse a las tablas eran transmitidas en “La novela de la semana”.

En 1954, Amancay logró un gran sueño: tener su propio escenario, que fue inaugurado en la “Conrado Villegas” y vendrían otras obras nuevas, reversiones, estrenos y nuevos integrantes.

Pero lo bueno también se termina. En la década del 60, con un Neuquén que había dejado de ser Territorio Nacional para convertirse en provincia y desde hacía un par de años estrenaba su primer gobierno constitucional, muchos de los miembros del elenco abandonaron el grupo para asumir puestos gubernamentales.

Por ejemplo, Ángel Santagostino bajó del escenario para ser ministro de Economía.
Y así, el sueño de aficionados se fue diluyendo hasta desaparecer luego de 25 años de andar caminos. Pero hasta el día de hoy se recuerda a Amancay como aquella bella flor amarilla de la cordillera que deja huelas todas las temporadas.


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