Bariloche a la Carta: «Sufrí la obesidad de pequeño y me llevó a querer educar desde lo no convencional»

La asociación civil rosarina Supersaludable ya lleva diez ediciones en Bariloche a la Carta. En esta ocasión, entre 1800 y 2000 alumnos de escuelas primarias disfrutarán de la obra teatral "La cocina de Giorgio".

De un momento a otro, la sala del teatro se llena de bullicio. Unos 300 niños con delantales y uniformes se van sentando de manera ordenada en el piso. Una luz tenue roja proviene del escenario. De repente, la sala se ilumina y alguien grita: «¿Cómo está Bariloche?». «¡Bien!», gritan enardecidos los chicos entendiendo que la función está por comenzar. Dos cocineros con llamativas pelucas empiezan a bailar una tarantela de manera graciosa, haciendo malabares mientras cargan una bandeja. Piden aplausos para la entrada de Giorgio, otro cocinero con un gorro gigante que mezcla palabras en español e italiano. La sala estalla una vez más en aplausos.

La asociación civil rosarina Supersaludable lleva diez ediciones participando de Bariloche a la Carta, el evento gastronómico con el que Bariloche seduce a visitantes y locales en octubre. En esta ocasión, entre 1800 y 2000 alumnos de escuelas primarias disfrutarán de «La cocina de Giorgio» en la sala del Teatro Público «Teatrantes».

«Es una experiencia inmersiva que se basa en la alimentación saludable para fomentar el consumo de alimentos de mejor calidad nutricional. Giorgio arrancó como un taller pero hoy es una pieza teatral inmersiva», comenta Alberto Arribas, nutricionista y actor de Supersaludable.

Este grupo pone el foco en la alimentación infantil, el bajo consumo de frutas y verduras, legumbres y yogur. Arrancaron años atrás con una obra y hoy tienen ocho piezas teatrales y 13 libros infantiles. En un primer momento, el equipo estuvo integrado por 16 personas abocadas al mensaje y a la parte artística («todos hacíamos todo») y hoy, ya suman 45, incluso con la incorporación de áreas de diseño, comunicación y marketing social. Recorren distintos puntos del país, países de Latinoamérica, pusieron un pie en España e Italia.

Describen la obra como «una experiencia inmersiva». Foto: Alfredo Leiva

«Hacemos piezas teatrales, a través de la música, para que los niños puedan mejorar. En realidad, nació a partir de la resiliencia personal porque, de pequeño, sufrí la obesidad y me llevó en lo profesional a querer educar desde lo no convencional. No como una bajada de línea sino con herramientas pedagógicas para que los niños aprendan desde el arte«, indica.

Debajo del escenario, Giorgio propone llevar adelante la receta de una torta. «Adivinen de qué será…», lanza a los chicos. Surgen todo tipo de sugerencias. «¡No! Será de zanahoria«, les advierte el cocinero, al tiempo que agarra una zanahoria gigante. «¿Cómo que no? -le responde a uno de los chicos-. La zanahoria puede servir para cosas saladas o dulces». En ese preciso momento, hace rebotar la zanahoria de juguete en la cabeza de uno los chicos que genera las carcajadas del resto.

De inmediato, comienza a sonar un blues que concientiza sobre la importancia del lavado de manos. Giorgio y los dos cocineros encabezan la coreografía que se roba unas cuantas risas de los espectadores. Al terminar, les dice: «¿Cuántos años tengo? Lo digo o no le digo«, dice imitando el tono de Mirta Legrand. «Bueno -agrega-, tengo 99 años. ¿Cómo que no? Hago ejercicio, tomo agüita y como sanito«, bromea.

Describen la obra como «una experiencia inmersiva». Foto: Alfredo Leiva

Acto seguido, selecciona unos 10 chicos y los divide. Cada grupo debe recorrer lo más rápido posible una distancia con una cuchara que contiene avena y debe embocar el contenido en un bowl que sostiene otro niño. Pero en las corridas llueve avena por todos lados en la sala. Cuando no cae, Giorgio se acerca al bowl, agarra un manojo y lo arroja hacia los chicos. De pronto, pide más voluntarios «para capturar huevos» para la torta. La consigna ahora es imitar a las gallinas, mientras los huevos van cayendo por unos tubos larguísimos. Los chicos vuelven a reír. Poco después, será el turno de las maestras de pasar el escenario.

El éxito del show se refleja en los rostros de chicos y grandes.

Alberto reconoce que, a lo largo de sus 29 años de carrera, «hizo una mirada retrospectiva de lo que hubiera necesitado como niño: un discurso pensado no desde la demonización de los alimentos y sin opinión sobre los cuerpos. Esto es, para mí, una posibilidad de dar revancha a lo que me pasó. Poner en palabras mediante el teatro lo que tenemos que hacer y lo que no».

Por eso, las propuestas del programa están dirigidas a niños y adultos. A las familias. «Hacemos hincapié en el rol de espejo social que tienen los adultos, los docentes, padres, abuelos. Es crucial ser espejo positivo«, dice.

La obra se presentó en el Teatro Público «Teatrantes» en Bariloche. Foto: Alfredo Leiva

Arribas menciona que, en este momento, están en la etapa de digitalización de las propuestas de Supersaludable para que sean aun más masivas. «Hablamos de pantallas saludables. Estamos tratando de digitalizar videojuegos para trabajar los ejes de la importancia del consumo de alimentos con una mirada en los probióticos y abordamos las formaciones disruptivas para profesionales de la salud con el concepto de medicina culinaria», afirma este nutricionista que asume que la mejor devolución a la propuesta proviene de las infancias.

Considera que el desafío de construir un pensamiento crítico y no simplemente «una bajada de línea» se logra poco a poco: «Solo de esa forma, se puede entender la propia realidad y la necesidad de formar hábitos. Los niños son nuestro norte, pero quienes acompañan a las infancias son el objetivo central. Un niño solo no puede. Muchas veces, el problema pasa por una cuestión económica, pero más por falta de conocimiento».

Supersaludable lleva presente 10 años en Bariloche. Foto: Alferdo Leiva

De un momento a otro, la sala del teatro se llena de bullicio. Unos 300 niños con delantales y uniformes se van sentando de manera ordenada en el piso. Una luz tenue roja proviene del escenario. De repente, la sala se ilumina y alguien grita: "¿Cómo está Bariloche?". "¡Bien!", gritan enardecidos los chicos entendiendo que la función está por comenzar. Dos cocineros con llamativas pelucas empiezan a bailar una tarantela de manera graciosa, haciendo malabares mientras cargan una bandeja. Piden aplausos para la entrada de Giorgio, otro cocinero con un gorro gigante que mezcla palabras en español e italiano. La sala estalla una vez más en aplausos.

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