El día que Diario RÍO NEGRO estuvo en Chile, durante la defensa del papa Francisco al pueblo mapuche

En el Vaticano hoy falleció el papa Francisco, lejos de Argentina, su país, al que nunca volvió. Pero en 2018 estuvo en Temuco, Chile, muy cerca de la Patagonia y dejó un mensaje de paz, que fue celebrado por más de 150 mil asistentes en una misa de la que también formó parte Diario RÍO NEGRO.

El 17 de diciembre de 2028 el papa Francisco daba una misa en el aeródromo Maquehue de Temuco frente a 150 mil personas. Fotos: Matías Subat.

Era un enero de 2018 caluroso, como lo son los días de verano en la Patagonia argentina y chilena. Habíamos planeado el viaje a Temuco durante meses. El papa Francisco, nunca vino a Argentina, pero ese día estaría muy cerca de nosotros. Esperábamos encontrar mucha gente en viaje en el camino, pero no fue así, llegamos a Chile tranquilos. La ciudad estaba repleta y las banderas amarillas pintaban la plaza central. Todos esperaban esa misa, una de las primeras que daba en América del Sur desde que había asumido su rol de líder espiritual de la Iglesia Católica y que hoy, el día de su muerte recordamos.

«Mari, mari. Küme tünngün ta niemün (Buenos días. La Paz esté con ustedes)», fueron las primeras palabras de Francisco cuando comenzó la misa que encabezó en el aeródromo Maquehue de Temuco frente a 150 mil personas. Antes, algunos representantes del pueblo mapuche vestidos con su ropa tradicional y empuñando su kultrún, tambores y trutrucas, habían realizado una pequeña ceremonia. El los escuchó reflexivo con los ojos llenos de paz y esas primeras acciones marcaron el foco de la visita que cubríamos con el Diario Río Negro.

La gran mayoría de las personas reunidas aplaudía y saludaba. Y reafirmó el foco de su visita cuando mencionó a los demás pueblos originarios que viven en estas tierras australes: rapanui (Isla de Pascua), aymara, quechua, atacameños y tantos otros», que constituyen un gran porcentaje de la población de Chile. «¡Francisco, amigo, el sur está contigo!» coreaba la multitud que colmaba el predio. Entre ellos, había unos pocos ciudadanos argentinos, de otras regiones cercanas a la Araucanía y una gran mayoría de Temuco.

Felicinda Millaqueo, de rodillas sobre el piso de cemento escuchaba atenta lo que decía el Santo padre. También saludaba en mapudungun y contaba con orgullo que era mapuche. «Nací en Chile, y me crie en el campo tejiendo y criando chanchos. Antes era más bonito, porque la gente sembraba y en esta época cosechábamos», decía. Mientras agradecía porque este papa rogaba a Dios para que haya paz, no peleas y eso le gustaba.

La región de la Araucanía era, en ese momento, el corazón del conflicto indígena de Chile. Allí, por esos días, había habido quemas de iglesias y algunos se lo atribuían a facciones mapuches radicales.

Minutos antes que llegara el papa, en otro sector del predio, Liset Maripill, de la comuna chilena Padre de las Casas, hacia flamear su bandera mapuche y expresaba que no compartía lo que hacían «pero entiendo la desesperación de los mapuches, que sienten que no los tienen en cuenta, que no les dan respuesta», destacaba y juraba que no estaba de acuerdo con esas formas, y que su presencia en esa misa lo demostraba.

Mientras el papa daba su discurso, todos los fieles guardaban silencio. La mayoría de ellos habían pasado la noche allí. Desde sus lugares inmóviles oían que Francisco explicaba, que sobre ese suelo que pisaban, habían muerto muchas personas de manera injusta. El papa destacaba que en este país, «tuvieron lugar graves violaciones a los derechos humanos».

«Esta celebración la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticias», decía. En otro tramo importante de esa misa, el papa llamaba a los hombres a la unidad «que no es un simulacro de integración forzada», ni «una uniformidad asfixiante que nace del predominio y la fuerza del más fuerte», sino «una unidad que reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra», dijo.

Emanuel, un migrante de Haití se fundía en un abrazo con Carolina Sandoval, una chilena de Temuco, para darle la paz. Contaba que había tenido que ir a Chile en busca de trabajo y que deseaba que la igualdad, sea posible en todos los países. A su vez, mostraba su confianza en el papa argentino. «Cuando me enteré que él llegaba me puse muy feliz. Y dije que iría a decirle gracias donde estuviera», contaba

Por otra parte, el viaje de Francisco a Temuco se realizaba tras un encuentro en Santiago, que había tenido con sobrevivientes de abusos clericales, en el que había llorado con ellos y pidió perdón por el «daño irreparable» que habían sufrido. Era la segunda ocasión en la que se reunía con victimas y la misa se concretaba en medio de la indignación en Chile por un escándalo en torno a un sacerdote pedófilo.

En medio del predio, Beatriz Maidana, de Neuquén, decía que lo que más le gustaba de este papa era que se la jugaba. «No le tiene miedo, y si tienen que denunciar estos temas va al frente. Eso creo que es lo que más nos representa. Creo que era muy necesario hacer lo que hizo con estos sacerdotes».

Como mensaje final, el papa hablaba de su rechazo a toda forma de violencia «que destruye y mata». El mismo rechazo que ayer, en su última misa de Semana Santa en la Plaza San Pedro dio en el sermón que no pudo pronunciar, pero que alguien leyó en su nombre y dijo: “Quisiera que volviéramos a tener esperanza en que la paz es posible… Se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero”.


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