Lolín, Madre de Plaza de Mayo Neuquén y Alto Valle, cumple hoy 100 años

La referenta de Derechos Humanos de la región planifica festejar en familia y con seres queridos. Sus nietos cuentan anécdotas y comparten parte de su vida.

“Acá está la abuela con su cartera”, dice Florencia, una de las siete nietas y nietos de Lolín Rigoni y señala una foto de hace algunos años, “siempre fue muy coqueta, incluso ahora que no está saliendo mucho, se levanta, se peina, se pinta un poco los labios. Nos pide que le pongamos perfume y un poco de crema”.

Dolores Noemí López Candán de Rigoni, o simplemente Lolín, es una de las Madres de Plaza de Mayo Filial Neuquén y Alto Valle. Hoy es un día muy especial para ella, para su familia y para la comunidad entera: hoy cumple 100 años. 

A Lolín la visitan familiares, amigos y cuanta persona la quiera.  Su casa, es un lugar de encuentro.  Recién, por ejemplo, tocó el timbre el enfermero que le vino a hacer un chequeo de rutina. 

Los nietos de Lolín cuentan anécdotas para el festejo de sus 100 años. Foto: Florencia Salto.

Agustina es otra de sus nietas y cuenta que nunca dejó de ir a las marchas, de hablar en la radio, de estar presente en actos, de acompañar injusticias: desde el reclamo de “Juicio y Castigo por los 30 mil desaparecidos”, hasta reclamos de los obreros de Zanón, Cerámica Neuquén, obreras textiles. “Y tampoco dejó de plancharnos el guardapolvo”, dice, “de hacernos la ropita de la muñeca, los corazones para el cumple, el chalequito para cada bebé que nacía”.

Lolín nació en Daireaux, en la provincia de Buenos Aires. Por su pareja, Helvecio Alberto “Toto” Rigoni, llegaron a Neuquén en 1965.  Después nacieron sus hijos: Ricardo, Roberto y Ana. 

Roberto fue secuestrado en Isidro Casanova en 1977. Después de su desaparición, a la familia Rigoni le contestaron un hábeas corpus y le informaron que su hijo estaba muerto. Cuatro años después lograron que le entreguen su cuerpo. 

En el cumpleaños de 90, su familia le hizo una torta con la frase de cabecera de Lolín: «Fortaleza y alegría». Foto: Florencia Salto

El secuestro y asesinato de su hijo Roberto no integró los juicios por Delitos de Lesa Humanidad de Neuquén. Pero, a pesar de eso, Lolín asistió a los ocho que se hicieron en la provincia: con su pañuelo blanco, junto a Inés Rigo de Ragni ocuparon siempre la primera fila.

Desde el living de la casa de Lolín, Florencia repasa fotos. Saca álbumes y folios con imágenes y dice: “Por mucho tiempo no habló tanto quizás de su hijo, sino más bien de los 30.000 desaparecidos”.

Sebastián es otro nieto de Lolín y es hijo de Roberto. Está en Mar del Plata y desde allá cuenta un momento bisagra que tuvo en su vida junto a su abuela: cuando ella le contó que había podido interpretar a su hijo. “Entendí que él siendo tan joven quería dejar el hogar, la camita calentita, la comida. Quería abandonar todo eso para estar al lado de la gente”, le compartió Lolín. “En ese momento ella no lo entendió a mi papá”, reflexiona Sebastián, “pero después, con el tiempo, sí. No había entendido a su propio hijo desde el razonamiento, sino desde el sentir, desde el cuerpo”.

A Lolín le gusta charlar. También leer. Opina de fútbol, del papa, de economía, política, derechos de las mujeres y de lo que quiera. Sus nietos cuentan que lee todo lo que encuentra. Y sobre todo diarios. Cuando le llegaba a su casa en formato papel, recortaba artículos y los entregaba a cada nieto, familiar o amigo según su interés.  “Tomá, este te lo recorté a vos que te gusta la ESI”, le dijo una vez a Florencia.

El enfermero saluda. Se va por la puerta de adelante. Ahora le preparan mates y tostadas para que desayune en la cama. Entre las fotos aparece una de su cumpleaños de 90. Ahí se ve una torta con una inscripción: “le pusimos su frase de cabecera”, cuenta Florencia, “fortaleza y alegría”. Lolín a pesar de haber tenido una vida llena de injusticias, nunca perdió el buen humor.

Lolín y quien fue su pareja Helvecio Alberto Rigoni. Foto: Florencia Salto

Agustina cuenta otra anécdota que la describe a Lolín de cuerpo entero: un día después de una jornada larga de hacer guardia, reventada de tanto trabajo pasó a saludarla. Esa tarde se quejó de todo: de su cansancio, del trabajo, de los pacientes que había tenido que atender, del bajo salario. Y en su catarsis dijo: “y encima este día abuela. Este viento, que no se puede hacer nada. Insoportable”. Entonces Lolín la miró y le dijo: “Hay que querer al viento. Neuquén que es tan hermosa, hay bardas y el viento es parte de la vida. Hay que quererlo”. “Yo me quedé en stand by”, recuerda Agustina, “por todo lo simbólico que encierra esa frase, con lo positiva que es. Así que cada vez que el viento sopla fuerte digo “hay que querer el viento”.

La casa de Lolín tiene plantas. Muchas. Y de todos los colores. Una Santa Rita frondosa hay en el frente. Y en el patio, hay hasta una pequeña huerta. Cada persona que la visita, se lleva una ramita de alguna de sus flores.  Y también, una TITA, sí, esa golosina de galletita tan rica. 

Las Madres de Plaza de Mayo acompañan muchas luchas. Así lo refleja una de las paredes del patio de Lolín. Foto: Florencia Salto

“Mi abuela tiene la costumbre desde hace ya algunos años de darte una TITA cuando la venís a visitar. Como un souvenir», cuenta Florencia, «a veces te dice: me tenés que comprar más TITAS porque ya me estoy quedando sin. Y, hace unos días, se le ocurrió también sumar caramelos”.

Ahora desde la cama pide que le lleven el celular, quiere mandar un mensaje de agradecimiento por unas flores blancas que le enviaron. También, desde ahí, planifica su festejo: “quiero brindar con chocolatada”.


“Acá está la abuela con su cartera”, dice Florencia, una de las siete nietas y nietos de Lolín Rigoni y señala una foto de hace algunos años, “siempre fue muy coqueta, incluso ahora que no está saliendo mucho, se levanta, se peina, se pinta un poco los labios. Nos pide que le pongamos perfume y un poco de crema”.

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