Pepe, el médico que viaja desde el «fin del mundo» para atender pacientes por todo el país

Perdió una pierna en un accidente, pero jamás se rindió. Es fisiatra, traumatólogo y se dedica a personas con patologías neuromotrices. A sus 79 años, se trasladó desde Tierra del Fuego al Alto Valle de Río Negro donde ayudó a un nene y su familia.

José Miguel González tiene un sentido del humor único. Ante las desgracias, sabe reír y no le gusta perder el tiempo en lamentos. Su espíritu inquieto y apasionado, no lo dejan caer aún a pesar los contratiempos. 

Nació en Buenos Aires, pero hace varios años se radicó en la Patagonia más austral. Vive en Tierra del Fuego, en una estancia a kilómetros de la localidad de Tolhuin. Tiene 79 años, es médico, especializado en fisiatría y traumatología. Se graduó de médico en la Universidad de Salvador, en la primera facultad de Medicina privada del país.  

Se levanta a las 5:30 de la madrugada y hace mucho dejó de usar ambo, el guardapolvo blanco no encaja con su estilo. Es que José, más conocido como “Pepe”, no es un médico común y corriente, no lo encontrarán en un consultorio. 

Un 26 de febrero de 1970 ocurrió uno de los hitos de su vida. Tenía 25 años y un futuro brillante por delante. Le faltaban solo cuatro finales para recibirse, cuando dos asaltantes que escapaban en auto de un móvil de la policía lo arrollaron en su moto. “Me pasaron por arriba”, recordó. 

“Estuve más de un mes en coma y me amputaron la pierna izquierda, pero eso no representó mayores trastornos”, deslizó José a Diario RÍO NEGRO. Sus palabras lo pintan de cuerpo entero, muestran quién es y cómo piensa. La desgracia -a la que él pudo minimizar a partir de sus conocimientos en la especialidad- no fue nada que una prótesis no pudiera solucionar, según su propia lógica. Así fue. Lo que más lamenta es la pérdida de tiempo que ese accidente le generó en sus estudios.

Pepe junto a uno de sus pacientes. Foto: gentileza

El drama de cualquier persona que sufre un evento de esas características es el miedo al futuro, a cómo continuar. “Te imaginarás que yo, con lo que hacía y con el nivel que estaba en mi carrera, sabía lo que me esperaba y no tenía ninguna duda de que iba a salir adelante y qué tenía que hacer”, admitió.

“Elegí medicina porque admiraba a mi padre, que era médico”, contó. Siguiendo sus pasos, Pepe eligió la salud como vocación, pero le dio su impronta. Primero estudió Rehabilitación en lo que hoy es la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI), donde conoció a muchos pacientes y muchos otros los heredó de su padre, quien había sido uno de los fundadores de este que fue el primer centro de rehabilitación del país (1943) para tratar las secuelas de la Poliomielitis.

Finalmente, en el ejercicio de su profesión, Pepe se dedicó de llenó a la Fisiatría, campo que se ocupa del diagnóstico de los pacientes con una enfermedad, un trastorno físico o una lesión que deteriora las funciones fisiológicas normales.​ 

Tiempo después, con una beca del Ministerio de Salud, logró hacer Traumatología y Ortopedia en lo que era el Hospital Castex de San Martín, hoy Hospital Interzonal General de Agudos “Eva Perón”. 

Pepe terminó radicándose en Tierra del Fuego y formando una familia junto a su esposa y dos hijos de 55 y 53 años. “Nada buscaba en las latitudes australes, solamente me llevó la casualidad y el deseo de continuar la atención de pacientes que habían pasado por ALPI”, contó  

Desde Tierra del Fuego hasta Roca para ayudar a un nene


Johana Videla es de Roca está profundamente agradecida. Hoy disfruta de la salud y los logros de su pequeño Sean de 4 años, quien nació con una Paralisis Braquial Obstetrica (PBO) en brazo derecho. 

La historia del pequeño Sean comenzó en su nacimiento. Su primera cirugía fue a los 6 meses de vida en La Plata, pero a los dos años necesitó una nueva intervención al estar en pleno desarrollo, ya que su condición estaba afectando la columna y el crecimiento de su brazo. 

Por problemas con la obra social, no lograban que nadie del país lo operara y no contaban con los fondos para costearlo por su cuenta. En la región no había especialistas. “Como padres estábamos desesperados. Fue en ese momento que conocimos a Pepe”, aseguró Joana, cuya profesora del terciario, Julieta, generó el nexo. 

Sean, el pequeño de Roca al que el médico ayudó.

“Pepe, desde todos los sentidos y desde lo poco que lo conocimos, es parte de mi familia, es una persona que lo puso Dios en nuestro camino, una persona con un corazón inmenso, sin fines de lucro, porque nunca nos ha cobrado nada”.

Johana Videla, mamá de Sean.

“Apareció como un ángel. Fue en Cervantes, nos acercamos con Sean, ese día le llevamos todos los estudios médicos, la radiografía, todo”, recordó la mujer. En octubre de 2023, Pepe les dijo que había que operarlo urgente y los ayudó a elegir el cirujano adecuado para hacerlo. En noviembre, lo lograron con un cirujano de Buenos Aires, recomendado por él, quien los acompañó a la distancia en cada paso.

La cirugía resultó exitosa y hoy todos son progresos para el pequeño de Roca. El mes pasado se volvieron a encontrar. “(Pepe) llegó ese día al turno de consulta de Sean, en Buenos Aires», conto su mamá.

Un viaje de ida y una forma de ejercer la medicina


Hubo un paciente muy especial, un adolescente de 17 años que sufrió un accidente automovilístico y quedó cuadripléjico. Vivía en un pueblo bastante lejos de Buenos Aires y Pepe entendía que el que se tenía que trasladar era él. “Remontó después de haber estado al borde de la muerte y cuando se le dio de alta por un tiempo en ALPI, yo fui hasta su casa a 600 kilómetros como para preparar a la familia. Y así empecé”, rememoró. 

“Ese fue el comienzo de circular por el país, viendo pacientes que fui conociendo a través de estar en lugares lejanos”, explicó. Las visitas a los otros pueblos fueron simplemente una extensión de lo que había comenzado a ser.

“Era mucho más fácil tratar a los pacientes en sus lugares de origen. El tratamiento de un problema neuromotriz implica educar a la familia que contiene a ese paciente en su ámbito”.

José González, médico fisiatra

“Lo mejor que puedes hacer es ir a verlo, no andar obligándolo a trasladarse a lugares donde hay barreras arquitectónicas que le impiden entrar a un baño si está en silla de ruedas, por ejemplo”, aseguró el médico. 

Tradición familiar al servicio de la salud


El padre de Pepe fue un famoso traumatólogo en su época y de la rama materna, su abuelo fue el primer psiquiatra del país. Como traumatólogo, su papá fue uno de los fundadores de la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil y uno de los iniciadores de la rehabilitación de pacientes con secuelas de Poliomielitis en el hospital de niños. 

“Era muy habitual que toda persona con discapacidad que tuviera el origen en una secuela de polio, hubiera pasado por las manos de mi padre”.

José González, médico fisiatra

El número de pacientes fue creciendo con los años y ALPI fue necesaria como institución para la atención de estas personas. “Cuando se declara la epidemia en el año 1956, mi padre fue elegido por el gobierno de turno para organizar la atención en materia de rehabilitación. Existía ALPI pero era muy pequeña para todo el país, y necesitaba un organismo nacional”, recordó Pepe. 

Su padre creó el Servicio Nacional de Rehabilitación con variados tratamientos entre ellos deportes para personas con discapacidad, escuelas de ortesis y prótesis, piletas cubiertas para los pacientes. Creó lo que evolucionó como automotores para discapacitados.

Hoy Pepe se identifica como un médico rural, porque para solucionar los problemas agudos, no cuenta con aparatología; tampoco puede quedarse quieto en un lugar, por eso va donde estén sus pacientes y lejos de la aparatología.


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