Sociedad

Soledad Hamdan y Gustavo Giardina, productores que hacen culto a la herencia de sus ancestros, en Allen

La agroecología es el modelo que rige la práctica de estos dos jóvenes emprendedores en una tierra libre de agrotóxicos.

Por Victoria Rodríguez Rey

mvrodriguez@rionegro.com.ar

Soledad Hamdan y Gustavo Giardina, en su chacra, en Allen.

Allen es conocida como la principal productora de pera en el país, representando el 70 % de la producción nacional. Cerca del 65% de la producción de peras frescas se exporta al mercado europeo. Este nivel de producción convierte a la Argentina en el principal exportador mundial con el 30% del mercado.

Allen también es conocida por otra actividad de modelo extractivista, el fracking de gas y petróleo. Entre la tensión que se genera entre la producción frutícola y la actividad petrolera, el espacio que queda es motivación para familias con otras formas de concebir el territorio.

Soledad Hamdan y Gustavo Giardina saben que heredaron una misión de sus ancestros, ser semillas para generar una transformación social real. Entendieron que la actividad productiva es la llave para alcanzar ese objetivo. De abuelos árabes por un lado e italianos por el otro, esta dupla supo identificar el mensaje de amor por la tierra, redoblando propósitos de consciencia y ampliando la red de personas involucradas.

Vista del espacio Eywa, en Allen.

Hace unos años viven en una chacra con una superficie que va más allá de las métricas de organización legal del espacio, porque se sienten afortunados de ser parte de una comunidad agroecológica en la zona rural de Allen. Los enamoró las alamedas, los perales, el agua y el aspecto salvaje del sitio. Lo que para muchos podría entenderse como un estado de abandono, ellos lo percibieron como una superficie libre de agrotóxicos, es decir un espacio ideal para comenzar a cumplir su objetivo de generar alimentos sanos para el autoconsumo y la comunidad.

Soledad sueña e imagina, Gustavo lo concreta. Ella conversa y cuenta las historias de las cosas, él escucha, ella ensaya con vinagres de pera, velas de soja y flores cosmos, él sigue al pie de la letra cada boceto pintando con los matices del tiempo.

«Trabajadoras incansables… nada mas perfecto. En Eywa valoramos la importancia
de ellas en el equilibrio de la Naturaleza», afirman Soledad y Gustavo.

En su chacra, todo es animado y reporta imágenes de películas cercanas, comenzando con el nombre del espacio Eywa, que proviene del Corán y significa “promover refugio, seguridad y protección”. También es el nombre del árbol sagrado de los nativos de Pandora en la saga Ávatar, que interconecta todo lo existente en el planeta y lo mantiene vivo.

Qué es la agroecología

Guiados por las necesidades vitales de vida, en cuanto llegaron lo primero que diseñaron fue la huerta para la producción de alimentos saludables bajo el paradigma de la agroecología.

“La agroecología es nuestra forma de producir y trabajar. Nos permite tener una mirada holística de nuestra alimentación y de la forma de producirlo. Y es un modelo que nos permite ir en camino hacia la soberanía alimentaria, creo que eso es lo principal, de por qué defendemos la agroecología. Es entender que somos parte un sistema y que necesitamos de otros para poder trabajar y tener una vida plena”, explica Soledad.

Producción de papines, en espacio Eywa, en Allen.

Ambos son conscientes que la construcción es colectiva y que cultivar es la forma más solidaria de involucrarnos a todos porque todos estamos contenidos en esta porción de tierra.

“La agroecología nos permite descubrir el lugar que ocupamos en este sistema, tratar de hacerlo bien y saber que nuestros actos van a influir a los otros y que los otros nos van a influir a nosotros. Es un sistema productivo que nos permite ver esas miradas y como los demás afectan y cómo afectamos nosotros a los demás”, define Soledad.

Frutas y verduras biodinámicas, colmenas, gallinas ponedoras, maíz negro…

Con la ayuda eventual de la gente de la zona, en la chacra producen futas y verduras biodinámicas, también tienen huevos de gallinas ponedoras y de codornices, de las colmenas cosechan una miel impregnada por las plantas aromáticas y las flores que hay entre frutal y frutal. Las semillas que producen ya tienen las características de esa tierra entre la barda y el río, entre el viento y las abejas, y de las flores, que como todas las flores, tienen los nombres del amor.

Hace dos años que siembran y cosechan el maíz negro del Comahue. No sólo disfrutan de ser guardines de ese material genético particular sino que advierten el cambio de calidad en los huevos y el ritmo de producción de las gallinas.

Verduras frescas, listas para ser consumidas.

“Es la segunda temporada que estamos al cuidado de las semillas, como guardianes de semilla, de maíz negro Comahue. Lo hacemos por el compromiso que asumimos y porque la idea es generar, dentro de nuestro espacio, el circuito completo productivo. Hoy nuestros animales están comiendo lo que producimos, no traemos alimento de afuera para darles de comer. Parte del maíz es para las gallinas, los conejos y el caballo. Hoy los animales prefieren ese maíz a cualquier otro alimento”, cuenta Soledad.

Qué es el Espacio Eywa, en Allen

Espacio Eywa está abierto para la producción de alimentos sanos y la construcción de redes de confianza. Soledad y Gustavo armaron no sólo una huerta biodinámica de verduras y frutales que se podan cuidadosamente para que den frutos y también que sigan un ritmo lo más natural posible. De ese espacio se generan alimentos para 15 familias y colaboran con los bolsones de alimentos de Proyecto Janus y Le Jardinere. También hay un espacio para las flores cosmos, para los girasoles que embellecen, generan semillas y son alimento para las cotorras. El cuadro de frutales tiene damascos, mazanas, ciruelos y perales. El espacio que queda entre el invernadero y las colmenas es un pulmón natural que nadie interviene para que conviva la fauna de cuises, aves, martinetas, liebres y culebras.

Soledad y Gustavo saben que los bueno vínculos son también parte de la nutrición sana. Es por eso que el espacio fue imaginado para la construcción de redes de trabajo y confianza que aporten a la sanidad social. “El trabajo en red nos cambió todo. No se trata solamente de comer bien sino de tener relaciones más sanas con otras personas. Hay que volver a eso de conocer y de poder confiar en la otra persona. Entender que somos seres sociales, seres de comunidad, de grupo, no podemos estar solos aislados y creo que la agroecología termina siendo salud para cada uno”, afirma Soledad.

Actualmente, en Allen el 85% de los pequeños productores sólo posee el 15% de la tierra, la asimetría de la desigualdad es clara. A pesar de dicha inequidad, y el avance de la actividad hidrocarburífera, hay otras formas de convivir y percibir los territorios. El tiempo dirá si se trata de otro testimonio de resistencia o la opción que nos reclama la tierra.

Más info @eywaespacio


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