El día que Máxima Zorreguieta caminó por La Angostura para comprar empanadas

Revivimos una anécdota de la visita Real años atrás, cuando la región resurgía después de las cenizas del cordón Caulle-Puyehue.

Máxima Zorreguieta era integrante de la familia real de los Países Bajos, aunque todavía no era reina consorte. Era un domingo de lluvia en Villa La Angostura, un día previo a la Nochebuena de 2012, un año después de las cenizas volcánicas del cordón Caulle-Puyehue, y a la entonces princesa, tras una sesión de fotos en la residencia Messidor, se le ocurrió salir a caminar en busca de empanadas de jamón y queso.

La anécdota parece inverosímil, pero es real. Máxima Zorreguieta con una de sus hijas -por entonces pequeña- caminó de mano, bajo la lluvia, por la vereda de la avenida Arrayanes, la calle más céntrica de Villa La Angostura, el destino elegido por la familia de Orange- Nassau para pasar las fiestas de Navidad y Fin de Año habitualmente.

En aquel 23 de diciembre de 2012, la Embajada de Países Bajos convocó a la prensa holandesa y argentina para una sesión de fotos con los príncipes de Orange y su familia en la residencia oficial de la provincia de Neuquén, el Messidor. Era el tercer año que llegaban a la Patagonia para pasar las fiestas porque el hermano de Máxima, Martín Zorreguieta, reside en la villa de montaña.

La sesión de fotos fue en el interior de la residencia con la familia completa posando en un sillón: Máxima, su esposo Guillermo (hoy Rey de Países Bajos) y sus hijas Amalia, Alexia y Ariane. “Venimos a disfrutar de la naturaleza, de este lugar que es maravilloso aún con lluvia”, dijo aquel mediodía la argentina y expresó su satisfacción por la belleza del lugar luego de la tragedia de las cenizas volcánicas.

Una vez concluida la sesión de fotos, todos se retiraron de la residencia y como es habitual en La Angostura, periodistas y fotografos hicieron una parada técnica en la cafetería ubicada junto al ACA de la avenida Arrayanes.

La sorpresa llegó cuando minutos más tarde, ingresa Máxima con una de las niñas por la misma puerta de la cafetería. La mujer se acercó al mostrador y preguntó si había empanadas de jamón y queso. El hombre que la atendió desconocía la fama de Máxima y que estaba dialogando con una integrante de la familia real de un país europeo. Consultó con un grito en la cocina, le dijeron que no tenían ese menú disponible y la reina pidió orientación acerca de dónde podía conseguirlas.

Máxima escuchó las instrucciones del local donde podía encontrar las deseadas empanadas de jamón y queso, sobre la misma avenida Arrayanes, y los trabajadores de prensa atónitos apuntaron con sus cámaras cuando giró sobre sus pasos. Recién en ese instante Máxima se dio cuenta que había prensa en el lugar y pidió evitar las fotografías en ese contexto: estaba sola, con su hija y sin custodia en el interior del comercio.

Hubo “piedad” y no hubo foto. Máxima salió a la vereda, aún llovía afuera. Los custodios estaban apostados a varios metros, en las dos veredas de la avenida.Y ella comenzó a caminar, con su hija de la mano, en dirección al local donde podía comprar empanadas.

En el interior de la cafetería, el hombre que atendió a Máxima se acercó a los trabajadores de prensa a consultar quién era la mujer rubia a la que pretendían tomarle fotografías y una vez anoticiado corrió a la cocina para lamentarse con el cocinero, no tener empanadas de jamón y queso.


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