Torreón, la ciudad que se relajó demasiado pronto

El caso de Torreón, en México, sirve de ejemplo ante los descuidos a la hora de respetar las medidas de distanciamiento: la ciudad pasó de ser un caso “exitoso” de manejo del Covid a tener cifras récords de contagios y fallecimientos.

Redacción

Por Redacción

El 27 de marzo sucedió el primer fallecimiento por Covid-19 en el estado de Coahuila, México. Al día siguiente, en la ciudad de Monclova, había siete nuevos casos: todos trabajadores del Hospital número 7 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Fue allí que se presentó el primer gran contagio comunitario en un hospital.


Después de esa primera bomba sanitaria y mediática, Coahuila avanzó de manera incierta -como ocurrió en todo el país- por la pandemia. Pero a principios de septiembre, mientras el país seguía mayoritariamente en rojo y naranja en el semáforo epidemiológico que han instrumentado las autoridades sanitarias federales, en la ciudad de Torreón, el alcalde Jorge Zermeño declaró que, en base a un reporte interno de la Secretaría de Salud de Coahuila, el municipio calificaba por primera vez como color verde del semáforo.

Lo que parecía una buena noticia, en realidad terminó siendo una declaración prematura sobre una información que no debía manejarse públicamente sin contexto, porque tomaba el dato de un solo día y no era indicador de una tendencia. Si, algo similar a lo que ocurrió en reiteradas oportunidades en los municipios de la región, donde algunos días positivos parecían hacer creer que había una tendencia.

Sin embargo, el dato provocó optimismo en la ciudadanía, una percepción de que habíamos superado la etapa más intensa de contagios. Fue un error. Menos de dos meses después, Torreón rompía sus récords de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos por COVID-19.

La experiencia de esta ciudad y de la zona metropolitana de La Laguna —formada por Torreón junto con las ciudades de Gómez Palacio y Lerdo, en Durango— es una lección de la complejidad para determinar el curso de la pandemia, y el riesgo de relajarse demasiado porque una cadena de datos en un momento dado resulta prometedora.

En el Hospital del Instituto Mexicano de Seguro Social de Coahuila se dio el primer gran contagio comunitario.


El reporte optimista correspondía al 31 de agosto, el único día en que Torreón tenía los indicadores para colocarse en verde. Incluso, las autoridades estatales decidieron tomar el dato con cautela: ese mismo día anunciaron que no habría reapertura de nuevos giros en las siguientes tres semanas.

Pero la ciudadanía siguió con la percepción de que la pandemia iba desacelerando. Sí había datos prometedores y razones para el optimismo: en las dos primeras semanas de septiembre, ya con prácticamente todas las actividades económicas reanudadas, Torreón registró entre 25 y 35 casos nuevos de COVID-19 por día en promedio, cuando un mes antes reportaba hasta 60, y tenía una tasa de ocupación hospitalaria de 34%, contra 60% en agosto.

Pero no entendimos que para mantener ese ritmo era necesario mantener las mismas medidas de protección. Los laguneros bajamos la guardia y en las fiestas patrias del 15 y 16 de septiembre nos volcamos a fiestas con decenas de personas sin ningún tipo de precaución.

Lo que siguió fue una nueva ola de contagios, con el promedio diario de casos nuevos escalando poco a poco a finales de septiembre y principios de octubre. Para mediados de octubre la tasa de ocupación hospitalaria en Torreón había trepado a 50%.

Zermeño, el alcalde de Torreón, que cometió el primer error.


Esa alza no sirvió como una advertencia. Insensibles al hecho de que los contagios tardan días en reflejarse en los números, los ciudadanos mantuvimos la complacencia. El fin de semana del 10 de octubre se realizaron varios eventos sociales masivos, incluyendo un casamiento masivo cuya noticia se hizo viral. La consecuencia se vio exactamente siete días después: el 17 de octubre, la ocupación hospitalaria en Torreón saltó a 57% y ese fin de semana el promedio de casos nuevos por día rebasó otra vez los 50 nada más en Torreón, y 110 en toda la zona metropolitana.

Todavía ese fin de semana, las autoridades recibieron reportes de más de 100 fiestas realizadas en domicilios de Torreón y tuvieron que clausurar varios bares y centros de reunión social por aglomeraciones sin ninguna medida sanitaria. El papel central de las fiestas como motor de los contagios se refleja en los números: 25% de las infecciones se dan en jóvenes de 25 a 34 años.

Desde entonces, no ha habido retorno. El 30 de octubre los promedios de casos nuevos por día rebasaron los 90 en Torreón y los 200 en toda la zona conurbada, y se han mantenido ahí. Para el 2 de noviembre, la ocupación hospitalaria ya rondaba 90%. En solo los primeros 12 días de noviembre, el total de fallecimientos en Torreón alcanzó 102, cuando en todo octubre hubo solo 100.

En las últimas semanas, hospitales estatales y del Instituto Mexicano del Seguro Social añadieron más de 100 camas con capacidad para atender casos de COVID-19, pero el ritmo de contagios alcanzó inmediatamente esas ampliaciones y la tasa de ocupación no ha bajado de 80%.


A esto se añade el problema de un cuerpo médico mermado por la pandemia, con doctores y personal de enfermería contagiados en mayores números, o aislados por precaución. “Todos estamos fatigados pero no es momento de bajar la guardia”, dijeron médicos laguneros en un desplegado publicado a finales de octubre implorando a la población a ser más responsable.

Torreón desperdició el gran avance que llevaba en el combate al coronavirus. El camino recorrido en agosto y septiembre fue completamente borrado y ahora estamos peor que nunca en el curso de la pandemia.

Los esfuerzos por añadir camas de hospital, aumentar las pruebas para rastrear mejor los contagios y aplicar restricciones han evitado un mayor daño por el coronavirus, pero estamos desafiando los límites. Aquí hay una lección de lo que ocurre cuando cedemos al agotamiento, bajamos la guardia y pensamos que no va a haber problema.

(Por Javier Garza Ramos, Washington Post)


América, con el mayor nivel de casos desde el inicio de la pandemia



La Organización Panamericana de la Salud informó ayer que en las últimas semanas la región de las Américas registra los niveles más altos de nuevos casos de Covid-19 desde el inicio de la pandemia.

“Pese a que estamos viviendo con este virus desde hace meses, en las últimas semanas, nuestra región ha estado experimentando los niveles más altos de nuevos casos de Covid-19 desde el inicio de la pandemia”, indicó en una rueda de prensa la directora, Carissa Etienne.


La experta señaló que estas cifras y tendencias dejan claro que la región debe redoblar las medidas preventivas, sobre todo de cara a las fiestas de final de año. “Ahora no es el momento de relajarse”, prescribió la jefa de la OPS.

En tanto, dijo que en Estados Unidos los casos diarios están alcanzando los 200.000 y hay actualmente 100.000 personas hospitalizadas.


México apostó por el semáforo epidemiológico



“El Semáforo de riesgo epidemiológico es un sistema de monitoreo para la regulación del uso del espacio público de acuerdo con el riesgo de contagio de Covid” afirmaron desde el gobierno de México. Está compuesto por cuatro colores:

Rojo – Se permitirán únicamente las actividades económicas esenciales, y caminatas alrededor de sus domicilios durante el día.

Naranja – Además, se permitirá que las empresas de las actividades económicas no esenciales trabajen con el 30% del personal para su funcionamiento.

Amarillo – Actividades laborales permitidas. Los espacios públicos abiertos funcionan de manera regular, y los espacios públicos cerrados se pueden abrir con capacidad reducida.

Verde – Se permiten todas las actividades, incluidas las escolares.


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