Nico quería vivir en la cordillera y esquía en estos paraísos escondidos de la Patagonia: «Lugares increíbles»

Después del temporal de nieve, Nico Pollo salió a recorrer estas maravillas en Villa Pehuenia Moquehue, al oeste de Neuquén. No te pierdas las fotos y el video de esta joya del sur en la frontera con Chile...

Ahí va Nico en su mundo, deslizándose sobre los esquíes de cara al lago en la pendiente de una montaña, los copos blancos detrás que hacen aún más intenso el verde del bosque después de dos días de nevadas, ese viento que solo sopla en la Patagonia como banda de sonido y que acelera, ralentiza o puede tumbar. Conoce bien este escenario de película: nació y se crió en Zapala, en el centro de Neuquén, pero desde que se asomó a Villa Pehuenia Moquehue supo que había encontrado su lugar en el mundo al oeste, a 332 km de la capital provincial, en esa cordillera llena de secretos en forma de paraísos vírgenes que sale a recorrer cada día si los temporales lo permiten.


De Primeros Pinos a Andorra


Nico Pollo (30) aprendió a esquiar en Primeros Pinos, el parque de nieve que muchos extrañan, se perfeccionó en un Curso de Residentes en Chapelco, se fue a estudiar profesorado de Educación Física con orientación de montaña en Bariloche, se recibió y con ese título fue instructor de esquí en un gran complejo invernal en Denver (Estados Unidos) y aun recuerda con asombro cuando le dijeron el sueldo y le dieron a elegir la edad y el nivel de sus futuros alumnos: no olvida lo que le dio la Universidad pública.

Nico es las pistas de Andorra.

Después siguió Andorra, aunque en el principado europeo y meca de las tablas en el viejo continente al comienzo le costó revalidar el título y los primeros meses los surfeó en la cocina de un restaurante que lo tomó en una de sus tantas pasadas para dejar su CV.

Entre turno y turno se iba a esquiar. Para ganar tiempo, pedía disculpas y se cambiaba en la telecabina mientras ascendía al cerro. Una vez allí, salía a recorrer las pistas, llegando hasta el Pas de la Casa, lugar de Andorra que limita con Francia, para luego volver al trabajo.

Nico en la travesía cercana a Villa Pehuenia Moquehue.

Así son las cosas cuando se construye el futuro: hay que ser paciente y persistente, hay que tener un plan. Aquí está ahora donde siempre quiso, en una cabaña a mitad de camino entre Pehuenia y Moquehue con Ariadna, que este año aprendió a esquiar en su primer invierno en el sur: cranean proyectos, retiros de yoga, salidas fuera de pista, excursiones, travesías. El paraíso está ahí, del otro lado de los ventanales, pero hay que explorarlo cada día un poco más.

Alto equipo. Ariadna y Nico después de la última gran nevada.

Ahí lo ves a Nico en el video, en esos cerros pintados de blanco: hace lo que más le gusta, apuesta por lo que viene. Aquí comparte fotos, videos y el apasionante relato de esas maravillas que tiene el privilegio de recorrer a diario.


Día 1: salir a esquiar con viento blanco y nevadas


El relato del día 1 después del temporal «No me gusta exponerme a riesgos innecesarios, aunque tengo claro que en este deporte no existe el riesgo cero. Pero conozco el bosque y después de casi tres días de estar encerrado ya me picaban los pies…

Me puse el equipo de travesía y salí. No es aconsejable hacerlo solo, pero iba a zonas conocidas en las que me manejo bien. Estamos a 1.200 metros y el pronóstico indicaba que nevaría más arriba, eso me decidió. Abrí la puerta: había nieve mucha, mucha nieve.

«Caminé hasta la ruta y el viento empezó a correr muy fuerte. Y empezó a nevar otra vez. En un momento pensé que era viento blanco lo que me cortaba la cara, hasta que me di cuenta de que pasaban las dos cosas al mismo tiempo. Venía la nieve volada y no se veía una vaca a dos metros. Aunque dudé, dije ya fue, voy: sabía que en el bosque iba a a estar más reparado, más protegido del viento y con nieve recién caída de muy buena calidad.

Fue así. Mi objetivo era ese, llegar al bosque y hacer un descenso desde ahí. Empecé a subir, encaré hacia la cumbre del cerro Colorado pero sin intención de llegar, al menos ese día y en esas condiciones, había mucha neblina además.

Salí a las 10 de la mañana, siempre le aviso a Ari el horario de partida: son dos horas para llegar hasta el punto de descenso. Ahí preparo y todo y después son unos 15 gloriosos minutos de bajada, depende por dónde lo hagas y de otros detalles.

Me saqué un esquí, armé una especie de base para sacarme la mochila y el equipo y la pierna se me fue al fondo, quedé con nieve hasta la cintura. Me saqué el otro esquí y lo mismo. Saqué las pieles de travesía, desarmé el equipo y empecé a bajar.

Se veía poco, la visibilidad dentro del bosque era baja, no se veía el lago, entre el viento blanco y lo que nevaba en ese día húmedo, pero fue un bajadón hermoso hasta la base del cerro.


Dia 2: salir a esquiar con sol en un día hermoso


La pendiente es empinada, entre araucarias milenarias.

El relato del dia 2: «Estaba mucho mejor, despejado, ni un gramo de viento. Vinieron conmigo Cambá y Mambo, dos perros que un día a aparecieron en la cabaña, les di de comer y nunca más se fueron, se hicieron inseparables. El día anterior no quise llevarlos porque era peligroso, si se llegaban a enterrar en la nieve no tenía cómo sacarlos. Pero el segundo día me siguieron: saben cuándo frenar si vienen atrás tuyo pero a veces van haciendo su propia huella.

«Quería llegar más arriba en el cerro Colorado. Y pude. El riesgo es controlado, pero hay que ir muy concentrado, muy atento: se veían caer bloques de nieve por el aumento de temperatura.

A pura sonrisa. Nico entre nieve y araucarias.

Es una maravilla estar ahí, las vistas son increíbles, toda la cordillera nevada. Te sentís ínfimo al lado de un bosque gigante de araucarias. El cerro lo ves desde la ruta y tal vez no te dice tanto. Pero cuando estás ahí, con 400 metros de desnivel y una pendiente de 28, 30 y 35°, ahí sí tomás dimensión de lo que es. Eso sí, siempre con todas las medidas de seguridad. Por ahí alguno te dice, eh fantasma, para qué tanto. Y es porque me gusta el desafío, pero a la montaña hay que tratarla con mucho respeto».


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