«Pelusa», el motorhome más amado: kilómetros de pasión con Maradona como bandera
Una familia cambió todo para vivir arriba de un colectivo bautizado “Pelusa”, en honor a Diego. Su sueño no es Alaska, quieren llegar a Nápoles, con la fe intacta y la pasión boquense.
El colectivo asoma en una calle cualquiera de Mercedes, con la trompa curtida por los kilómetros y una inscripción pintada que lo nombra sin rodeos: Pelusa. Es un Mercedes modelo 61 y, desde hace casi tres años, también es la casa de Estefanía Zárate, “la China”, de 37 años; Lucas Artini, de 36; y sus hijos Azul Amarela (7) y Oro Índigo (5). Violeta, de 19, y Blanca, de 16, las hijas mayores, se suman de manera intermitente a esta vida rodante que arrancó después de la pandemia.
La historia comenzó en un domingo cualquiera, entre risas y ganas de cambiar de aire. El negocio de ropa deportiva que tenían en Mercedes funcionaba bien, pero la idea de emigrar a España o Costa Rica comenzaba a rodar en sus cabezas. “¿Y si nos aburrimos?”, se preguntaban y Lucas lanzó la frase como un chiste: “Tenemos que comprar un colectivo, hacerlo motorhome y salir. Si no nos gusta un lugar, nos movemos”, dijo. La China, en lugar de frenarlo, se puso a buscar colectivos en internet ese mismo día.
Lo encontró rápido y todavía no tenían la plata, pero el destino terminó de hacer lo suyo cuando intercambiaron su Volkswagen Up por el colectivo, mano a mano. A los 20 días, Pelusa ya estaba estacionado frente a la casa.
Gris, patente terminada en 10. En paralelo, estaban leyendo “Yo soy el Diego de la gente”, un libro rescatado de una inundación de la casa se la abuela de Lucas. “En ese libro, Diego dice que uno de sus apodos favoritos era Pelusa. Ahí conectamos todo: la patente con el 10, Diego y mi abuela. Era el nombre perfecto”, recuerda.
La devoción maradoniana viene de la abuela de Lucas. Con ella vio el partido despedida de Diego en 2001. “Mi familia es de boca pero no tan futbolera, pero la abuela tenía pasión por Maradona. Lloró todo el partido. Me contaba que después de Malvinas, en tiempos en que no había nada, ni para comer, él devolvía alegría. Eso me marcó”, recuerda.
Más tarde, fue presidente de una peña de Boca que se llamaba “Diego Armando Maradona”. También armó con amigos un club que se llamaba “la Diego Armando”, siempre pensando en conocerlo, pero no pudo. “Cuando murió sentí un vacío enorme, como una cuenta pendiente. Este viaje también es una forma de canalizar ese amor y devolverle algo de todo lo que nos dio”, dice. Por eso su sueño no es Alaska, como tantos viajeros, sino Nápoles. El homenaje se completa ahí.
Primeras aceleradas
Después de un largo tiempo de puesta a punto, Pelusa salió a la ruta el 10 de diciembre de 2022. El primer destino fue Rosario, tierra de símbolos. Ocho días después, Argentina fue campeón del mundo. “Fue un montón”, dicen. Desde entonces recorrieron Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y parte de Brasil hasta Recife, donde querían meter a Pelusa en un barco para cruzar a Nápoles. Pero se les rompió el motor. Estuvieron varados meses, hasta que un brasilero les regaló un motor. “Blanca cumplía 15 y decidimos ir a Mercedes a festejar. Volvimos a viajar pero se volvió a romper y nos quedamos sin ahorros así que decidimos parar”, dice Lucas.
En esa parada sintieron que el homenaje a Diego había que hacerlo por las rutas argentinas. Esa que entre otras cosas les enseñó a sustentarse: venden stickers, llaveros de Diego y de Messi, y objetos con identidad argentina. Hacen trueques en campings, ferias y municipios, dan charlas, hacen tortas fritas, ofrecen mano de obra. “Siempre encontramos la vuelta”, dicen.
“Viajar tiene eso hermoso. La gente que conocés te abre las puertas, te recibe, te quiere ayudar. A veces nos dan mercadería, agua, nos invitan a comer”.
Hay anécdotas que quedan tatuadas. Una de las más fuertes fue en Capital Federal, durante la Navidad Maradoniana. Lucas cuenta: “Se me acercó un hombre y me dijo: ‘¿Vos sabés quién soy yo?’. Yo le dije que no. Me mostró fotos con Diego y me dijo: ‘Mañana andá a Fiorito que te presento a la familia’”.
Cumplieron la cita. En Fiorito, el día del cumpleaños de Diego, terminaron la noche adentro del colectivo, abrazados y emocionados con Claudia, Gianinna y Benja, su nieto. “Las cosas que nos pasan con relación a Diego son difíciles de transmitir, gente que se persigna cuando ve el colectivo, bocinas en la ruta y sonrisas que no son para nosotros si no para él, nenes que lo reconocen ”.
Los nombres de los hijos más chicos completan la trama de la pasión, Azul Amela y Oro Índigo. “No queríamos ponerles el nombre de un jugador, pero sí reflejar nuestra pasión. Primero Azul, después Oro, y ahí cerraba el ciclo con Azul y Oro. Era perfecto”, explican.
Hoy la ruta los lleva por San Luis y Mendoza, con el sueño intacto: subir a Pelusa a un barco y cruzar el Atlántico rumbo a Italia. Mientras tanto, avanzan pueblo a pueblo,y dejan una estela de gente que se emociona al ver pasar el colectivo celeste y blanco con la cara del ídolo tatuada en sus chapas.
“La China no era maradoniana, admite Lucas, pero se hizo en el viaje. A través de los ojos de la gente entendió lo que significa Diego: momentos de felicidad, recuerdos de familia, orgullo compartido. Eso es Pelusa. Eso es lo que seguimos le llevamos a la gente”, asegura.
Los chicos comparten sus viajes en Instagram, Facebook y Tik Tok con el nombre “Pelusa por el mundo”. Y los que quieren apoyar el viaje, Pelusa10.claro, es su alias. En esas redes escriben: “De Diego aprendí que los sueños se cumplen. Hasta Nápoles no paramos”.
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