En este paraíso de Neuquén se puede pescar en octubre: cañas, moscas y secretos para ir por las mejores truchas

Por primera vez se puede probar suerte este mes en lago Huechulafquen y Rolando "Cachín" Roa comparte sus consejos para pescar las truchas marrones de estos días cerca de Junín de los Andes. El video de la primera de la temporada.

Rolando Cachín Roa en acción en los pesqueros cercanos a Junín de los Andes. Foto Patricio Rodríguez.

Aprendió los secretos de la pesca con mosca de los mejores en la mítica Boca del Chimehuín: se detenía a mirar sus movimientos en lo alto del camino desde ese punto que llaman el Altar de los Dioses en este paraíso de la cordillera neuquina. Con el tiempo, fue él quien se convirtió en la referencia de quienes buscan un buen dato o un consejo certero para dar con las mejores truchas y del placer de una buena charla alrededor del mate y el fogón mientras se escuchan historias y se exagera alguna proeza. «Inevitable entre pescadores», se ríe Rolando Cachín Roa, el hombre que conoce a fondo las cumbres, los bosques, los lagos y los ríos de esta zona del Parque Nacional Lanín. Aquí fue guardafauna durante 34 años, guía de pesca durante 25 y hoy disfruta de tener más tiempo libre para su pasión: ir a probar suerte con la caña en los grandes pesqueros cercanos a Junín de los Andes, su lugar en el mundo.

Rolando Roa en el lago Huechulafquen. Fotos: Gentileza

Por esos días, disfruta además de la primera temporada en la que se puede pescar en octubre en el lago Huechulafquen, a 20 km de Junín. Toda una novedad que trajo mayor movimiento en este mes, como una prueba para extender la cantidad de días que los pescadores, amigos y familias dinamizan la industria turística. Aquí andan, los ve Cachín, en lanchas y botes, porque está habilitados el trolling y el spinning, aunque la mayoría prueba con mosca desde la costa. «Me parece bien, es aprovechar este recurso extraordinario. Y no hay daño, ya que ya desovaron. Y la devolución es obligatoria«, explica.


Cómo pescar las truchas marrones del lago Huechulafquen


El panorama que brinda Rolando Cachín Roa: «Lo interesante de esta época es que se pueden pescar solo truchas marrones, ya que desovan en junio, julio y parte de agosto y ahora están activas comiendo. Yo prefiero pescar las marrones, es más difícil, no es tirar y sacar. Son más específicas, cazan en un solo lugar. En cambio, las arcoíris son más itinerantes«, señala.

Rolando Cachín Roa.

«Las truchas marrones son muchos más inteligentes, presentan un desafío mayor. ¿A qué hora conviene ir a pescarlas? Recomiendo después de las 16 y las 17, cuando hay menos luz, porque son grandes predadoras de las penumbras, es su hábitat», continúa.

«Siempre están debajo de una piedra o un tronco esperando a su presa. Eso sí, bien abrigados, porque la temperatura puede bajar seis o siete grados entre el mediodía y la tarde. ¿Qué comen? Páncoras, bagres, pescaditos chicos», continúa.

¿Y qué cañas y moscas recomienda? «Cañas número cinco o seis. Y moscas que imiten las páncoras», responde y explica que esos crustáceos son parte central de la alimentación de las truchas.

«Está divertido, hay truchas juveniles de entre un kilo y kilo y medio. Y machos de entre dos kilos y dos kilos y medio. Siempre con devolución obligatoria«, reitera.

«El secreto para pescar con mosca estas truchas es llegar al veril del lago, nada más. A veces está a cinco metros de la orilla, a veces a 10 o a 15 metros, hay que caminar y buscar», dice Rolando.

La Boca del Chimehuín es su lugar preferido para pescar. Ahí la temporada comenzará el 1° de noviembre. Foto: Patricio Rodríguez.

«El mejor maestro de la pesca es la práctica, meterle tiempo. Mirar, compartir, preguntar, aprender. Dice que preguntando se llega a Roma. Es lo que hice. Si me preguntan, siempre respondo. Ya se ha hecho costumbre con amigos y conocidos. Yo no tengo problemas en compartir lo que uno sabe, lo que uno ve. Me gusta, me hace sentir bien si puedo ayudar a alguien«.


Todo empezó con la latita y la lombriz


Como muchos otros, empezó con la latita y la lombriz. Por entonces, recuerda, en los ’60 el pueblo tenía apenas unos 3.000 habitantes, él no había cumplido los 10 y si sacaba alguna trucha la comían en casa y si sacaba dos quedaba bien con los vecinos.

Y mientras Los Beatles se aprestaban a conquistar el mundo y el hombre a llegar a la Luna, Cachín esperaba con ansiedad que su primo fuera a buscar los rollizos a Paimún con el camión: eso significaba que de ida lo dejaba en la Boca del Chimehuín a 21 km, en esa maravilla de unos mil metros de recorrido del río de cara al volcán Lanín, donde cuatro hombres daban cátedra de pesca con mosca y no sabían que abrían una senda que seguirían miles, entre ellos Cachín, que se paraba a verlos desde el Altar de los Dioses.

Ahí estaban José Bebe Anchorena, Jorge Donovan, Charles Radziwill y Eliseo Fernández, viajante de comercio que siempre se las ingeniaba para quedarse a hacer unos tiros, como para desmentir aquello de que se trataba de un asunto de elite. Cachín observaba deslumbrado cada movimiento, la técnica de casteo, cómo hacían para arrojar tan lejos algo sin peso. Y después, cuando sonaba la bocina y su primo volvía del aserradero, de regreso en Junín se iba a un baldío a practicar.

Sobre el puente del río Chimehuín. Foto: Patricio Rodríguez.

Hasta que un día, a los 16, se animó a ir a la Boca. Fue el 17 de marzo de 1974, cómo olvidarlo. Sin un wader a mano, llevaba las enormes botas negras con una franja azul que le había prestado un amigo del lavadero de autos.

Y fue nada menos que el Bebe (a quien llamaba Don José) el que le dio la bienvenida, le preguntó de dónde era, se alegró de que se sumara al grupo alguien de Junín, le explicó cómo se rotaban para pescar y al ver que solo tenía un tipo de mosca, variantes de colores de la woolly worm, le regaló tres que todavía atesora: dos blondes y una skating spider.

Lo relata desde su casa en la cordillera, ahora que tiene 65 años y tantas historias apasionantes para contar. “¿Cómo me fue el primer día de pesca? Mal, estaba muy preocupado en no caerme y muy nervioso, metido entre esos maestros era como si fuera a la Selección sin haber jugado nunca al fútbol”, recuerda. “Pero yo iba cada vez que podía, los miraba y aprendía. Sacaban tan fácil unas truchas tan lindas… El Bebe, un grande, no tenía reparos en enseñar lo que sabía. Un zurdo como ninguno, un crack. ¿Cómo Messi o como Maradona? Los dos juntos”.

Además de aquellos cuatro primeros referentes de los inicios, a los que hay que agregar a don German, el alemán que tenía un kiosco y a José Julián, el dueño de la mítica Hostería Chimehuín a quien siguió tantas veces para aprender, con los años se sumaron otros grandes como Chiche Aracena y Pedro Miguel Guisasola. También se dio el gusto de compartir largas charlas con otra leyenda, el escocés Allan Frazer, que había combatido en la Segunda Guerra y en los 70 había llegado a la Patagonia, donde ataba moscas como nadie.

“Yo era sereno en la estación de servicio y compraba a propósito los cigarrillos que le gustaban, los Particulares 30, porque sabía que él todas las noches iba a pasar, me iba a preguntar si tenía un cigarrillo y se iba a quedar a fumar y charlar. Me contaba historias de la guerra, de moscas, de pesca. Era un placer escucharlo”, recuerda.

Entre las que atesora, está la de su primera gran trucha cuando la devolución no era obligatoria y se podían sacrificar seis ejemplares.

Recuerdos II. Otra de las grandes truchas de su colección de piques. De fondo, el Lanín.

“Era gigantesca, hermosa y para quedar bien me quise hacer el ultradeportista y la largué. Vinieron enseguida todos esos maestros y me retaron. ‘¿Cómo la vas a soltar?’, me decían.

El tiempo trajo una colección de piques inolvidables como aquella vez que la observación de los movimientos para cazar de un grupo de cuatro grandes truchas le permitiera pescar dos (una un torpedo infernal) con pocos tiros y diferencia de minutos, mientras los pescadores que probaban suerte desde antes sin éxito se arremolinaban a su alrededor para seguir el desenlace primero y felicitarlo después. Como suele explicar cuando comparte con generosidad sus conocimientos, es más importante mirar que castear.


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