Vacaciones de invierno en Puerto Madryn: Yellow submarine, la nave para ver a las ballenas a un metro

Con salida desde Puerto Pirámides a 90 km de Puerto Madryn (Chubut) la nave diseñada especialmente permite un increíble doble avistaje desde la cubierta y desde las ventanillas bajo la línea de flotación. Mirá...

El ojo de la ballena es muy místico, está lleno de misterio. ¿Qué es lo que vio? ¿Qué es lo que ve? Ni la ciencia sabe todavía cuántos años viven, pero se sabe que son muchos. Por eso me sigo sorprendiendo con esa mirada. Las ventanas de este barco tienen luces, y se ve el movimiento de la gente. Y a ellas, que son curiosas, eso les llama la atención y se acercan. Ya a dos o tres metros podés verles los ojos. Pero a veces aparecen a un metro del vidrio. Y ahí es cuándo ese ojo gigante te atrapa, y te hace pensar en todo lo que pudo llegar a ver”. 

Así llegó a la costa Yellow submarine.

Así, con esa hondura tan propia de los que viven curioseando en el agua, Luis Petite habla de su mayor pasión: ser guía ballenero y capitán del Yellow Submarine, la primera embarcación que permite ver, tanto desde la cubierta como desde el corazón de la nave, a las ballenas francas

Es que, arriba, el espectáculo incluye la caricia del viento patagónico, la espuma que arrastran los saltos y el sonido de sus respiraciones. Pero debajo, a través de ventanas que se abren al fondo marino, lo que se ve es directamente fascinante. Ahí los animales se aprecian en su plenitud, incluyendo esos ojos que tanto fascinan a Luis. 

A bordo: una experiencia diferente.
Lo primero es observar a las ballenas desde la cubierta.

“El paseo dura una hora y media, y es una experiencia única. Salimos desde Puerto Pirámides (a 90 km de Puerto Madryn, Chubut) pero nuestra excursión es especial porque las características del barco nos permiten disfrutar también del avistaje de las ballenas debajo del agua, y eso es algo increíble” se entusiasmó el guía. 

Las ballenas son curiosas y se acercan a la nave. Así se ven desde la nave.

El Yellow navega desde hace 8 años, y fue creado especialmente en un astillero de Mar del Plata, en la costa de Buenos Aires. Cuándo se lo ve desde la orilla parece una embarcación común, pero es una caja de sorpresas. Debajo de la línea de flotación se incluyeron dos niveles a los que se accede mediante escaleras. A cada lado, esa estructura tiene 20 ventanillas desde las que se ve claramente la vida submarina. Por eso, después de apreciar las piruetas de los cetáceos desde cubierta, se puede bajar para verlos en plenitud, desde la vista magnífica que ofrecen las ventanas que se abren a los misterios del mar. 

“Estamos en un lugar de privilegio porque es el mayor reservorio de ballenas francas del mundo. Cada año llegan entre 1300 y 1400 de ellas, y paren cerca de 300 crías por temporada. Para el avistaje submarino ver los grupos de cópula o a los pequeños ballenatos explorando es lo más lindo, porque son los ejemplares más activos” detalló el guía. 

La actividad tiene dos grandes momentos. Una suerte de “arriba y abajo” que permite disfrutar de una visión completa de los cetáceos.

Luis Petite, guía ballenero y capitán del Yellow Submarine

“Al partir recomendamos permanecer en la cubierta para no perderse el paisaje, las sensaciones que se nos activan al ir metiéndonos mar adentro y los primeros saltos y piruetas de los animales que comienzan a aparecer. Después, cuando vemos que se concentran en torno al barco, es el momento de bajar para verlos en detalle” explicó el hombre. 

“En la observación sumergida pueden pasar cosas maravillosas, como lo mágico de ver los ojos de las ballenas a metros del vidrio. Algo que a mí, después de años a bordo, no me deja de emocionar” aseguró el capitán. 

La excursión en el Yellow sale más cara que el avistaje convencional, debido a las condiciones especiales de la embarcación. Los mayores pagan $16.800 y $8400 los menores. El resto de las naves cobran $8400 y $4200, respectivamente, por las salidas, pero sólo se aprecia a las ballenas desde cubierta. 

“Nadie se va a arrepentir de vivir esos momentos. Quedan postales únicas, que vale la pena atesorar” recomendó Luis, con entusiasmo.


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