Walter, el carpintero neuquino que regala juguetes de madera

Sus padres le enseñaron sobre la solidaridad. De niño aprendió el oficio. Tuvo su carpintería desde 1957 hasta 1992. En el 2007 regresó al taller.

En un taller sobre calle Ignacio Rivas las piezas de madera cobran forma para transformarse en juguetes y a la vez dibujar las sonrisas de cientos de niños que los reciben como regalos. Es una iniciativa solidaria de Walter Arcagni, un hombre de 82 años que hace más de 10 años divide su tiempo entre el lubricentro y su labor desinteresada en la carpintería.

El año pasado entregó 1.200 juguetes. Sus 11 nietos y 8 bisnietos fueron el motor que empujó su misión solidaria.

“Les regalaba un autito y veía la alegría que tenían esos pibes. Y pensé porque no trasladar esa felicidad a otros niños. Y ahí empecé. Pasan por la vereda y les regalo algún juguete”, contó Walter.

En promedio realiza unas 50 ruedas por día. Foto: juan Thomes

Cada entrega se alimenta con “la alegría de los chicos , el brillo de sus ojos, la sinceridad, la pureza y la inocencia”, confesó.

Al explicar por qué lo hace recordó a sus padres y a su colegio de la infancia en Pigüé , provincia de Buenos Aires. “Es medio hereditario. Mis viejos siempre ayudaban al que estaba al lado”, expresó mientras sonríe al recordarlos.

“Empecé con la carpintería en el 57 hasta el 92. Después vendí todo. Y hace 12 años me agarró la locura de la madera de vuelta. Ahora tengo 19 maquinas y me dedico a hacer juguetes de todo tipo para regalar. Didácticos, camiones, aviones, tractores, todo lo que pueda interesar a los nenes para jugar”, relató el carpintero desde su taller.

La carpintería me dio todo. Cómo no voy a devolver yo algo a la sociedad. La madera es algo que nos acompaña desde la cuna”.

Walter tiene carpinteria y un lubricentro en calle Ignacio Rivas.

Para su trabajo usa madera de pino, cedro y aglomerado Fibrofácil.

Los tamaños y formas de cada objeto son distintos. Un camión de bombero que está listo para entregarse tiene 60 centímetros de largo y pesa unos 3 kilos.

De todos los juguetes que crea reconoció que una de sus preferencias son los barcos. De hecho sobre el mostrador de su lubricentro un enorme barco de madera recibe a cada cliente que ingresa a su comercio.

En su misión solidaria ya proyecta una cantidad importante para el Día del Niño.

En el taller combina la madera y el aceite. Ahí se esboza cada una de sus creaciones que luego tendrá como destino algún niño.

En números

1.200
juguetes entregó Walter durante todo el 2018. Este año tiene como objetivo llegar a los 2.000 piezas.
300
juguetes ya regaló este año. Una de sus metas es preparar muchos objetos didácticos para regalar el Día del Niño.

“La carpintería me dio todo. Como no voy a devolver yo algo a la sociedad. La madera es algo que nos acompaña desde la cuna hasta que nos vamos”, expresó Walter.

En estos años ya entregó piezas en merenderos, guarderías, centros de salud, iglesias, campañas solidarias en radios y a todos los chico que pasan frente a su taller.

Sobre unos estantes en la pared descansan figuras ya terminadas que esperan algún niño que haga andar camiones, aviones, trenes y autos. O muebles para armar una casita de muñecas y pizarrones. “Este año me propuse llegar a los 2.000 juguetes. Hice ya 400”, concluyó.

Mientras señala los estantes contó que hace unos días los tenía más llenos. Pero reveló que ya muchos fueron entregados. “Regalé unos 40 a una iglesia, después a otra iglesia 40 más, después a centros de salud unos 20 más”, apuntó.

Con orgullo cuenta que las 19 máquinas que adquirió en los últimos diez años le permitieron hacer más piezas por día.

Al resumir su jornada el carpintero comentó que inicia siempre con un mate bien temprano. Pasadas las 4 se levanta. “A las 5:30 estaba en el torno haciendo 50 rueditas para los camiones”, contó sobre lo que hizo uno de los días de semana.

Después se dirige al Lubricentro que está en el mismo terreno donde se encuentra su casa. Ahí permanece hasta al mediodía.

Después de almorzar se acuesta un rato y luego va un rato a su taller a continuar con la carpintería hasta antes de abrir de nuevo su negocio por la tarde.

Después de cerrar el Lubricentro trabaja un rato más haciendo juguetes.

Cuenta que incluso mientras va a dormirse piensa que figuras puede crear al otro día.

Sobre una mesa del taller hay figuras de madera que se repiten.

Walter contó que para juntarlas y armar la pieza final las pega con adhesivo sintético o sino van engrampadas.

En su carpintería de Ignacio Rivas al 500 armó distintas piezas de madera mientras se construía la represa hidroeléctrica en Villa el Chocón. En ese momento hizo ventanas, placares, puertas y losetas.

El carpintero no fabrica objetos que se vinculen con la violencia como las armas. Foto: Juan Thomes

Walter vuelca hoy sus 50 años de experiencia en la carpintería para regalar una alegría a los chicos.

“Normalmente vienen a retirarlo acá”, dijo.

Entre sus pertenencia guarda algunas cartulinas con corazones, nombre de los chicos e incluso cartas que guardan mensajes de agradecimiento para Walter por algún regalo que recibieron hecho en madera.

“El agradecimiento de los pibes es impagable”, confesó el carpintero.

Las historias de Walter con los niños se multiplican a medida que avanza su relato. En una de ellas contó que una vez le regaló un auto a un chico que tenía en ese entonces tres años. “Ahora tiene 15 años, y viene con los hermanitos a que le regale autitos”, narró.

Otra surgió después que regaló una cuna para un bebé. “Hace un año vino un señor y me dice le voy a mostrar algo. Va a la camioneta y se baja una señorita. Y me dice: esta es la nena a la que le hiciste la cunita. Hace 18 años”, agregó emocionado.

“Ahora preparo unos 40 juguetes para un centro de salud”, comentó. Walter aclaró que nunca hace figuras que se relacionen con la violencia.

“Tampoco hago ningún juguete que despierte belicismo en los chicos como armas o réplicas de ametralladoras. En un tiempo hice dos tanques de guerra, y después me puse a pensar que un nene mejor estaría jugando con un camión. Lo desarmé e hice dos camiones. Me gusta mantener la dulzura y la pureza de esos chicos”, relató.

“Es la pasión que tengo. No la puedo abandonar”, reconoce Walter mientras mira orgulloso sus creaciones prolijamente ubicadas sobre los estantes.


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