A 75 años del bombardeo en Hiroshima: el horror inexplicable

Un día como hoy, hace 75 años, EE. UU. lanzaba la primera bomba atómica. Los últimos sobrevivientes, los “hibakusha” siguen trabajando para que nunca más ocurra algo así.

Un día como hoy, hace 75 años, a las 8.15 de la mañana, Japón sufría los devastadores ataques contra Hiroshima y Nagasaki. Un día como hoy, la última generación de sobrevivientes a la bomba atómica se esfuerza para que su mensaje perdure cuando ellos ya no estén.


Los “hibakusha” (literalmente, “persona afectada por la bomba”) han sido durante décadas una poderosa voz a favor de la abolición de las armas nucleares. 

Pero se calcula que solo quedan unos 136.700 con vida. La mayoría de los ellos eran niños o estaban en el vientre de sus madres cuando se produjo el ataque.

Actualmente, la edad media de los sobrevivientes ronda los 83 años, según el Ministerio de Salud de Japón, lo que confiere aún más urgencia a su labor de compartir testimonio y defender la prohibición de las armas nucleares. 

“Lo que nosotros, los ‘hibakusha’, decimos es que no se puede repetir (un ataque nuclear)”, explica Terumi Tanaka, un superviviente de Nagasaki de 88 años. “Con este fin, tenemos que hacer que la gente conozca lo que nosotros experimentamos, que escuchen los hechos”, añade.

El Memorial de la Paz, el edificio que fue alcanzado por la bomba y hoy recuerda, tal como quedó, ese pasado doloroso.


Tanaka tenía 13 años cuando la bomba impactó en su localidad, Nagasaki, que mató a 74.000 personas. El ataque se produjo tres días después del bombardeo de Hirsohima, en el que murieron 140.000 personas.

Él ha pasado gran parte de su vida compartiendo lo que vivió, esperando poder convencer a la gente de que apoye la prohibición de las armas nucleares al contarles los horrores que le causaron.

Pero reconoce que la comunidad de los que vivieron los ataques va en declive, y que su mensaje tendrá que ser transmitido por otras personas en las próximas décadas. “Al final, todos moriremos”, señala. “Organizamos un grupo llamado ‘No More Hibakusha Project’, que trabaja en la conservación de registros como archivos, incluyendo lo que hemos escrito… para que la siguiente generación pueda usarlos en sus campañas”.


Desnuclearización



A Tanaka le preocupa que cada vez hay menos gente interesada en lo que cuentan, consciente de que los discursos de los “hibakusha” no suelen atraer más que a un puñado de personas. “Hacemos todo lo que podemos”, afirma. “Pero si nadie viene, es un intento fallido”. 

Con 74 años, Jiro Hamasumi forma parte de los supervivientes de los ataques más jóvenes. Su madre estaba embarazada de él cuando se produjo el bombardeo de Hiroshima.

Lee es uno de los sobrevivientes del horror.


La bomba mató a su padre, casi instantáneamente, y causó la muerte de otros familiares posteriormente. “No pasa ni un día sin que piense en mi padre”, dijo.

Lo que sabe del ataque es gracias a los testimonios de sus hermanos, que le contaron cómo fueron el destello cegador y el ensordecedor estruendo que causó la bomba llamada “Litlle Boy” al explotar.

Su padre estaba trabajando cuando la bomba estalló, a unos centenares de metros del epicentro. La madre de Hamasumi y sus hermanos trataron de llegar a su oficina al día siguiente, pero “el calor y el olor de carne quemada” los echó para atrás.

Cuando por fin llegaron a la oficina de su padre, solo encontraron “algo parecido a su cuerpo”. Pudieron recuperar los pocos objetos de metal que sobrevivieron a las llamas: una hebilla de cinturón, una llave y parte de su cartera. 


Nacido en febrero de 1946, Hamasumi se libró de las malformaciones físicas que padecieron muchos niños a causa de la radiación cuando todavía estaban en el útero. Aún así, el ataque definió su vida, y ha pasado décadas haciendo campaña contra las armas nucleares. “Para mí, el paraguas nuclear solo significa la nube en forma de champiñón” que dejó la bomba al estallar, explica Hamasumi. 

“Los ‘hibakusha’ quieren que Estados Unidos se disculpe con nosotros, pero la prueba de una disculpa es la abolición nuclear, no estamos buscando venganza”, insiste.


“Nos llegará la hora”



Y mientras que los “hibakusha” envejecen, van tomando el relevo otros activistas más jóvenes, muchos de ellos de Hiroshima y Nagasaki, que crecieron escuchando los testimonios de los supervivientes.

Mitsuhiro Hayashida, de 28 años, es nieto de un “hibakusha” de Nagasaki y organiza eventos para que los supervivientes compartan sus historias. Además, ayuda en la supervisión de una petición internacional, lanzada en línea, para la prohibición de las armas nucleares que ya ha recogido más de 11 millones de firmas. También a él le preocupa que los ataques se estén difuminando en la memoria colectiva.

Hoy, los hijos y nietos de los supervivientes, como yo, hacemos campaña, pero nuestras palabras probablemente pesen la mitad de lo que lo hacen los testimonios de los supervivientes”, declaró.


“Necesitamos de verdad que el mundo avance hacia la abolición nuclear mientras queden supervivientes de la bomba”. 

Ese anhelo es el que mueve a Keiko Ogura, que esta semana cumple 83. Tenía 8 cuando la bomba estalló en Hiroshima. “Nos hacemos viejos y no sabemos cuándo nos llegará la hora”, declaró la mujer a los periodistas el mes pasado. “Nosotros, los viejos ‘hibakusha’ queremos ver la abolición nuclear lo antes posible, porque queremos contárselo a los murieron cuando los veamos” en la otra vida. 

El año pasado, el papa Francisco se reunió con varios “hibakusha” durante una visita a Hiroshima y Nagasaki, y rindió homenaje al “horror inexplicable”.

En 2016, Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en el cargo en visitar Hiroshima. No se disculpó por el ataque, pero abrazó a los supervivientes y lanzó un llamado por un mundo sin armas nucleares.


Los datos del horror inexplicable



La primera bomba atómica fue lanzada en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945 por un bombardero estadounidense llamado Enola Gay.

La bomba, de entre 13 y 16 kilotones, fue apodada “Niño pequeño”. Se detonó a unos 600 metros de la tierra, con una fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT, y mató a 140.000 personas

Decenas de miles de personas murieron inmediatamente, mientras que otros muchos fallecieron a causa de las heridas o por enfermedades semanas, meses o años después. Tres días más tarde, Estados Unidos lanzó otra bomba llamada “Fat Man” (Hombre gordo) en Nagasaki y mató a otras 74.000 personas.


Son las únicas dos ocasiones en las que se han utilizado bombas atómicas durante una guerra.

Cuando la bomba cayó en Hiroshima, lo primero que vio la gente fue una “intensa bola de fuego”. Se calcula que la temperatura en el epicentro de la explosión alcanzó los 7.000 ºC, que causó quemaduras fatales en un radio de unos tres kilómetros. Se registraron casos de ceguera permanente o temporal a causa de la intensa luz que despidió la explosión. 

El torbellino de calor generado por la explosión prendió fuego a varios kilómetros cuadrados de la ciudad, en gran parte construida con madera. Una tormenta de fuego que consumió todo el oxígeno disponible causó muchas muertes por asfixia.

Se calcula que más de la mitad de las muertes ocurridas en Hiroshima se debieron a quemaduras o estuvieron vinculadas con el fuego. “Recuerdo los cuerpos carbonizados de niños pequeños yaciendo alrededor del hipocentro, como rocas negras”, declaró Koichi Wada, que tenía 18 años cuando Nagasaki fue atacada. 


Los ataques despidieron una radiación que fue letal, tanto a corto como a largo plazo. Se registraron enfermedades de origen radiactivo entre muchos de los supervivientes a la explosión y la tormenta de fuego.

Los síntomas de radiación aguda incluyen vómitos, dolor de cabeza, náuseas, diarreas, hemorragia y pérdida del cabello.

De las 50.000 personas víctimas de la radiación de ambas ciudades que fueron examinadas, unas 100 murieron de leucemia y 850 padecieron cáncer derivado de la radiación.

Por Kyoko Hasegawa (AFP)

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