Clases y educación: criterios, opiniones dividas y coherencia

La psicopedagoga Laura Collavini analiza uno de los temas que más polémica genera en estos días: la presencialidad o virtualidad en medio de la pandemia.

Redacción

Por Redacción

Laura Collavini (lauracollavini@hotmail.com)

“Copio y pego”. Es una modalidad peligrosa que puede traducirse en un movimiento cultural. Copio y pego es el acto del menor esfuerzo.


La tentación del confort. De no hacer tanto esfuerzo en buscar, analizar, comparar, comprender, comprometerse. El acceso a internet da la opción de poner palabras claves y buscar lo que se necesita. Más o menos se busca algo acorde, se copia y se pega donde se desea. Fin de la historia.

Suena tentador. Es el mejor camino para terminar algo rápido.

“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra…” Así dicen los Escritos Bíblicos. Y claro que muchas veces lo hice, por supuesto. Buscar información y dar justo en el blanco para avanzar sin demasiado esfuerzo. Pero no sin culpa y cada vez que sucedió (mientras lo escribo me vuelven a la memoria los textos escritos por otros que me resonaban en la cabeza hasta poder transformarlos y hacerlos propios.

Puedo poner otras asociaciones que me surgen como, por ejemplo: tragar sin masticar, cruzar la calle sin mirar a los costados. Recibir una noticia en el WhatsApp y pasarla sin chequear la verosimilitud o si de verdad estoy de acuerdo. Opinar sin saber. Todo da cuenta de la importancia de los procesos. Analizar un texto hasta hacerlo propio, rechazar y tomar lo que me parece, masticar la comida saboreando, disfrutando y saciando el apetito en este paso a paso, no de golpe, no porque sí.


Estar presente, en cada acto, en cada acción. Ser protagonista de mi vida, siendo mis pensamientos, palabras, acciones y omisiones parte de ella.

Copiar y pegar implica un hurto y un enajenamiento de mi desarrollo. También entonces implica cierto malestar. Cruzar sin mirar es peligroso y obviamente puede desencadenar una tragedia Tomar un WhatsApp y difundirlo o criticarlo sin analizarlo… ¿No es parte de un mal trato?

¿Cómo es la idea de insultar sin argumentar? ¿De negar o afirmar sin tener criterios? Si enuncio algo y no lo justifico…¿es un concepto o un capricho?

-Hijo, comé la tarta de acelga.
-No mamá, no quiero, no me gusta.
– ¿La probaste?
-No.
-Entonces… ¿Cómo sabés que no te gusta?


Es uno de los diálogos más antiguos de cualquier relación vincular madre-hijo y encierra grandes pensamientos. ¿Si no sabés de que hablás, por qué lo decís?

Lo mismo sucede con el pensamiento y los comentarios que se ven por muchos sitios estas semanas en relación a los cierres o aperturas. A los debates y agresiones en este contexto tan complejo que nos toca atravesar. Escuelas abiertas vs. Escuelas cerradas.

Se convirtieron en parte de una pulseada política, sindical. Habla del miedo, de la angustia, de la ansiedad de cada uno y de todos. Pero cuando se habla de la escuela abierta o cerrada… ¿De verdad se habla de la escuela?

Que los padres que quieren la escuela abierta son insensibles, que no quieren a sus hijos en casa, que les falta empatía con las familias que sufren. Como si los padres que desean las escuelas abiertas no formaran parte de la misma comunidad.


Cuando dicen que la escuela estará cerrada porque es peligroso… ¿a qué nos referimos? ¿al peligro del saber y poder pensar o a los protocolos? Si dicen que en la escuela hay contagios… ¿nos podrían comunicar la cantidad de personas contagiadas y en qué colegios? ¿El problema es dentro o fuera del colegio? ¿Si los colegios están cerrados, con qué criterio es? ¿Saben que hay secuelas que serán muy difíciles de solucionar en el corto, mediano y largo plazo?

En relación a la niñez: ¿Nos podrían decir cuántos niños y adolescentes abandonaron su aprendizaje formal? ¿Qué grado de deserción tenemos? ¿En qué niveles? ¿Por qué razones?

De las denuncias que se hacen a diario por violencia, abuso, depresión, etc. ¿Cuál es la situación concreta que se lleva a cabo? ¿Por qué cuando hay preguntas las respuestas son agresiones? ¿Por qué las cervecerías están abiertas y las escuelas cerradas? ¿Por qué no se utilizan los patios para estudiar?

Si falta vacunar a docentes y por eso no se abren las escuelas… ¿Llegamos a la conclusión que el resto de las personas que circulan y trabajan están vacunados? Si los padres se preocupan porque sus hijos no socializan. ¿Es porque carecen de la posibilidad de ser pares de sus hijos?


¿Qué pasa con los chicos a los que no se les realizaron las adecuaciones curriculares y se angustian porque no saben cómo estudiar y no pueden pagar profesores particulares? ¿Es porque tienen malos padres? Para nadie es agradable esta situación.

Empatía es ponerse en el lugar del otro. Los que estamos cerca de los niños es lo que hacemos. Hablar por ellos, poner voz a sus llantos, crisis, tics nerviosos, pesadillas.

Pedimos coherencia, respuestas, acción, trabajo serio. Si no hay educación que no haya nada abierto; porque un municipio, localidad, provincia o país que no piensa con certeza y criterio, con pasión y garra, objetivamente en la calidad de vida de los niños, es al menos, complejo. Armemos no sólo mesas de diálogo, mesas de acción, pasillos y caminos donde se los mecanismos de ayuda a la niñez y familia sean transparentes y operativos. Trabajemos entre partes.

Pensemos, abramos mentes, trabajemos con claridad. Si pensamos en no más contagios pongamos el eje en las reuniones sociales, en las fiestas clandestinas, en el correcto uso del barbijo. Apostemos a la vida, cuidemos a la niñez y adolescencia.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios