Coronasomnio, un síntoma crónico que crece al ritmo de la pandemia

Se sabe que las crisis detonan insomnio a corto plazo. Pero los expertos afirman que el carácter prolongado y sin precedentes de la pandemia amenazan con expandir el problema.

Sara Tibebu intentó con baños de espuma. Hizo varias listas de reproducción musicales. Siguió con videos de meditación guiada y pagó terapias virtuales. En un acto de desesperación, llegó a arrancar y secar lavanda para crear bolsitas llenas de hojas de la planta para colocar dentro de su funda de almohada.


Sin embargo, cada noche terminaba viendo al techo, desvelada. Desde hace cinco meses, lo único que Tibebu quiere es tener una noche decente de sueño.

“La falta de sueño me está volviendo loca”, dijo Sara, una redactora técnica de 36 años, quien vive en Maryland, donde la mayoría de las noches sus ojos se abren cerca de las 2 AM, y comienza a obsesionarse por todo.

Como si el nuevo coronavirus no hubiera causado ya suficiente destrucción en el mundo, los médicos e investigadores están viendo señales de que también está causando un daño profundo al sueño de las personas. El “coronasomnio”, como lo llaman ahora algunos expertos, podría tener ramificaciones profundas en la salud pública, generando una nueva población masiva de insomnes crónicos que deberán lidiar con una disminución de productividad y paciencia, y mayores riesgos de hipertensión, depresión y otros problemas.

Según los expertos, es fácil ver por qué las personas no pueden dormir. La pandemia ha incrementado el estrés y alterado las rutinas. Las cuentas bancarias están exigidas y los hijos están en casa. Los días no tienen ritmo ni interacciones sociales. El dormitorio, el cual según los expertos en sueño debería ser un santuario libre de dispositivos electrónicos, ahora funciona para muchos como una oficina improvisada. Las noticias son adictivas, malas y se actualizan las 24 horas del día en una luz azul que ahuyenta el sueño.


“Los pacientes que solían tener insomnio y dificultades para quedarse dormidos por la ansiedad, están teniendo más problemas. Los pacientes que estaban sufriendo pesadillas, tienen ahora más”, dijo Alon Avidan, un neurólogo que dirige el Centro de Trastornos del Sueño de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). “Con el COVID-19, reconocemos que existe en la actualidad una epidemia de problemas de sueño”.

Incluso antes de la llegada del virus, la falta de sueño era una crisis de salud pública latente asociada con un conjunto de dolencias. Alrededor de 10 a 15% de la población mundial venía sufriendo de insomnio crónico, es decir, la dificultad para dormirse o mantenerse dormido al menos tres noches por semana por un espacio de tres meses o más. Se sabe que las crisis detonan insomnio a corto plazo. Sin embargo, los expertos afirman que el impacto global y el carácter prolongado sin precedentes de la pandemia amenazan con expandir la tasa de insomnio crónico.

“El insomnio no es un problema benigno. El impacto que tiene el insomnio en la calidad de vida es enorme”, dijo Charles Morin, director del Centro de Investigación del Sueño en la Universidad Laval en Quebec, quien ha hecho un llamado a que se realicen campañas a gran escala acerca de la importancia de dormir para frenar la crisis de sueño de la era del coronavirus.

Las prescripciones para medicamentos de sueño se incrementaron en 15% entre mediados de febrero y marzo en Estados Unidos, de acuerdo con Express Scripts. En el Centro de Trastornos del Sueño de la UCLA, el número de pacientes con insomnio se ha incrementado de 20 a 30%, y cada vez más de ellos son niños.


Varios estudios en línea en China, Francia e Italia encontraron casos de insomnio o falta de sueño en alrededor de 20% de los encuestados, en particular durante los encierros relacionados con la pandemia.

Si bien estas encuestas no tienen una metodología robusta, proporcionan “una señal importante, en especial cuando es consistente en varios países”, afirmó Orfeu Buxton, un investigador del sueño de la Universidad Estatal de Pensilvania, quien dijo que es importante ver la ansiedad y los trastornos de sueño como “apropiados” en este contexto.

“Hemos evolucionado estos mecanismos cerebrales para ayudarnos a reaccionar a, literalmente, amenazas existenciales. Esas amenazas se están acumulando en este momento, en especial en los menos favorecidos”, dijo Buxton. “Las circunstancias son tales que el sueño es un centinela, una señal de que las cosas están muy mal en nuestro país y el mundo”.

La palabra que Buxton utiliza para describir la inédita confluencia de factores estresantes es “temor”. El temor por el futuro suele ser imaginado, dijo Buxton, pero no en la actualidad. “Este es un temor real”, afirmó.

Con el COVID-19, reconocemos que existe en la actualidad una epidemia de problemas de sueño”

aseguró Alon Avidan, neurólogo.


Cuando se impusieron las cuarentenas en marzo -liberando así a las personas de desplazarse a sus trabajos o de salir corriendo a la parada del autobús- algunos de sus pacientes comenzaron a dormir mejor. Meses después, están nuevamente buscando ayuda, al igual que antiguos pacientes y muchos nuevos.

“El no poder predecir el final de todo esto comenzó a afectar a las personas”, dijo Singh.


La ausencia de un final a la vista



Los médicos del sueño están percibiendo demoras cada vez mayores en las horas de dormir y de despertar. Eso interrumpe los ritmos circadianos que regulan los ciclos de sueño, en particular al privar a las personas de la exposición a la luz natural de las primeras horas de la mañana, dijo Avidan.

Los ritmos circadianos también son afectados por las rutinas diarias. “Las indicaciones sociales también son indicaciones circadianas”, afirmó Singh.

Para Karthik Kumar, abogado de Washington, “un interruptor se encendió” en mayo, cuando se dio cuenta que no había un final visible a la incertidumbre. Su descanso ahora está marcado por sueños apocalípticos. Los sueños dramáticos son consecuencia del incremento de la ansiedad, según médicos que han visto un aumento de pacientes con pesadillas, terrores nocturnos y sonambulismo. “La única cosa común en mis sueños es que todo se está derrumbando”, dijo Kumar.


Lo que hay que priorizar



El incremento del uso de medicamentos recetados, al principio de la pandemia, no es una sorpresa. Muchas personas acuden a médicos de atención primaria por problemas de sueño, y las pastillas que recetan pueden ser efectivas y seguras en el corto plazo. Sin embargo, no son recomendadas para el insomnio.

Hay un creciente reconocimiento en el campo médico de que el mejor tratamiento es la terapia cognitiva conductual para el insomnio, afirmó Norah Simpson, psicóloga clínica del Programa dela Salud del Sueño e Insomnio de la Universidad de Stanford, que proporciona tratamientos sin medicamentos. Sin embargo, pocos terapeutas tienen ese entrenamiento, y el seguro no siempre lo cubre.


Incluso sin ayuda profesional, se pueden tomar algunas medidas para mejorar su sueño, afirman los expertos. Hay que abstenerse de utilizar dispositivos electrónicos por al menos una hora antes de dormir, asegurarse de tener exposición a la luz alrededor de las 8 AM y conseguir tiempo en la noche para dormir.

Muchos expertos aconsejan darle prioridad al ejercicio y al tiempo en familia, y regular o ignorar por un tiempo los medios. La principal recomendación de Simpson: reconsidera tu consumo de noticias.


Por W. Wan y K. Brulliard (The Washington Post)

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