Crimen del policía en Neuquén: una relación de mutuo control y desconfianza

Se cumplió la segunda jornada del juicio oral contra la mujer policía acusada de matar a su pareja, también policía de Neuquén.

La mañana del 3 de octubre de 2019, por lo menos tres policías de la comisaría 41 notaron que la cabo Claudio Mardones tenía los ojos hinchados por el llanto. Uno, agente del nuevo cuadro, compartió el patrullero con ella alrededor de 10 horas y asegura que no cruzaron una palabra. Otro, sargento, conocía sus problemas de pareja y a la tarde la despidió con la promesa de que, en la próxima guardia, hablarían más sobre el tema.

Ese mismo día, el cabo primero Fabián Pinochet empezó su trabajo como administrativo en la comisaría Segunda. Esto significaba un reconocimiento en su carrera, pero sobre todo un horario menos exigente. A una compañera de trabajo le confió que quien no estaba contenta era su pareja, Claudia Mardones. Le anticipó que esa noche, cuando se vieran, le diría que la relación no daba para más.

A las 20 de ese 3 de octubre, en el dúplex que compartían en Pasteur 651, Claudia Mardones le disparó en la cara a Pinochet con su arma reglamentaria. Ella todavía vestía el uniforme de trabajo, él estaba en remera y pantalón corto porque había salido más temprano. Ayer fue el segundo día del juicio en contra de la mujer policía por homicidio calificado cometido bajo circunstancias extraordinarias de atenuación.


El disparo y las lesiones


La segunda audiencia del juicio tuvo una primera parte dedicada al testimonio de los criminalistas y forenses que hicieron el trabajo técnico. Se pudo determinar que el disparo fue a 80 centímetros de distancia, lo que descarta en principio la hipótesis del forcejeo.

Pinochet medía 1,84, Mardones mide 1,62. El día del hecho ella fue detenida e internada por una crisis de nervios; la minuciosa revisión médica permitió detectar pequeñas lesiones en los labios cuyo origen se desconoce.

También le detectaron un hematoma en una uña y heridas en las rodillas, de 24 a 48 horas de evolución. Un comisario de la dirección de Personal dijo que en sus casi 9 años en la policía, Mardones tuvo licencias médicas comunes, nunca por lesiones que se pudieran asociar con golpes de su pareja.


Controladores


Los compañeros de trabajo de la cabo confirmaron que nunca la vieron lesionada físicamente, sí angustiada. Algunos de ellos estaban enterados de sus problemas de pareja: Mardones y Pinochet convivían desde hacía un año y medio y se controlaban mutuamente.

De acuerdo con los testigos, ella se quejaba de que él «la ahogaba, la perseguía», aunque también reconocía que era contenedor y que la ayudaba con un problema familiar.

Una compañera de trabajo de Pinochet, en tanto, afirmó que el cabo primero «no nos tenía agendadas en su teléfono porque ella se enojaba si lo llamábamos». Además, no se llevaba bien con los padres de él.

Fue la misma testigo que relató al tribunal que Pinochet, al parecer, había decidido cortar la relación. Justo al revés de lo que otros testigos le escucharon decir a Mardones después del crimen en medio de una crisis: «me quería ir de la casa» y «no sé para qué volví», fueron algunas de las frases de la primera audiencia.


El diálogo


Ese 3 de octubre, al mediodía, Mardones pasó por la comisaría Segunda donde trabajaba su pareja y habló con él. El agente del nuevo cuadro que la acompañó todo el día los vio, pero no escuchó qué se decían. O quizá sí y no quiso decirlo: fue el testigo más reticente del juicio.

Entre policías reticentes a hablar, otros que no saben qué hacer ante una compañera que llega al trabajo llorando («le dije que fuera al baño para que no la vean», contó uno de sus compañeros), y jefes con falta de empatía como los que se han visto en este juicio, la conclusión es que las comisarías son un lugar donde hay que trabajar mucho para que ingrese la perspectiva de género. Además de muchos otros derechos.


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