Día de la mujer: educar a los niños para el cambio

La psicopedagoga Laura Collavini aprovecha la conmemoración de mañana para repensar las contradicciones, los mandatos y los procesos necesarios que hay que plantearse para una sociedad mejor.

¿Qué define al negro sino es el blanco? ¿Lo vacío si no es lo lleno? Decimos que un recipiente está completo cuando sabemos qué implica lo contrario o sus variantes, medio lleno, vacío, casi completo, casi vacío…


¿Qué es ser mujer? ¿Qué es ser hombre? Supongo que pueden existir tantas respuestas como personas y contextos.

En lo particular festejo tanta desigualdad, la heterogeneidad como productos de muchos pasos y sufrimientos. Pero a la vez, siento que no tenemos absolutamente nada que celebrar. Nada. Podemos conmemorar, pensar, reflexionar. Pero nada que celebrar. Los números de femicidios son muy altos.

La mirada está sobre las autoridades, para cambiar leyes, ajustarlas. Para que el dinamismo y la acción sea rápida. Y eso es necesario, ya.

Tenemos que hacer algo -de hecho, mucho- para modificar esta realidad que sacude, lastima, da miedo, angustia, revela, enoja.

Hay que aprovechar para educar a las próximas generaciones. (Foto: Florencia Salto)


No es conmigo mujer, ni madre, ni hermana. Es con todos y con cada uno. Es la vulnerabilidad al más débil.

¿Qué hacemos con la vulnerabilidad? ¿Con quiénes están en inferioridad de condiciones en una determinada manera?

El género que sea, con la identificación sexual que elija, grandes y/o pequeños; todos en algún momento estamos vulnerables.

En un corte de puente, en la eterna sala de espera médica, en la fila infinita de un supermercado, en el recibo de sueldo… Y hay muchos etcéteras porque nos desdibujamos como seres humanos y empezamos a clasificarnos: rubios, negros, amarillos, viejos, jóvenes, raperos, tangueros, turcos, tanos, gallegos. De derecha, de izquierda, del centro. Verde, azul, violeta. Él, ella, elle. Gordo, flaco. Deportista, intelectual y mucho más.


¡Ay! ¡Pero si para ser debo cumplir tantos prejuicios tan ilógicos!… ¿Cuántos requisitos son necesarios en la construcción de la vida?

Les decimos a nuestros hijos que lo que más queremos es que sean libres y felices y les encajamos amorosamente bajo el brazo una infinidad de moralidades a cumplir si desean ser aprobados. Somos así de rebuscados. De contradictorios.

Las mujeres pasamos del rosa princesa con tacos perdidos para ser encontrados y rescatadas por un príncipe, a desear y construir la independencia. ¿Es esa la pelea y uno de los motivos que incitan a miembros del género masculino a provocar tanto daño hasta llegar a la muerte?

No lo sé. Me lo pregunto muchas veces. ¿Es que decimos “no” con más frecuencia y eso fastidia al orangután del género masculino? Lo digo así, en estos términos porque quienes lastiman, matan, no son “hombres”.


Hay hombres, y hay muchos. La mayoría: los que aman a sus hijos y los cuidan, los que se enfrentan con este cambio tan grande de sociedad y se preguntan una y otra vez qué palabra decir para no parecer machista.

Es complejo. Fuimos criados en una sociedad machista. Todos, sin excepción. Llevamos impresos en nuestros genes de generaciones pasadas vivencias de abuelas sin poder salir a la calle solas; del deber ser y de lavar pañales; de cocinar para todos y no tener derecho ni para quejarse de la muerte de un hijo.

Llevamos siglos de no hablar de todo eso. ¿Qué pasa cuándo sucede? Hace solo algunas décadas los hombres mandaban a lavar los platos a una mujer que se atrevía a manejar. ¿Y ahora…?

Acá estamos, con presidentes del sexo femenino, senadoras, médicas diputadas, y llenamos la ciudad de acción entre la cocción de las milanesas, los cuadernos y los dispositivos, con la capacidad de tener un juguete en la cartera tanto como un lápiz labial y ropa interior.


Y aún así, las mujeres de hoy somos fruto del machismo. Somos machistas que queremos dejar de serlo. Y también muchos hombres son machistas que quieren dejar de serlo.

Y ahí estamos. Educando a nuevas generaciones para que elijan lo que quieran, pero con cuidado a que no los lastimen. O diciendo que pueden tener su elección sexual, pero sin hablar de sexo.

Acá estamos. Peleándonos con las vocales para ser inclusives… Tanta confusión creo que es parte de un cambio profundo, radical. Que tal vez nos falte transitar alguna década más.

Y en este contexto, el Día de la mujer, ¿qué implica? No lo sé. Hace poco me gustaba que en ese día me regalen flores. Hoy prefiero verlas en las plantas y que respeten mis decisiones.


¿Por qué un hombre que está con varias mujeres sigue siendo aceptado, pero una mujer en la misma condición sigue siendo atorranta?

¿Por qué cuando una niña y un niño juegan juntos lo primero que preguntamos es si se gustan? Y, como proponen algunas generaciones más jóvenes… ¿Qué onda con el compartir?¿No va?


¿Cómo cambiar todo esto?



Creo que todos somos parte. Pensar que “los hombres” son responsables de los femicidios es como querer tapar el sol con la mano. Los monstruos existen y hay que reconocer dónde están.

¿Cómo se reconocen? En una charla, en las primeras acciones de celar en demasía, cuando no se vislumbra la posibilidad de compartir sino de dominar.

No es un problema sólo de mujeres. Tenemos que educar a varones que entiendan que estamos transcurriendo un proceso de cambio y cuando alguien dice “no” es “no” y se respeta.

Tenemos que asumir nuestra limitación y animarnos a los debates con los más jóvenes. No lo sabemos todo. Esa es una actitud soberbia fruto de la inseguridad y la debilidad.


“Todos somos parte de lo mismo. Todos nos necesitamos, todo vibra porque estamos vivos” dice una canción de Marilina Ross.

Por las que hoy no están.

Por las que hacemos tanto para una sociedad más saludable.

Por mis amores varones: amigos, marido, cuñados y compañeros. Por todos los que nos cuestionamos, equivocamos, reparamos y seguimos, mi honra.


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