El pedido de cuatro hijos de desaparecidos en la región

Exigen una condena ejemplar y conocer parte de su historia cuando se ventile el derrotero de sus padres, secuestrados cuando transitaban sus primeros años de vida. El juicio comenzará en los próximos días.

Redacción

Por Redacción

Pablo, Lorena, Juan y Cristina aguardan que se inicie un séptimo tramo de juzgamiento por los crímenes cometidos durante la dictadura, en el que se ventilará la desaparición de sus papás, cuando ellos aún usaban pañales.

“Justicia es lo que corresponde, deberían ir a la cárcel, que la sociedad sepa los delitos que cometieron y que se haga justicia. Muchas veces nos quedamos con las ganas de condenas más fuertes, porque esto fue todo un plan organizado. Más allá del que torturó, todos fueron parte para que esto pasara de esa manera”, dijo Cristina Seminario, docente, hija de Javier Seminario Ramos, vecino de Sapere desaparecido cuando un grupo de tareas lo retiró de la cárcel de Rawson, en noviembre de 1.976.

Pablo Hodola es hijo de Sirena Acuña y Oscar Hodola, ambos vecinos de Cutral Co desaparecidos en 1.977 en Buenos Aires.

La desaparición del matrimonio Hodola-Acuña no se juzga en Neuquén, sin embargo, el nombre de su papá está en el relato de los testimonios de sobrevivientes de muchas denuncias de las que se ventilan en este proceso.

“Los que están desaparecidos eran compañeros de mis padres, tanto en el trabajo en Cutral Co, como el caso de Miguel Ángel -papá de Juan- como el del papá de Lorena Cháves, que eran compañeros en YPF”, explicó.

Pablo dijo que a través de los relatos de los sobrevivientes, va conociendo su propia historia. “En nombre de mis padres, lo que hago es acompañar. Exigimos justicia por todos los desaparecidos, los hijos acompañamos así como a las otras personas que fueron detenidas. Está toda esa reconstrucción de aquella época que se ve reflejado en nosotros, en esto de pertenecer, en esta lucha permanente de mantener la memoria, llevar adelante los juicios para explicar en la zona lo que significó “La Escuelita”, uno no puede menos que acompañar y exigir justicia para los detenidos-desaparecidos de Cutral Co y Huincul”, destacó.

Lorena Chaves destacó que “se tardó tanto tiempo en juzgar, que lo que espero es una condena ejemplar; en este tramo no sólo estarán militares, sino también policías”, recordó.

Indicó que si bien quiere un juzgamiento por la desaparición forzada de su papá Carlos Chaves y de sus compañeros “por el caso de Arlene, por Dora y su adolescencia, porque era una niña cuando se la llevaron; esta justicia llega tarde, pero llega, y queremos que sea ejemplar”, reiteró.

Su papá fue llevado desde la comarca petrolera a Bahía Blanca en un vuelo clandestino que salió del aeropuerto de Neuquén, y al igual que Arlene Seguel -también desaparecida de Cutral Co- fue visto y oído por última vez en el centro clandestino de Bahía Blanca, que también se llamó La Escuelita como el que funcionó en Neuquén.

Ambos sitios de tortura fueron instalados durante la jefatura del comandante del Ejército Adel Vilas, que venía de haber instalado en 1.975 en Tucumán el primer centro clandestino del país, en una escuelita rural ubicada en Famaillá, un modelo que luego replicó en la zona; y la dictadura, en todo el país a partir de marzo de 1.976.

Para Juan Manuel Pincheira, este juicio tiene una “luz de esperanza” de poder completar un eslabón más en la cadena “que contribuya al conocimiento de nuestra historia. Esta reconstrucción que tenemos que hacer de nuestra nefasta historia reciente”, dijo.

Agregó que “es algo que nos hermana a todos, acompañamos a los desaparecidos y a los que pusieron el cuerpo y fueron horadados en todo su ser”, sostuvo.

Su papá Miguel, fue llevado al centro clandestino de Bahia Blanca; y del los sótanos del V Cuerpo del Ejército fue traído de regreso para padecer tratos similares en La Escuelita de Neuquén y en las cárceles de la dictadura.

Desapareció a la salida de la cárcel de Rawson, cuando el grupo de tareas lo sacó del penal junto a otros tres detenidos políticos que también desaparecieron en noviembre de 1.976.

Cristina dijo que quería justicia “no sólo para los familiares, sino para toda la sociedad. En los primeros juicios esperaba escuchar algo de estos genocidas, tenía esperanzas de oír la verdad, dónde estaban nuestro viejos, y eso creo que no lo van a hacer. Que sean condenas acordes a los delitos que cometieron: con cárcel común, a perpetua, que no les den las domiciliarias, que ni respetan”, planteó.


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