En el MNBA, una vuelta al mundo de Botero en cincuenta dibujos

Por Oscar Smoljan Director Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén

APUNTES DE LA CULTURA

La obra de Fernando Botero (Medellín, 1932), es mundialmente conocida y hay pocos artistas plásticos en este planeta que hayan alcanzado el nivel de popularidad que este pintor y escultor ha cosechado, en particular entre ese “gran público” no siempre especializado en artes visuales, pero que reconoce al instante como viejas conocidas aquellas robustas figuras nacidas de la imaginación y creatividad del colombiano.

Por tercera vez en casi una década, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta una muestra de este singular artista, compuesta por unos cincuenta dibujos realizados en tela y papel que fueron seleccionados por la curadora y amiga personal del artista, Teresa de Anchorena.

Las colección incluye dibujos en acuarela, lápiz, tinta, pastel y carbonilla sobre papel, más una serie hecha mediante sanguina sobre tela. Esta técnica, basada en el empleo de óxido férrico, es poco vista hoy en día y requiere de mucha habilidad de parte del artista.

Una particularidad de esta muestra es que se trata de obras que forman parte del acervo personal de su creador. Es decir, son de su exclusiva propiedad y por lo tanto no están a la venta, lo cual le confiere un valor inestimable ya que nos acerca la posibilidad de asomarnos a un mundo interno del artista pocas veces conocido. Por otra parte, se trata de la colección más completa de Botero que ha visitado nuestro país.

Se ven en esta colección retratos, desnudos, naturalezas muertas e incluso series dedicadas a la temática circense, a la tauromaquia y a la violencia, un tema que ha sido recurrente en la obra de Botero por la propia historia de su país.

Sin embargo, el artista no identifica su obra con determinados colores locales. Afirma que prefiere “la luz de París, los colores italianos como Piero della Francesca y el siglo XV”. Y en cuanto a sus conocidas y gruesas figuras, alega tajante “yo no pinto gordas, expreso el volumen como parte de la sensualidad”.

La muestra ha sido organizada en cuatro capítulos: Vida Latinoamericana, Toros y Violencia, Acuarelas y Grandes Formatos y Música y Circo. Su curadora ha afirmado que “recorrer la obra de Fernando Botero es irse de viaje en el tiempo y el espacio”. “Salir a pasear por las calles de ese pueblito que fue la ciudad de Medellín. A través suyo pasamos por el mercado, la iglesia, el burdel y las corridas de toros. Nos detenemos en las ventanas de esas casas de tejas coloradas para sorprender a sus habitantes en pleno quehacer cotidiano, para escuchar sus conversaciones e impregnarnos de esa atmósfera que huele a incienso y lavanda. Y tiene algo de fantástico”, agregó.

La muestra se prolongó por el éxito de público, hasta julio.


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