Graves contradicciones en la reconstrucción de la muerte del soldado en Zapala

Los testigos discreparon en detalles fundamentales. La querella pedirá nuevas medidas de prueba, mientras que se demoran los resultados de las pericias.

-Cuando llegué al lugar, el soldado tenía el armamento sobre el pecho, lo retiré y le tomé el pulso, y comprobé que todavía estaba con vida.

-Perdón que interrumpa, tengo algo para decir: ella no sacó el arma del cuerpo, fui yo.

El diálogo se produjo entre una enfermera militar y un sargento, durante la reconstrucción de la muerte del soldado Pablo Jesús Gabriel Córdoba en el Grupo de Artillería 16 de Zapala.

Fue una de las más graves contradicciones, pero no la única, entre los testigos que intervinieron el 1 de junio pasadas las 6 de la mañana, cuando el joven del 21 años apareció con dos disparos en la cabeza mientras cumplía guardia.

Recién a 36 días del hecho, el juez federal subrogante Hugo Greca viajó por primera vez desde Roca, donde tiene su asiento natural, hasta Zapala. El impulso que le dio a la investigación el querellante Maximiliano Orpianessi, en línea con los constantes reclamos de la familia del soldado, reactivaron un expediente que estaba manejando a control remoto como si fuera un caso de suicidio.

Cada vez hay más sospechas de que a Córdoba le pasó otra cosa. Aún falta descubrir qué. Como mandan los protocolos, su muerte debió manejarse desde el inicio como un homicidio. ¿Cuánto condicionó a la visión de los investigadores que el jefe del cuartel, teniente coronel Isidro Germán Green, haya avisado ese 1 de junio a las 6 de la mañana que «un soldado se suicidó»?

La reconstrucción se realizó el viernes, y la parte central fue el momento del hallazgo del soldado herido de muerte.

Según pudo averiguar diario RÍO NEGRO, participaron el juez Greca, una representante de la fiscalía, el querellante Orpianessi, personal de Criminalística y los soldados y militares que intervinieron esa madrugada.

El cambio de guardia


Pablo Córdoba tomó el turno de guardia a las 4:30 de la mañana. El soldado al que relevó declaró que antes de entregarle el fusil FAL controló que no tuviera un proyectil en la recámara y que el seguro estuviera colocado, como es de práctica.

La guardia no era fija, sino que debía recorrer a pie una zona. Se la identifica como «Casino de Suboficiales».

Además del armamento, Pablo llevaba casco, chaleco, cinco cargadores con 20 municiones cada uno, un silbato y una linterna. Con ella, hizo una señal lumínica ya convenida al cruzarse con otro soldado de guardia. Todo estaba normal.

«El disparo más fuerte»


Cuatro testigos declararon que escucharon un disparo. Uno de ellos dijo que estaba a unos 300 metros de distancia cuando «se escuchó el más fuerte».

La duda surgió de inmediato. ¿Qué quiso decir? No quedó claro.

Otros testigos mencionaron dos disparos, pero no participaron de la reconstrucción del viernes. Incluso hablan de 30 segundos de diferencia. Serán citados nuevamente.

La guarnición militar está alejada de la zona urbana de Zapala, el sector donde Pablo Córdoba fue herido está a su vez en un descampado, y los soldados cumplían una guardia por lo que se encontraban en alerta. A esa hora, de pleno silencio, disparos de un arma tan poderosa como un FAL no pasan inadvertidos ni se confunden con el estruendo de una moto para el oído entrenado de un militar. ¿Qué pasó en realidad?

¿Dónde estaba el fusil FAL?


Después la diligencia continuó en el lugar donde apareció el herido. Un voluntario se tiró al piso, entre una raíz y unos arbustos, para recrear la escena.

El primer soldado que lo encontró dijo que el fusil estaba en el suelo, apartado del cuerpo.

Pero otros tres testigos dijeron que el FAL se encontraba sobre el cuerpo, con el cañón apuntando hacia la cabeza de la víctima.

A su vez, este personal incurrió en contradicciones entre sí: algunos dijeron que la empuñadura estaba hacia la derecha, otros hacia la izquierda.

Tampoco coincidieron con la posición del cargador. Estaba fuera del fusil, sobre la pierna derecha según unos, sobre la izquierda según otros.

La enfermera y el sargento


Hubo divergencias más graves.

La enfermera convocada para revisar al herido indicó que apenas llegó al lugar, observó que «el soldado tenía el armamento sobre el pecho y lo retiré». Añadió que alguien a sus espaldas, al que no identificó, le dijo que no lo tocara.

En ese momento de la reconstrucción, un sargento la interrumpió para decir que fue él, y no la enfermera, quien retiró el fusil.

La profesional insistió: «yo no tenía guantes, si buscan mis huellas tienen que estar en el armamento».

Las dos heridas de bala


Agregó la mujer que le tocó la cabeza y encontró una herida de bala en el mentón. Pero luego, ya en la ambulancia rumbo al hospital, descubrió que Pablo no tenía un disparo en la cabeza sino dos.

En efecto, la autopsia determinó que la muerte se produjo por dos proyectiles. Uno le ingresó por debajo del mentón, con una trayectoria de abajo hacia arriba, ligeramente hacia la izquierda y hacia atrás, y salió por la frente.

El otro le ingresó por la sien derecha y salió por la izquierda, con una trayectoria hacia arriba, izquierda y hacia atrás.

Los forenses no establecieron cuál de los dos disparos fue primero, ni el calibre de los proyectiles.

La ¿posible? mecánica del hecho


Según un idóneo en armas, que no es perito pero fue convocado para examinar el FAL, el selector de tiro se encontraba en la posición «R» (repetición), es decir que había que gatillar cada vez para que se produzca un disparo.

En resumen, y de acuerdo con lo que se sabe hasta ahora, para suicidarse Pablo Córdoba tuvo que gatillar una vez apuntándose a la cabeza, gatillar por segunda vez en dirección a otra parte de la cabeza, sacar el cargador del FAL y dejarlo sobre su pierna derecha o izquierda, no está claro, mientras que el arma de un metro de largo se lo apoyó en forma vertical sobre el cuerpo o lo arrojó a 90 centímetros, según quién lo declare.

Un capítulo aparte son las municiones. De las 20 que lleva el cargador completo, el día del hecho encontraron una vaina servida (es decir, de un proyectil que fue disparado); y dos municiones sin percutar (lo que se llama una bala completa, sin disparar), una de las cuales estaba debajo del cargador (que, se supone, quedó tirado en el lugar cuando se llevaron al herido al hospital).

Entre 10 y 15 días después encontraron una segunda vaina servida, y en las últimas horas habrían encontrado otra munición sin percutar. Recién con este hallazgo se completarían las 20 del cargador.

El terreno, por lo que pudo saber este diario, no tiene maleza, follaje, ripio ni nada que dificulte la búsqueda. Una vaina mide, aproximadamente, 6 centímetros. Más de 7 centímetros si tiene el plomo.

Lo que todavía falta


El querellante Orpianessi estaría preparando algunas medidas de prueba para darle impulso a la investigación. Juan José Córdoba, padre de Pablo, suboficial principal, fue citado a declarar recién para el lunes. Hay versiones de que el juzgado federal se tomará la feria de invierno, y el expediente permanecerá inactivo 15 días.

Faltan recibir los resultados de las pericias balísticas sobre el FAL, de los análisis toxicológicos, del hisopado en las manos de la víctima para saber si disparó un arma, y de su teléfono celular, entre muchas otras.

Hasta donde se sabe, no se dispuso el secuestro de los teléfonos de otro personal militar, por ejemplo de quienes estaban de guardia junto con Pablo el 1 de junio.

Hay una investigación administrativa interna del Ejército, cuyos resultados también se desconocen.


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