La economía y el espejo del “modelo Gallardo”

El éxito deportivo es solo el resultado de un ciclo basado en planificación, exigencia, y enfoque multidisciplinar ¿es posible extrapolar a la gestión económica?

Redacción

Por Redacción

Previsibilidad, certezas, certidumbre, planificación, proyecto, crecimiento permanente, trabajo arduo, objetivos precisos y mensurables, conceptos claros y amplios, prolijidad, enfoque absoluto. La lista bien podría ser una descripción inicial de todo aquello que le falta a la economía nacional y a la gestión política, a fin de lograr un sendero de desarrollo sostenido que rompa el círculo vicioso de crisis cíclicas y desequilibrios estructurales que azota al país desde hace décadas. No lo es.

Se trata en cambio de algunas de las características propias de lo que tal vez sea el método de gestión más exitoso que ha mostrado una organización dentro de las fronteras argentinas en los últimos años: “el modelo Gallardo”.

El exitoso director técnico del Club Atlético River Plate supo construir a lo largo de sus siete años y medio de gestión, mucho más que sucesivos éxitos deportivos. Los galardones son apenas el resultado de una metodología cuidadosamente estudiada, aplicada al detalle, sostenida en el tiempo, y replicada con diferentes actores a lo largo de los años.

A lo largo de estos años Marcelo Gallardo no solo ha trabajado la táctica del equipo que saltará a la cancha en cada partido o en los refuerzos necesarios para potenciar al primer equipo. Se ha ocupado además de la táctica con la que juegan las divisiones inferiores, de las inversiones necesarias para poner el campo de juego del Monumental a la altura del de cualquier estadio europeo, de diseñar el complejo de entrenamiento modelo hoy conocido como “River Camp”, de realizar el scouting de los juveniles que potencialmente podrían llegar al club, o de las publicaciones de los jugadores en las redes sociales.

Resultados. El corolario del plan, el trabajo de mejora contínua, y el enfoque multi disciplinar.


Con un estilo propio que por momentos puede generar amores propios y odios extraños, a esta altura del camino la preponderancia de los logros cosechados no deja resquicio para otra cosa que no sea el reconocimiento.
La pregunta pasa a ser entonces si el método es extrapolable. ¿Puede acaso la gestión económica mirarse al espejo del crecimiento real y tangible de un modelo de gestión exitoso a nivel nacional, y tomar para sí aquello que ha probado ser posible y virtuoso?

El modelo Gallardo


“El problema es que en Argentina no hay previsibilidad”. “En este país no te permiten planificar”. “Acá el que trabaja pierde”.


Cualquiera de estas sentencias y otras tantas, sucumben ante la prepotencia de un método de trabajo que logró el éxito dentro de Argentina, y padeciendo el mismo cúmulo de restricciones políticas y económicas que el resto.

En efecto, al inicio de 2021 tras el prolongado parate que generó el Covid, y luego de la salida de varias de sus máximas estrellas, la pregunta de muchos era como se las arreglaría Gallardo para re armar su River con restricción cambiaria y sin billetera. Sabido es que los jugadores consagrados prefieren emigrar a equipos de Europa, Brasil, México o EEUU, donde los salarios se pagan en dólares billete.


El DT les respondió abrochando 2021 con un nuevo título, y la posibilidad latente de obtener uno más antes de fin de año.

La laxitud ética con la que funciona la gestión en Argentina, y la normalización de los errores recurrentes, son enemigos de un sendero de crecimiento.


Al hurgar en las bases del modelo, resaltan una serie de características que aplicadas a cualquier gestión, incluso a la de un país, no debiera arrojar como resultado otra cosa que un camino virtuoso.


El principal pilar del éxito de Gallardo se sustenta desde el vamos en un proyecto. Una idea de base que se sostiene en el tiempo, y que no se negocia. Premisas claras acerca del estilo futbolístico, de las variantes tácticas, y de la intención con la que se propone el juego. Pese a las diversas circunstancias por las que atravesó el proceso, el proyecto no cambia. No importa si se gana, se pierde, protagonistas que emigran o que llegan, fallos a favor o en contra, la propuesta de juego generosa, atrevida y arriesgada, no se modifica.


El espejo con la dinámica de la historia nacional reciente es evidente. Si hay algo que caracteriza la gestión de la economía argentina, son los barquinazos permanentes, los cambios constantes de rumbo, y la “refundación” épica. No hay éxito posible sin consensos básicos e inamovibles, esté quien esté, gobierne quien gobierne, pase lo que pase. Una idea de base que guía el rumbo hacia un horizonte cierto de mediano plazo, sin importar las circuntancias políticas internas o los avatares del escenario global.

Vivir con los recursos que la propia economía genera debiera ser uno de los valores basales de cualquier proyecto presente de desarrollo nacional.


Un segundo elemento íntimamente ligado al primero es la mirada integral que deriva inevitablemente en planificación. El resultado es producto de un trabajo previo que no solo considera las particularidades del juego, sino que incluye la alimentación, las emociones, la neurociencia, la estrategia financiera. Ello a su vez encuentra su correlato en un equipo multidisciplinar bajo una conducción fuerte y creíble.


Cientos de veces se ha discutido acerca del foco que la gestión económica pone en determinadas variables, en detrimento de las demás, e incluso del efecto sobre aquellas aristas de la gestión que no corresponden al área económica. Tantas veces se ha señalado la ausencia de una conducción única y contundente en el área económica.

El rol del conductor no es el de un “todólogo”. Es el de quien se rodea de los mejores en cada expertisse. No es más que aquel que une las partes y mantiene la visión a largo plazo asegurando que las metas sean alcanzadas o de lo contrario corrigiendo el rumbo. Bueno sería para el país alcanzar semejante nivel de coordinación ante los temas estructurales más urgentes: inflación, déficit fiscal, empleo, inversión, pobreza.

“Entrenamos de una manera y eso requiere atención física, mental y futbolistica, pero ese es nuestro metodo hace mucho tiempo”.

Marcelo Gallardo, Entrenador y CEO Deportivo de River Plate


Otro de los fundamentos del modelo Gallardo se trata del proceso de maduración de los protagonistas. A lo largo del ciclo del entrenador, se repiten las historias de jugadores que al inicio no se adaptan a la idea, y que más tarde terminan siendo clave. A ello se agrega la exigencia extrema a la que el DT somete a los jugadores. Los objetivos son claros y no hay margen para el error. No funciona, sale.


La laxitud ética con la que funciona la gestión de la economía en Argentina, y la normalización de los errores recurrentes, son enemigos declarados de un sendero de crecimiento. Cuando los errores se concatenan uno sobre otro, el resultado es aún peor. No debiera existir tolerancia hacia aquello que genera malos resultados económicos o políticos (es posible que el guión se aplique bien y el partido se pierda igual), mucho menos hacia aquello que directamente se hace mal (jugador que juega mal, jugador que sale).


Respecto a ello, otro de los plusvalores que caracterizan a Gallardo, es el enfoque. El entrenador ha sabido instalar en el club una cultura en la que se trabaja lejos del escándalo, los jugadores saben que representan al club las 24 hs del día, deben ser modelos de conducta y responsabilidad, e incluso cuidar las formas en las redes sociales.


Qué agregar respecto a la necesidad de los protagonistas de la gestión económica de aprender de la cultura gallardesca. Aquellos que lejos de ser modelos de conducta, piden austeridad y responsabilidad a las mayorías al tiempo que ostentan sus privilegios y opulencia a la vista de todos. La comunicación es una de las mayores debilidades que muestran las gestiones de gobierno en todos los niveles. Enfocar en el trabajo y el objetivo por delante, debiera ser prioridad por encima de la chicana o el armado electoral.


Por último, uno de los grandes atributos del ciclo Gallardo, es el haber aprendido a vivir con lo propio. En su última renovación contractual a fines de 2017, el muñeco se propuso que hacia fines de 2021, más de la mitad de los jugadores titulares del equipo, fueran surgidos de la cantera del club. Ello se traduce en una menor necesidad de gastar millones de dólares en refuerzos y en la posibilidad de generar cientos de millones de dólares en ventas. El día de la consagración versus Racing la semana pasada, seis de los once titulares eran jugadores formados en las inferiores de River.

Conductor. Gallardo ha sabido hacer culto de la gestión del proyecto, y cada una de las partes reconoce su liderazgo.


Vivir con los recursos que la propia economía genera debiera ser uno de los valores basales de cualquier proyecto de desarrollo nacional. Evitar el endeudamiento, incrementar ingresos, reducir gastos. Parece sencillo. Gallardo lo hace parecer sencillo. Muy diferente es cuando lo que está en juego es la economía del país, y quienes conducen suelen poner los ojos más en el afuera que en el adentro.


Llegado este punto, algún lector avezado podría interrumpir a este analista parafraseando el eslogan acuñado en EEUU y justificando la imposibilidad de extrapolar el método Gallardo a la gestión nacional con un “es la política, estúpido”.
Seguramente. La distancia entre la gestión de un proyecto organizacional y la de la estructura de lo público, es directamente proporcional a las restricciones y los tiempos que impone la devaluada política nacional.


La respuesta de este humilde cronista, y pese al escepticismo de los agnósticos de lo público, es que “la política somos todos”.


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